¡VIVA CHILE! ¡VIVA EL EJÉRCITO!



¡VIVA CHILE! ¡VIVA EL EJÉRCITO!

Por Ricardo Valenzuela Benavente

Brigadier de Ejército

Asoma una nueva primavera, cuyas brisas y aromas nos invitan a renovar nuestros anhelos, para reiniciar con ella tiempos mejores, como también nos llama a rememorar nuestras tradiciones ciudadanas y fiestas nacionales, que nos permiten alimentar y mantener nuestros sentimientos de nacionalidad, que mantienen viva el alma de nuestra chilenidad.

Con estos particulares sentimientos de alegría nacional, compartida por todos los estratos sociales de Chile, podemos sentirnos dichosos de ser una Nación que puede dar gracias a su Dios, por sus designios que van día a día conformando nuestra identidad y tener la dicha de poder rendir culto a sus héroes e instituciones, que han formado a nuestra República.

 

En el día de hoy, en el marco de esta solemne sesión, el Cuerpo de Oficiales Superiores de las Fuerzas Armadas ha llamado a reunión de tropa, para rendir homenaje a nuestro benemérito Ejército de Chile y para conmemorar sus glorias militares, contando con la presencia de una delegación de sus integrantes, que nos distinguen con su compañía.

 

Fue hace 207 años, un 18 de septiembre de 1810, que un grupo de patriotas proclamó la primera junta nacional de gobierno, sin saber que -al hacerlo- se estaba abriendo una puerta que conduciría a sangrientas batallas, que jalonarían tanto el nacimiento de la república, como el del Ejército de Chile, unión indisoluble que, finalmente, culminaría con nuestra emancipación del dominio español.

 

Luego, no es posible evocar la historia de nuestro Ejército, sin revisar la historia de Chile, porque nació con ella y celebramos su día durante el mes de la Patria.

 

En ese contexto, este Ejército nacional, organizado, probado y endurecido en el crisol de los combates, desde muy temprano se formó con hombres de todas las clases sociales, que se cohesionaron en torno a líderes naturales, como O´Higgins, Carrera, Freire y otros, no vacilando en derramar generosamente su sangre, para conquistar y consolidar nuestra libertad.

 

Fueron sus oficiales y soldados, los que construyeron con su valor y coraje inquebrantable, las victorias de Los Ángeles, El Roble, Chillán, Chacabuco y Maipú, en la Guerra de la Independencia.

 

Fueron sus generales y comandantes los que construyeron nuestros primeros y más fecundos  gobiernos.

 

Fue el empuje, tesón y determinación de sus hombres, el factor que contribuyó de manera decisiva a la independencia del Perú.

 

Fue el sacrificio y la suprema entrega de sus aisladas guarniciones, lo que permitió afrontar exitosamente las vicisitudes de la guerra de Arauco y lograr la pacificación de esa Región.

 

Fueron sus estandartes de combate los que flamearon orgullosos, hechos jirones por las balas, en lejanas tardes de victoria, en la guerra contra la confederación Perú-boliviana.

 

Más tarde, fue este Ejército de Chile, el que después de perseverar en el desierto más árido del mundo, derrotó a los ejércitos de Perú y de Bolivia, logrando la victoria de Chile en la Guerra del Pacifico.

 

Es así que, mirando al pasado y al recuerdo de esos campos de batalla sembrados de heroísmo, vibramos con admiración ante la imagen de los soldados en aquellos climas ardientes, casi desprovistos de equipo militar y que, motivados por su condición de chilenos, formación profesional, su acendrado concepto del honor militar, y por el llamado del deber, dieron su vida para asegurar la victoria final.

 

Si conceptualmente, una definición del ejército es que este es el “pueblo en armas”, al rendirle un homenaje, también estamos haciendo un reconocimiento a ese sufrido roto chileno que, cuando se lo viste de uniforme, se le entrega un fusil y se lo conduce a la batalla, este se transforma en una suerte de león mitológico, capaz de lograr las mayores proezas y hazañas, como lo demuestran las gloriosas páginas que engalanan nuestra historia militar.

 

¿Cómo no conmemorar los sublimes momentos de la carga de la caballería patriota al mando de O’Higgins en Rancagua, o el homérico valor de sus soldados en el asalto y toma de los fuertes de Talcahuano?

 

¿Cómo olvidar la gesta de nuestros soldados en Yungay?

 

¿Cómo no rememorar a nuestros infantes, escalando a pecho descubierto las férreas defensas del Morro de Arica, en medio del estampido de la metralla, la detonación de las minas y el fuego a quemarropa de los cañones, con todo en contra y nada a su favor y prevalecer a pesar de ello?

 

¿Cómo no estremecernos al evocar la épica carga de nuestros granaderos, en sus corceles negros, en la Batalla de Chorrillos?

 

¿Cómo no sentir emoción al recordar los últimos momentos de la heroica inmolación de la 4a Compañía del regimiento Chacabuco en La Concepción?

 

¿Cómo no admirar la determinación y empuje de las tropas chilenas en la Batalla de Huamachuco, que selló el fin de la guerra del Pacífico?

 

Es por eso, que cuando reflexionamos sobre estas gestas, todos sin distinción, dejando de lado las diferencias que nos separan, instintivamente nos sentimos antes que nada soldados de corazón, demostrando con ello la existencia de un lazo indisoluble e invisible, que une a cada ciudadano chileno con este ejército que, en los momentos en que la patria ha estado en peligro, ha sabido defendernos a costa de los mayores sacrificios.

