Resulta increíble escuchar todo lo que se dice en estos días con respecto al 11 de Septiembre y al Gobierno Militar. Ver  los canales de televisión mostrando imágenes de la época vergonzosamente sesgadas y editadas con infamia, ver a las autoridades homenajeando en el mismo Palacio de la Moneda a los paramilitares del GAP, escuchar a los congresistas haciendo apologías del gobierno de Allende, enterarse de que los terroristas de entonces reciben como premio un millonario bono de fiestas patrias y, en suma, constatar cómo la Historia es ultrajada y falseada, traicionada y manipulada al amaño de una minoría tan audaz como siniestra…

Estamos ante un cúmulo de ignominias que no sólo nos superan, sino que nos genera una impotencia incontenible,  una desazón tremenda, una desesperanza y una pena por nuestro país que solo merced a nuestro honor militar podemos intentar resistir estoicamente.

Mi desesperanza como ser humano, como alguien a quien le tocó vivir esa época, no nace tan solo de lo que estamos viendo y viviendo hoy, sino sobre todo de la insensibilidad, la necedad y la apatía del resto de la sociedad… ¿Es que acaso nadie se acuerda de esos días? ¿Nadie se anima a denunciar que cuanto están vociferando hoy día es mentira? ¿Nadie se pregunta por qué y cómo ocurrieron los hechos? Nos hallamos ante una realidad muy dura.

La gran mayoría prefiere callar: “Los militares ya están en sus cuarteles y los que están presos, ¿qué se puede hacer? ¡Nada, así es la vida!”

Me resisto a este letargo, a este aturdimiento, a esta parálisis suicida de la que somos víctima, el país todo, a manos de un puñado de falsarios arteros y promotores de discordia y odio… ¡Basta! ¿Hasta cuándo los soldados vamos a soportar ser humillados, encarcelados, olvidados por aquellos mismos a quienes dimos libertad y progreso?

Las cosas están yendo demasiado rápido y demasiado lejos. Tenemos que cerrar filas, hay que sumar fuerzas, debemos dejar las zonas de confort, conquistar a las nuevas generaciones, acusar y hostigar a quienes cobardemente, desde circunstanciales posiciones de poder, nos humillan e intentan deshonrarnos…

¡Amigos, camaradas: que lo último que perdamos sea el honor militar!
El clarín toca… ¡reunión de tropas!

Centro de Coroneles de Ejército