Control constitucional
Control constitucional
La Constitución de los burros
Sin duda, los chilenos quieren -y me incluyo- una Constitución que sea la “casa de todos y todas”. Pero nos equivocamos rotundamente en la elección de los convencionales.
por Francisco Orrego 6 abril, 2022
FOTO BASTIÁN CIFUENTES /AGENCIAUNO
“Nada hay en el mundo tan común como la ignorancia y los charlatanes”. -Cleóbulo de Lindos
Que me perdonen los burros, animales que a partir de la nueva Constitución tendrán más protección que las personas, pero el diccionario de la Real Academia Española también los define como “persona que, a pesar de haber estudiado, no discurre con inteligencia”, es decir, una persona ignorante, necia o de “pocas luces”. Cuando los chilenos aprobaron mayoritariamente, en el plebiscito de entrada, la elaboración de una nueva Constitución y eligieron hacerlo a través de una Convención Constituyente, jamás imaginaron que estarían abriendo la puerta para que el nuevo texto constitucional fuera redactado por una tropa de burros. Peor aún. En la posterior elección de convencionales se pusieron todos los incentivos para que los burros controlaran la Convención.
Los chilenos fueron categóricos en que querían una nueva Constitución y, a estas alturas, para quienes votamos rechazo en el plebiscito de entrada, debemos sumarnos, con humildad, al esfuerzo de tener un nuevo texto constitucional, pues la Constitución de 2005 ya feneció. Pretender revivirla sería poco realista, además de convertirnos en malos perdedores. Sin duda, los chilenos quieren -y me incluyo- una Constitución que sea la “casa de todos y todas”. Pero nos equivocamos rotundamente en la elección de los convencionales. En lugar de nombrar a expertos o técnicos en materias constitucionales, nombramos a una porrada de burros, que no dieron el ancho ni el alto.
Al interior de la Convención, la calidad del debate ha sido paupérrima y la deliberación, casi inexistente. La charlatanería está a la orden día. En su lugar, este organismo -y varios de sus integrantes- ha exhibido diariamente un pobre espectáculo circense, que ni siquiera da para la risa. Si a ello sumamos el escaso talento y capacidad técnica de los convencionales, tenemos una tormenta perfecta: un menosprecio absoluto a la calidad, exacerbado por un trabajo contra reloj.
El trabajo constituyente avanza, pero avanza mal y queda poco tiempo y espacio para revertir un desempeño que partió mal desde sus orígenes. Ha primado, dentro de sus primeras propuestas, la destrucción de instituciones y principios fundamentales de una sociedad libre y democrática, como es el caso del Senado. A este ánimo refundacional se agrega un aumento -en exceso- de la burocracia estatal, creando reparticiones y empresas públicas “para la chuña”. Este Estado omnipresente genera las condiciones favorables para contratar a los amigos, parientes y operadores políticos de quienes detenten en poder. El Estado se convierte en una verdadera agencia de contratación o bolsa de trabajo estatal.
Pero son los artículos referidos a la plurinacionalidad, la justicia indígena autónoma, el pluralismo jurídico, la autonomía de las entidades territoriales y los derechos de la naturaleza, junto con el aborto libre, los que encienden, por ahora, las principales alertas. La pérdida de autonomía y el debilitamiento del Poder Judicial es otra fuente de preocupación entre los chilenos. Ello explica, en parte, por qué se está elaborando una Constitución revanchista, con el objeto de transformarla en la “casa de algunos y algunas”.
Frente a aquellas normas perjudiciales para la institucionalidad y democracia moderna, hay que ser honestos en reconocer que también se han incorporado disposiciones positivas que la fortalecen. Es el caso de aquellas normas que consagran los principios de probidad y transparencia; los principios de supremacía constitucional y legal; los principios de la equidad y de la solidaridad; de la libertad personal ambulatoria; entre otras. Junto a estas normas positivas, hay otro grupo importante de normas que podrían calificarse en positivas o negativas, según la redacción que finalmente tengan.
Con todo, no podemos frustrar la esperanza de millones de chilenos que quieren una nueva Constitución, pero sí podemos reprobar a los burros que la redactaron. Es por ello que a una Constitución que es elaborada, mayoritariamente, por burros le pongo nota 3. Nada ni nadie nos obliga a aprobar un mal texto constitucional. ¡Los chilenos nos merecemos una buena Constitución y no la “Constitución de los burros”!
*Francisco Orrego es abogado.