 

Sí, septiembre es Chile, en este mes consagrado a la patria y a las glorias de su ejército, entre el agitar de pañuelos de la cueca y sones marciales que se deslizan en el aire. Lo iniciamos evocando la fecha señera de un día 11, gravada en lo íntimo de nuestro sentir colectivo porque, los que aquí estamos, nos tocó en suerte vivir, conocer y sufrir las reales causas y circunstancias de una gesta dolorosa y necesaria, un capítulo histórico que hoy algunos tratan de desvirtuar por todos los medios.


Hoy recordamos con unción a sus gestores, a quienes perdieron sus vidas en las vicisitudes de dichas jornadas, en especial, a quienes que lo dieron todo por hacer de Chile un país renovado en el que hoy todavía soñamos.

 

Por tales motivos también añoramos la presencia, participación y compañía de aquellos camaradas que no pueden estar en estos encuentros. Nos duelen las sentencias de un sistema judicial, sujeto a interpretaciones que no se condicen con la realidad de los hechos, los mantengan privados de libertad. El debido cumplimiento de su deber en grados subalternos los priva hoy, incluso  en edad muy avanzada, de estar junto a sus seres queridos.

 

Pero este glorioso Ejército no solo ha ganado batallas en las guerras, sino que también ha sabido conquistar, mantener y consolidar la paz, tanto en lo externo como en lo interno, buscando el bien de nuestra sociedad.

 

En lo externo:

 

El permanente nivel de instrucción, entrenamiento y profesionalismo, ostentado por su personal, y las inteligentes medidas resueltas por sus diferentes mandos, para optimizar el aprovechamiento de su equipamiento y de los recursos disponibles, en el marco de una formación prusiana, han hecho de nuestro Ejército un modelo en el mundo, ha decantado en una institución jerarquizada, profesional, motivada y disciplinada, que ostenta una capacidad de disuasión convincente y creíble.

 

Esto ha incidido con claridad, en que nuestro país haya vivido en paz con nuestros vecinos, por más de 138 años, a pesar de los graves peligros para la seguridad nacional por todos conocidos, que hemos debido afrontar en el mismo lapso, al igual que aquellos que han permanecido largos meses en cumplimiento de arriesgadas misiones de paz, en países asolados por la guerra o el terrorismo.

 

Este significativo rol, reconocido por toda la sociedad chilena, también le ha granjeado un gran prestigio, respeto y reconocimiento en el ámbito internacional, siendo el único ejército latinoamericano, a la fecha, que producto de su imagen y prestigio, continúa siendo invitado a colaborar con misiones militares en la organización, formación y funcionamiento de academias e institutos de formación profesional, en diferentes países de américa del sur y de Centroamérica.

 

En lo interno:

 

En catástrofes y situaciones de emergencia nacional, el Ejército de Chile ha sido el pilar fundamental en que se han apoyado los gobiernos para restablecer la normalidad, en los lugares afectados, concurriendo siempre con su capacidad, sus hombres y sus medios, en ayuda de los más necesitados.

 

Tampoco podemos dejar fuera de nuestro reconocimiento, a quienes, en el día de hoy, con su presencia marcan soberanía en la gélida Antártica, apoyando investigaciones científicas internacionales, hasta con el sacrificio de sus vidas -como lamentablemente ha ocurrido- demostrándonos que mantienen vivo el espíritu de servicio de nuestros soldados, por la gran causa de nuestro país.

 

Asimismo, ha sido siempre un factor decisivo para contrarrestar diferentes amenazas que han afectado la seguridad nacional, contribuyendo de manera significativa al reordenamiento administrativo del estado, a la construcción de una nueva institucionalidad, y al desarrollo y proyección de la economía, en un marco de modernización sostenida y de estabilidad social.

 

Su rol también ha sido muy importante en la delicada tarea de cautelar la integridad territorial, así como las fronteras y límites del país, en concordancia con los tratados internacionales vigentes.

 

Por otra parte, ha sido determinante su apoyo para incorporar nuevos territorios al desarrollo nacional, a través de la construcción por parte de sus unidades especializadas, de miles de kilómetros de carreteras y de caminos, en remotas y agrestes regiones del país, superando diligentemente las fronteras interiores, que impone nuestra loca geografía.

 

Es por todo lo anterior que, sin lugar a dudas, podemos concluir que esta  permanente vocación de servicio del Ejército de Chile, como parte integrante de la sociedad chilena, al servicio directo de ella y de su gobierno, al margen de intereses políticos partidistas,  ha estimulado la existencia de un clima de estabilidad interna, extraordinariamente propicio para el logro permanente de los objetivos nacionales, demostrando con ello que la estabilidad del estado descansa en la solidez de sus instituciones fundamentales.

 

Estimados camaradas:

 

Los tiempos que estamos viviendo, requieren de momentos como el que estamos compartiendo, es necesario estar siempre dispuestos a superar coyunturas y desencuentros, hoy más que nunca debemos fortalecer los lazos de amistad y mutuo apoyo, para revitalizar el íntimo sello que nuestras instituciones matrices nos grabaron a fuego en nuestros corazones.

 

Mantengamos vivas y vigentes nuestras organizaciones y hermandades militares, si así me permiten nombrarlas, porque en la unión está la fuerza que debemos mantener para afrontar -aún en retiro- los embates revanchistas de quienes quiera subyugar nuestra libertad.

 

Es por eso que, con profundo orgullo de chilenos y de hombres de bien, hoy queremos expresarle a nuestros invitados de esta señera institución, el reconocimiento y la gratitud que sentimos por nuestro monolítico Ejército, siempre vencedor y jamás vencido, que ha sabido defender a Chile como una nación libre, soberana, respetada y jamás doblegada.

 

¡Viva el Ejército! ¡Viva Chile!