Los militares y la anomia política



Los militares y la anomia política

Fernando Thauby García
Capitán de Navío IM

La anomia es un concepto que se refiere a la ausencia de ley, normas o
convenciones. De su etimología se desprende su uso en el ámbito tanto de las
ciencias sociales como en la política, mediante la cual se señala la ausencia de
normas o convenciones en una sociedad o su irrespeto o degradación por parte
de un individuo o un grupo de individuos.

Las consecuencias de la anomia van desde la inadaptación personal hasta la
anulación de las normas sociales.

El sociólogo francés Émile Durkheim consideraba que la naturaleza humana
necesitaba una autoridad que le pusiera límites (normas y convenciones) a sus
pasiones y deseos, puesto que su ausencia podía llegar a ser destructiva para el
propio individuo y para la sociedad. A veces, las dinámicas sociales y económicas
influyen en la anomia.

Existe una anomia derivada de la percepción de la degradación de la legitimidad
de la autoridad y otra, producto de la incapacidad o falta de voluntad de la misma
para ejercer su función de mando, liderazgo o dirección.

En Chile tenemos ambas situaciones simultáneamente. La historial personal y
comportamiento político del mandatario lo han privado de ambas -pérdida de la
legitimidad ante quienes debe dirigir y debilidad política. Se puede discutir si la
segunda situación es producto de su estilo de liderazgo o por un defecto de
carácter, para los fines del ejercicio de su cargo ambas se potencian.

Con un orden constitucional basado en un Ejecutivo dotado de poder y
atribuciones, esta anomia es en Chile insanablemente incompatible con la
potestad de quien ejerce la función gubernativa. Una consecuencia de esta
limitación de la actual Administración ha sido causa relevante de anomia política
en todo el cuerpo social. Chile se desplaza carente de dirección

El Congreso ha invadido las atribuciones presidenciales, los Partidos políticos que
apoyaban su Gobierno cayeron en el populismo y lo han abandonado y la
Oposición no puede ni quiere actuar voluntariamente dentro de los marcos
institucionales.

Tanto la Oposición como los Partidos de Gobierno, carente de unidad, liderazgo
y oferta política se encuentran fraccionadas en grupos incapaces de configurar
una política racional ni de ofrecer alternativas de gobierno de reemplazo
eficaces. La institucionalidad política se encuentra en el suelo.

Falta aún medio año para que haya elecciones presidenciales, lapso que
transcurrirá en medio de una crisis de salud, económica, social, de seguridad
interna, de terrorismo y de gestión política. El panorama descrito hace poco
probable que mediante esas elecciones se pueda configurar un nuevo gobierno
capaz de conducir la instalación y puesta en marcha de una Nueva Constitución,
de liderar la imprescindible recuperación económica, imponer el control del
estado en la Araucanía, de poner bajo control a la creciente invasión del
narcotráfico que ya ha invadido extensas áreas de las ciudades, de varios
partidos políticos, del aparato estatal y de la justicia y restablecer el imperio del
orden y la autoridad pública y social. La incierta situación internacional -regional
y mundial- por completo fuera de la visión e interés de la Clase Política puede
ser una nueva fuente de sobresaltos y crisis de magnitud e intensidad
desconocidas que requerirá mucho más que la guerrilla política que campea en
Chile y que ha llegado a ser una forma de cultura política.

Es sabido que existe interés de grupos variados por movilizar y gestar una
intervención militar. Creo que esa alternativa es inviable y está fuera de cuestión
por razones que sobra analizar. Sin embargo, es también evidente que la fuerza
armada, más allá de la eliminación del concepto del texto de la actual
Constitución, es la última ratio política y social, por lo que las FFAA y de Orden
y Seguridad siguen y seguirán constituyendo un factor sustantivo de la ecuación
de poder, lo que nos lleva al fondo del tema que intento analizar: el rol de esas
fuerzas en el proceso político que Chile transitará durante los próximos meses.
Parece evidente que el gobierno actual y aún más el próximo que asuma el
mando del Estado, tendrá que enfrentar graves problemas que requerirán de
una fuerza y solidez que es muy poco probable que pueda conformar, al menos
durante un lapso crítico hasta su consolidación. Lo que queda del gobierno actual
es solo de espera, la personalidad y el estilo presidencial actual hace imposible
imaginar ninguna alternativa razonable que incluya su participación por lo que
lo que sigue, se refiere en forma exclusiva al gobierno que asuma a comienzos
de 2022.