Si los convencionales entienden la vida a través del resentimiento, ¿está bien que nos obliguen a todos a pensar como ellos y a vivir NUESTRA VIDA como ellos quieren que la vivamos?
Por favor, vean esta brillante intervención de Rocío Cantuarias en la Convención Constitucional:
https://youtu.be/QDjmvN0iAgo
El reculismo
Durante muchos años un cierto sector político de nuestro país se ha autodenominado “progresista”, es decir se han bautizado cómo los impulsores de las más elevadas causas, los defensores de los más débiles, los éticamente intachables, en fin, los desarrolladores de un modo continuo, gradual y generalizado de una mejor sociedad en los aspectos económicos, sociales, morales, científicos y culturales. Pero pareciera que estas ideas las plantea el “progresismo” cuándo es minoría o cuándo está en la oposición.
Cuando el progresismo triunfa, gracias a las reglas de la democracia, pareciera que el discurso cambia y se enarbolan ideas decrépitas, trasnochadas que han sido ya repudiadas en el pasado.
Surgen los reculistas, los que creen que al recular podrán obtener la “permanencia permanente” en el poder.
Es fácil en nuestros días y en nuestro país observar las ideas del “Reculismo”.
Una idea reculista es deconstruir Chile, hacerlo una “plurinación”, disectarlo en más de quince “naciones territorios”, subdivididas física y jurídicamente, y siendo administradas por asambleas independientes.
La idea del Estado Nación surge en 1648 mediante el Tratado de Westfalia, cuando se termina el antiguo orden feudal y comienzan las organizaciones territoriales definidas en torno a un gobierno que reconoce límites y poder. Las ideas que hoy plantea la Convención Constituyente, reculan en casi cuatrocientos años los conceptos de la organización de una Nación.
La plurinación, en un país pequeño como Chile, con poca población, que se comunica con una homogeneidad en el uso del lenguaje español que hace difícil distinguir a un habitante de Arica de uno de Puerto Williams, no presenta beneficio alguno, más allá de generar una gigantesca estructura tribal y de desconocer el avance que como sociedad significa el Estado Nación unificado. Retrotraer el territorio a la situación en que se encontraba hace quinientos años, es recular, sin mirar y sin estudiar. Es intentar resucitar etnias prácticamente extinguidas. Es una actitud odiosa, que pretende buscar diferencias de origen para desintegrar Chile,
desconociendo la realidad.
Una idea reculista y retrógrada, es aquella que sostiene que algunos grupos de personas, por su origen étnico, deben tener beneficios que el resto no merece. Esta es una idea racista, del más exacerbado racismo, que a las sociedades de occidente le ha costado siglos tratar de erradicar y cómo vemos aún no se logra. Chile, es un país mestizo, formado por los descendientes de las más diversas etnias, siendo todos iguales ante la Ley. Los habitantes de Chile son los chilenos, tanto los nacidos, como los avecindados en Chile que desean permanecer en su territorio aceptando sus leyes, sus tradiciones y sus costumbres. Todo lo que se distancie de esa idea básica fundamental, es de un racismo retrógrado, hitleriano, inaceptable.
Una idea reculista y retrógrada, es plantear que el concepto “una persona, un voto” no es válido, Este principio, que con observaciones tiene casi 250 años en Occidente, acá en Chile gran parte de la fronda política lo mandó al caño mediante el concepto de los “escaños reservados” Reservados para unos pocos privilegiados, que mediante unos escasos votos, tienen un inmenso poder. Estos “escaños reservados” tienen mucha semejanza con los “senadores designados”, tan denigrados, en su momento, por los reculistas.
Una idea reculista y retrógrada es postular que una madre parturienta es dueña de su cuerpo y del hijo que lleva dentro, pudiendo deshacerse de él, en cualquier momento, hasta el instante previo a su nacimiento. Este, que es el derecho humano básico de cualquier criatura, deja a quienes están por nacer en la mayor inequidad y convierte a los promotores de estas legislaciones, en sus verdugos.
Una idea reculista y anarquista, es destruir toda la institucionalidad, que se ha formado a lo largo de más de 200 años de vida republicana, para intentar partir desde cero, inventando todo, como si nunca nada hubiera existido.
