¿Q.E.P.? o ¿Q.E.P.D.?

La situación comunicacional del Ejército de Chile y sus instituciones hermanas nos lleva a pensar en las dos siglas que titulan estas ideas mal hilvanadas: ¿qué está pasando? o ¿que en paz descansen?, motivadas por la frustración que genera el hecho de ver a las instituciones más queridas por los chilenos, transformadas en blanco de desahogo de las frustraciones de una clase política desgastada y maloliente. Así se siente, como patriota, la oscura campaña desatada en contra de estos baluartes de nuestra nacionalidad, a través de la cual se busca hasta el más mínimo detalle para destruir su imagen y mermar el respeto natural de la ciudadanía.

¿Será talvez que la magnitud de la derrota de 1973 no logra ser superada por los nostálgicos de la revolución marxista? ¿Será que los años transcurridos desde tal hecho no consiguen apaciguar la sed de venganza de los mismos que ayer estuvieron a punto de convertirnos en otra Cuba o Venezuela? El hecho es que hay un sector de nuestra sociedad, donde se amalgaman políticos de izquierda con algunos ingenuos de la llamada “derecha progresista o liberal”, que se ha dedicado a explotar comunicacionalmente cualquier falla que se encuentre en el sistema más confiable de nuestra administración pública.

En medio de la ola de descubrimientos de los inmundos actos de corrupción provenientes del poder político ꟷtanto en Latinoamérica como aquellos que comienzan a conocerse en Chileꟷ es evidente que los violadores de la confianza pública requieren de chivos expiatorios para desviar la atención de la sociedad. Lo grave de esto es que las instituciones afectadas parecen no tomar consciencia de los efectos que ello puede llegar a tener para la Seguridad Nacional, aquella que representa su principal responsabilidad constitucional.

Hoy vemos a cualquier periodista sensacionalista que ꟷpara alcanzar su minuto de famaꟷ se dedica a hurgar en la inmundicia, hasta salpicar a alguna de las instituciones armadas. Junto con repudiar esta poco digna y antipatriótica práctica, cabe preguntarse por la razón de aquello. Ahí es donde nace la sensación de estar frente a mandos incapaces de defender con coraje lo que les corresponde: el honor y la dignidad de las instituciones a su cargo.

No se trata de dar cuartelazos ni emitir amenazas inconstitucionales, pero sí se espera de ellos una reacción valiente, clara y decisiva que frene las aspiraciones oportunistas de quienes ven ante sí a instituciones débiles, prácticamente arrodilladas y avergonzadas, dispuestas a recibir todo tipo de ataques, sin atreverse, en modo alguno, a reaccionar como debieran. Eso, que perfectamente podría ser calificado de cobardía, representa una oportunidad invaluable para cualquier practicante de las lides del periodismo, estimulando su agresión y facilitando su cosecha de una cuota de fama que de otra manera quizás jamás lograría.

Una cosa es la subordinación al Poder Político, en fiel cumplimiento al mandato constitucional y otra es el servilismo en que se cae, al no ser capaces de levantar la mirada y vestir el orgullo de ser los herederos de O’Higgins y de tantos héroes, a los cuales la Patria debe su vida y sus glorias. Una cosa es ser respetuoso con las autoridades y otra es confundir a simples congresistas ꟷ y que los hay simples, sí los hayꟷ con paladines de la autoridad, aceptando sin chistar que digan lo que quieren y se llenen la boca ofendiendo con la imagen de instituciones centenarias, que nacieron con la Patria, a la cual dieron vida y sentido institucional.

Hoy se pueblan los titulares con supuestos homenajes a un preso político militar, encarcelado en Punta Peuco, realizado por un grupo de oficiales en retiro. Otros se refocilan con la persecución judicial a un grupo de generales u oficiales superiores, por haber empleado ¡el mismo sistema que durante años usó cada uno de los empleados del Estado de Chile, cuando era enviado en comisión de servicio al extranjero!. Nadie parece tener el valor de decir la verdad y acallar estos gritos destemplados, propios de un ambiente, indigno de ser mencionado, poniendo las cosas en su lugar.

Digan lo que digan los políticos de turno, las instituciones armadas fueron, son y seguirán siendo la base en que descansa la institucionalidad y si alguien lo duda, por favor, recuerde los “golpes blancos” de Honduras y Paraguay, donde ꟷ¿curiosa coincidencia con Chile, o nó?ꟷ los poderes legislativo y judicial declararon fuera de la Ley y destituyeron a dos presidentes corruptos, los que por pura coincidencia, eran de izquierda. Lo que validó aquellos actos no fueron las manifestaciones populares ni la opinión de los de siempre: fue el público reconocimiento y subordinación al nuevo Poder Político de la Nación, realizado por los Comandantes en Jefe del Ejército, la Marina y la Aviación.

No es tiempo de golpes de estado, al menos en la forma clásica, y nadie los desea, pero le recomendaría a mundo político que no dejen de leer los pensamientos del ex – presidente Frei, cuando señaló que “el verdadero poder está en los fusiles”. La porfiada provocación de los marxistas, chavistas y tontos útiles a su servicio, sólo lleva a pensar en el momento en que ello pueda tener fin. Lo que dure esta ola de debilidad de las nobles instituciones, objeto de su campaña, dependerá del coraje de los mandos y de su real sentido de responsabilidad histórica.

Si se sigue debilitando la imagen de nuestras instituciones armadas y éstas siguen haciendo el juego a sus detractores, Chile pasará de tener las mejores Fuerzas Armadas de la región, a ser el blanco fácil de cualquier adversario externo o susceptible de ser usado o vulnerado por cualquier corriente ideológica oportunista. Esto lo saben muy bien quienes hoy las atacan pero la sociedad chilena, en su eterna indolencia y pusilaminidad, parece no querer asumir una realidad que ꟷtarde tempranoꟷ le puede costar cara. Ello, amenos que podamos dejar de preguntarnos ¿qué está pasando? O que suframos condoliéndonos con un: “que en paz descansen” nuestras Fuerzas Armadas.

Queremos un Chile libre, con una sociedad unitaria, con sus diferencias naturales pero sin antagonismos estúpidos e inconducentes. La clase política se desgasta día a día, sin comprender que su incapacidad nos puede llevar a un nuevo quiebre institucional. Lo que ocurre en Brasil levanta airados comentarios de rechazo, pero nadie parece asumir la razón por la que un pueblo valeroso y espontáneo ꟷcomo el brasileñoꟷ ha sido capaz de demostrar la saturación causada por las pirañas corruptas de la izquierda, apoyando a quien plantea ideas radicales pero transparentes. Chile se encamina a algo similar y los corruptos ideologizados buscarán destruir todo lo que pueda ser usado en su contra, cuando llegue el momento de pagar la cuenta a sus hastiados electores. No podemos dejar que lo logren y hay que apoyar a nuestro glorioso Ejército, a nuestra gran Marina y a nuestra querida Fuerza Aérea, pilares de la institucionalidad.

14 de Octubre de 2018

CARPÓFORO

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