La alternativa más frecuente en una situación así suele ser la de la toma del
Poder por parte de las FFAA, alternativa que descarto. Las FFAA de Chile
continuarán la tarea -iniciada en el Gobierno Militar- de restablecer la
democracia, sin unirse a proyectos golpistas de extrema derecha ni a proyectos
revolucionarios de extrema izquierda.

Quedan otras dos alternativas: un gobierno “de unidad nacional”, formado por
una coalición de fuerzas políticas opuestas que acuerdan una tregua mientras el
gobierno electo toma el control de la situación, postergando la competencia por
el poder. Las FFAA participan conformando una suerte de garantía o aval para
ambas partes. Es una alternativa no muy frecuente y pocas veces exitosa. Suele
no ser lo suficientemente duradera para conseguir las condiciones deseadas. Mas
frecuentemente suelen quebrarse antes de alcanzar sus objetivos.

Otra opción es la de un gobierno civil con apoyo militar, real o virtual. Esta
alternativa se basa en un gobierno legítimo pero débil, que requiere un refuerzo
extra, “dentro del marco constitucional”, que se extiende por un lapso más o
menos prolongado. Esta duración y la intensidad de la participación son dos
aspectos críticos, ya que la participación de las FFAA debería ser de
protagonismo decreciente, de duración relativamente breve y contar si no con
la aprobación explicita de la oposición, por lo menos con su aquiescencia tácita.
Los principales riesgos son que se prolongue más allá de lo imprescindible; que
el gobierno en ejercicio aproveche su poder extra para abusar; que el gobierno
no logre crear el poder político propio o mediante alianzas que permitan darle
término a la situación o que la oposición cree o agudice las contradicciones
políticas y sociales para llevar a un quiebre total y finalmente a una revolución.

En Chile esto se practicó durante el Gobierno de Allende en que las FFAA fueron
incorporadas contra su voluntad en un esquema de refuerzo y equilibrio de poder
entre gobierno y oposición dentro de un proyecto político que sus miembros
rechazaban individual y colectivamente. Entraron y salieron de diversos cargos
hasta que la situación se hizo insostenible para todos. La presencia militar dejó
de ser institucional y en algunos casos se personalizó (ej. caso de los generales
Prats y Bachelet). Mirado en retrospectiva su participación en el gobierno pudo
haber sido útil y exitosa si los objetivos del gobierno y de la oposición hubieran
sido si no compatibles, al menos tolerables para ambos.

Otra alternativa es una participación militar “delegada”, es decir la incorporación
al gobierno de miembros de las FFAA en retiro o de personas que las
representen, simbólica y ocasionalmente en forma política. Este es más o menos
el sistema brasileño actual. La participación de las FFAA es más licuada, menos
ostensible y también relativamente menos efectiva. Tiene la ventaja de que
permite una salida militar más expedita, gradual y menos traumática.

Ambas alternativas se verían potenciadas y tendrían mayores posibilidades de
éxito si la participación militar fuera convenida por las partes políticas en
competencia. Esto exige un nivel de confianza mutua político – militar que hoy
día se encuentra muy debilitada, pero que la conveniencia podría potenciar. En
este sentido, la forma en que se aprecie el desempeño militar en lo que resta de
la administración actual podría ser decisivo.

Los militares suelen analizar y planificar en forma adelantada a los hechos y es
una buena costumbre -las sorpresas son menores y más manejables- y a veces
permite iniciar diálogos, establecer contactos y confianzas y sobre todo, hablar
con realismo respecto a realidades.

Por otro lado, los que no quieren la continuidad de la república y aspiran a
imponer una revolución continuarán, con renovados bríos, en su intento por
debilitar y eventualmente destruir a las fuerzas militares y de seguridad.

Página Editorial del sitio Web Cosur Chile y de su revista digital “Tres Espadas”
Av. Bernardo O’Higgins 1452, piso 3, Santiago. www.cosur.cl y contacto@cosur.cl