Cualquiera que esté bien inspirado, aprovecha lo realizado por decenas de generaciones, tanto en el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial, y todo lo realizado por la sociedad civil en todas sus organizaciones y partiendo de ellas, las mejora o adecua. Creer que en todo hay que partir haciendo tabula rasa, es de una insignificancia intelectual, que no.es fácil atribuirla sólo a la ignorancia o sólo a la prepotencia de sus promotores.. Este anarquismo, al parecer no se ha dado el tiempo, para revisar la historia y el aporte de todos quienes nos han precedido.
Una idea reculista y retrógrada es que redacten una nueva Constitución quienes no saben de Constituciones, es decir, que los legos redacten la principal legislación. Esto es de un realismo mágico, inigualable, inédito.
La Constitución de 1833, surge en los inicios de la República a instancias del Presidente José Joaquín Prieto y del ministro Diego Portales, quienes encargan su redacción a dos destacados jurisconsultos, don Mariano Egaña y don Manuel José Gandarillas.
Este documento configuró la Nación y la República de Chile hasta 1925.
El Presidente Arturo Alessandri en 1925 encargó a José Maza Fernández redactar una Constitución, con la intención de reforzar el poder del Presidente, que se había deteriorado en los años anteriores por un agudo parlamentarismo. Esta Constitución tuvo una aceptación popular mediante un plebiscito.
Poco después del Golpe de Estado de 1973, la Junta Militar encabezada por el General Augusto Pinochet, encargó a los constitucionalistas Enrique Ortúzar, Rafael Eyzaguirre, Alejandro Silva y Jaime Guzmán,connotados Profesores de Derecho Constitucional, que redactaran una Constitución. Esta se convirtió en la de 1980, que fue aprobada en un plebiscito por el 67% de la población.
Entre 1990 y 2005 esta Constitución se modificó casi en su totalidad y la Constitucion vigente lleva la firma del Presidente Ricardo Lagos Escobar. Entre 2005 y 2018, la Constitución de la República de Chile, siguió sufriendo decenas de otras modificaciones, adecuándose a las realidades políticas del país.
Este proceso de redacción de la Constitución a lo largo de nuestra historia republicana es muy distinto de nuestro actual acontecer.
De los que hoy están redactando la Constitución, más de un 20 % no terminó la Enseñanza Secundaria. Más de un 14 % no se considera chileno, sino representante de una nación originaria, que se autoconsidera enemiga. Seguramente una mayoría se ha visto en la obligación de leer ahora la Constitución de Chile por primera vez. Y con los problemas de comprensión de lectura que se han detectado…… El reculismo es inigualable.
Una idea reculista y retrógrada y que está en los basamentos del anarquismo es la destrucción de toda institucionalidad y de todo símbolo que la represente. Para retroceder hay que destruir todo lo existente. Hoy constatamos y confirmamos que los reculistas son los defensores de quienes han destruido e incendiado el patrimonio cultural y el patrimonio moral de nuestra sociedad, en fin han destruido e incendiado el patrimonio de todos. El acto bárbaro de romper y quemar, con rabia, con odio, es visto por muchos como un acto necesario. Es difícil encontrar una acción de mayor barbarie. Los reculistas comprenden, avalan y liberan de toda culpa a quienes siembran el terror, porque aquellos son las marionetas que les permiten obtener el poder.
Que la Constitución la estén redactando quienes no saben de Constitución forma parte de una concepción, algo mágica, que se ha ido incorporando al sentir nacional.
De algún modo hay una cierta sincronía con que el Gobierno lo dirijan quienes no han hecho aún nada con sus vidas, con experiencias solo en repetir slogans en asambleas juveniles.
Ambas situaciones nos indican la orfandad política en que nos encontramos, que deslinda con un realismo mágico, en que lo extraño y lo peculiar se nos presenta como cotidiano.
Para un sector no menor de la población pareciera que muchas cosas se obtienen mediante las “buenas vibras”, invocando que hay que mirar hacia adelante con un “pensamiento positivo”, con la ayuda de San Expedito, con el potente principio de que “ en una de esas, lo hacen bien”. Con la irracionalidad campeando, con el rigor del hincha de fútbol. Muchas veces esquivando la responsabilidad, no yendo a votar.
Si se hubiera querido hacer una nueva Constitución de la República de Chile, sanamente inspirada, redactada por los mejores, había una alternativa simple y de avanzada.
