Valdivia en la Crísis

Valdivia en la Crísis
Hace unas semanas, Valdivia, todos decían, era
la ciudad más hermosa de Chile. Y es cierto, porque, emplazada en la
confluencia de los ríos Calle-Calle, Valdivia, Cau-Cau y Cruces, entre extensos
humedales y en medio de la ecorregión conocida como el bosque o la selva
valdiviana, estaba en el escenario perfecto para que la ciudad, fundada en 1552
por el mismo Pedro de Valdivia con el nombre de “Santa María la Blanca de
Valdivia”, fuera, indiscutiblemente, la ciudad más bella del país.
Sin embargo hoy, por causa de esa “sub-raza” que
vive entre los chilenos, en todas las ciudades del país; esa escoria humana -es
triste decirlo pero es una dura realidad-, gente sin cultura, desprovista de
valores, indudablemente sin fe y sin respeto por la fe, delincuentes y
anárquicos por naturaleza; azuzados por la izquierda, por los coletazos del
“foro de Sao Paulo” y por la falta de pantalones de un presidente que juró dar
prosperidad y tranquilidad a su pueblo y no lo cumplió; esa hermosa
ciudad de Valdivia, es lo mismo que Kabul, Asjabad, Teheran, u otras tantas
ciudades de Asia Occidental o del sur asiático, devastadas por el terrorismo
islámico desde hace casi dos décadas.
Valdivia, particularmente su centro, es hoy un
penoso desastre, los vulgares rayados murales -característica muy particular de
esa “sub-raza”, muchas veces conocida como “el flaiterío o la rotada”-, están
por doquier; no existe edificio valdiviano que no este cubierto de esa
porquería, empezando por nuestra hermosa Catedral o la Iglesia de San
Francisco. La quebrazón de vidrios no respetó nada, desde el correo, el casino
de juegos, todo el comercio local incluso viviendas. Las calles valdivianas en
las noches, pese al inmenso esfuerzo de Carabineros, se llenan de infernales
barricadas, donde encapuchados queman todo lo que está a su alcance,
particularmente muebles que sacan de las tiendas u oficinas públicas
descerrajadas.
Como resultado, así como la hoy arruinada y
otrora bella ciudad de Bagdag, la que fuera capital del Imperio de Abasí y la
metrópolis más grande del mundo árabe, y hace tres milenios la urbe más
importante del mundo; nuestra hermosa ciudad de Valdivia, hoy, nos muestra sus
tiendas, restaurantes, cafés, chocolaterías, galerías comerciales, todo,
absolutamente todo, destruido, mientras los propietarios y abnegados
trabajadores de ese comercio turístico, como en general de todas las oficinas
públicas y privadas, con gran esfuerzo y dolor, simplemente se fortifican,
cubriendo sus ventanas, vitrinas, puertas, frontis completos, con entablados
primero, pero como ese material era alimento para las barricadas nocturnas del
lumpen, lo cambiaron por hoscos enlatados, los que además se transformaron en
pizarras para las groserías “artísticas” de la “sub-raza”.
Una pena todo esto. Pero ese dolor valdiviano es
el mismo que viven todas las ciudades chilenas, incluso poblados o localidades
menores, donde los agitadores, financiados y manipulados por la izquierda y
bajo directrices traídas de Venezuela y otros arruinados reductos del comunismo
internacional, destruyen todo, hasta la esencia misma de nuestra nacionalidad.
A estas alturas de la crisis, ni la solución de
los problemas sociales ni la caída del gobierno, son tema para los chilenos; ni
para los chilenos de bien, ni para la “sub-raza”. El verdadero tema, ya puesto
en boga, es el desmembramiento de la Institucionalidad Chilena con un cambio de
nuestra Constitución, culpando a la Carta Magna de ser la responsable de los
problemas que afectan a la mayoría de las personas. Es una pena que el
desconocimiento y ausencia de preparación personal, lleve a tantos a creer
tamaña falsedad, cuando los verdaderos responsables de esos problemas de la
mayoría, son los políticos, los que en treinta años se han llenado los
bolsillos de plata y han corroído los cimientos de un país que, de la miseria
dejada por el mal recordado Allende, llegó a ser la segunda economía de América
el año 1990.
Por eso, la gente de bien, que felizmente es la
gran mayoría, pero que irresponsablemente no vota, esa que hoy es víctima del
salvajismo que destruye calles, patrimonio, monumentos y vida nacional, debe
estar atenta; si el gobierno cae, que caiga, ya que tiene una buena cuota de culpa
en lo que ocurre. Pero nuestra Institucionalidad NO PUEDE CAER, esa maloliente
“sub-raza” manipulada por el comunismo NO PUEDE TOCAR NUESTRA CONSTITUCIÓN,
sino terminaremos como las penosas Venezuela, Cuba u otros infiernos del
comunismo.
Nuestra Institucionalidad es la mejor arma que
tiene Chile para derrotar a la agresiva “sub-raza” y al comunismo.
Logrado eso el país vuelve a la normalidad y Valdivia recupera su belleza
urbana y natural.
Alejandro Russell O’K