Reforma agraria



Reforma agraria

Después de casi 50 años de ejecutada la última reforma agraria en Chile, cabe una reflexión de quienes vivimos en carne propia, aunque jóvenes, una tremenda usurpación de nuestro patrimonio agrícola.

Mi padre y abuelo, conocidos agricultores de Colina, desarrollaron al más alto nivel de la época lecherías y cultivos anuales, acompañados siempre por sus trabajadores (inquilinos), a quienes se les dio un trato justo y lo mejor posible para la época.

Fui testigo del cariño hacia ellos y amigo de sus hijos, siempre con un profundo respeto mutuo.

En el año 1972, el gobierno de Salvador Allende nos expropió los dos campos que mi abuelo había comprado en 1940 con esfuerzo, donde los toros se adquirían en la Fisa y la maquinaria se renovaba en John Deere.

Nuestros trabajadores previamente se habían “tomado” los campos e impedían el libre tránsito de nuestra numerosa familia.

Con el correr de los meses, al toro de exposición literalmente se lo comieron, ya flaco por la falta de alimento; las vacas dejaron de producir la leche y también pasaron a pérdida. Los tractoristas, y tengo reflejada la imagen, ya no andaban solos, sino que con tres acompañantes cada uno.

En fin, el término en pocos meses de un lindo proyecto familiar, iniciado por mi abuelo y continuado por mi padre. El resto es conocido por todos, se murieron las vacas, se comieron al toro y ninguno de nuestros trabajadores fue capaz de salir adelante como pequeño parcelero.

Mi padre, en cambio, inició una pequeña lechería y luego explotaría el desarrollo inmobiliario en Chicureo para sacar adelante a su familia.

Hoy seguimos viviendo en Colina, actualmente Chicureo, y somos parte feliz junto a nuestra madre viuda de esta linda comunidad. Pero la tristeza e impotencia de lo vivido no se borra.

Aquí nadie ganó, ni los trabajadores, embaucados por el proselitismo de la época, ni nosotros, ni menos Chile.

Patricio José Yavar Correa
Chicureo, Colina