En Chile hay 43 Facultades de Derecho. Cada una de ellas tiene al menos un Profesor Titular y un Profesor Asociado, en las cátedras de Derecho Constitucional y de Derecho Constitucional Comparado. Si se les hubiera invitado a todos estos profesores, sin exclusión, por el sólo y principal mérito de ser quienes más saben en Chile de Derecho Constitucional, y quienes mejor conocen el Derecho Comparado, es decir, conocen toda la experiencia de Constituciones que han habido y que hay en el mundo, a redactar una Nueva Constitución, es fácil imaginar que ésta sería aprobada por una amplia mayoría ciudadana.
Pero los reculistas están en las antípodas de una idea de esta naturaleza, que los deja con un poder incierto.
Está aún en nuestras manos detener el desmantelamiento y la pulverización de Chile. Leamos cada uno de los artículos que van saliendo redactados, juzguémoslos, y votemos en conciencia el 4 de septiembre. Es demasiado importante lo que está en juego.
Max Núñez Danús
abril, 2022
Rechazo
Alvaro Ferrer | Sección: Política
Las últimas encuestas así lo reflejan. Va en aumento. Algunos vuelven a respirar viendo un poco de luz al final del túnel de la agonía. Intelectuales y columnistas analizan las causas de este fenómeno jugando el nuevo deporte nacional de pegarle palos a los desvaríos maximalistas y a la ausente autocrítica de la Convención dogmática. Hasta el Presidente hizo una pausa en su elevada conversación sobre perritos para manifestar cierta inquietud. Pareciera que se abre paso e instala cierto optimismo. Lamento discrepar. Se me dirá pesimista. Prefiero realista.
Asumir que el mamarracho de texto constitucional será rechazado por sus deméritos objetivos supone un electorado no sólo bien informado, sino mayoritariamente bien formado. Eso no existe. Los dos o tres gatos que leen dos o tres diarios no son Chile. No son la juventud inmadura (sí, hasta los 35…) y nihilista que dará vuelta cualquier resultado en un plebiscito obligatorio. Publicar cartas o columnas puede tranquilizar alguna conciencia acomplejada y ganar dos o tres aplausos que satisfacen la cuota de vanidad ante los dos o tres iguales. Pero no cambia absolutamente nada (y no espero algo diferente de este desahogo).
Creer que el tejo pasado 10 pueblos es un autogol que obedece a simple borrachera indigenista, delirio refundacional y revancha identitaria implica desconocer la sala de máquinas que meticulosamente dirige el proceso, revelando, también, una cuota de ceguera y soberbia incapaz de reconocer que al frente hay un ejército mucho más astuto, preparado, dedicado y comprometido que el ínfimo círculo de intelectuales y columnistas que hoy se muestra levemente aliviado. ¿En serio piensan que este y muchos otros escenarios posibles no han sido previstos -y quizás, incluso, provocados- por los artífices del proceso revolucionario? La izquierda siempre ha contado con la superficialidad y cobardía de la burguesía. Hoy no lloran las encuestas sino que se soban las manos al ver cómo su diseño sigue avanzando gracias a la frivolidad y omisión de los de siempre.
Sobre todo, el cándido optimismo del momento revela la profunda ignorancia de las causas de la revolución. No radican en lo sucedido el 18 de octubre o el 15 de noviembre. Tampoco en el triunfo del apruebo o de Boric.
Chile está al borde del suicidio por una muy larga y penosa huelga de hambre. El país ha sido alimentado de basura ideológica por décadas, y ese veneno ha carcomido sus fuerzas institucionales y morales. Hoy estamos en los huesos, incapaces de levantarnos y hacerle frente a una cultura cuyo sello es la primacía de la irracionalidad disfrazada de diálogo buenista que excluye de cajón el uso de la fuerza legítima, donde la pelotudez deconstituyente está en su salsa. El antídoto no es el sentido común que ese bucólico “Chile profundo” perdió hace rato.
Chile necesita ser sanado desde muy, muy adentro. La herida está en su alma, no en el Palacio Pereira. No necesitamos columnas ni argumentos que apelan a una racionalidad inexistente. Sin perjuicio de lo mucho que se puede y requiere hacer en diversos frentes -que incluyen necesariamente el uso decidido y valiente de la fuerza legítima- el rechazo solo es posible mediante una decidida renovación de las fuerzas espirituales de la Patria.
Chile necesita un milagro, o al menos un exorcismo… y a los demonios se los expulsa con la fuerza del ayuno y oración. Se aproxima la Semana Mayor de un año decisivo. En el madero del Calvario está Todo. Solo abrazándolo podrá resucitar nuestra Patria herida de muerte.