DIME CON QUIEN ANDAS
DIME CON QUIEN ANDAS
Por Humberto Julio Reyes
Falto nuevamente de inspiración una noticia internacional de este domingo viene en mi ayuda.
Leyendo la prensa dominical me entero que Chile, a través de su improvisada representante ante
el Comité de Descolonización de Naciones Unidas, ha presentado una resolución llamando a
Buenos Aires y a Londres a retomar el diálogo para solucionar la disputa por la soberanía de las
islas (Falkland o Malvinas).
Así, como si nada hubiera sucedido en 1982.
Pero, ¿quienes la suscriben?: Bolivia, Nicaragua, Cuba, Ecuador y Venezuela.
No es mi propósito opinar sobre el fondo de una disputa de larga data entrampada en la
disquisición de deseos o derechos de las partes y donde los habitantes de las islas han expresado
reiterada y categóricamente que no desean cambiar su actual condición sino hacer resaltar el
tradicional sigilo con que se expresa nuestra política exterior presentándonos hechos consumados
y donde basta un par de imaginativos discursos para que aparezcamos llevando el estandarte en
pleito ajeno, a título de remozado americanismo y, pero aún, en dudosa compañía ya que si
hacemos excepción del Ecuador, ¿dónde más podemos coincidir con los restantes “socios” de esta
comparsa?
Naturalmente que no faltarán quienes apoyarán lo obrado recordándonos de Chile tiene una larga
tradición que mantener en dicho comité que lo ha llevado a respaldar permanentemente el
reclamo argentino pero cosa distinta es asumir liderazgo en un tema donde el interés nacional no
puede ser ignorado irresponsablemente cuando, a pesar de los tratados y protocolos vigentes que
se suponen definitivos, en forma periódica surgen nuevas y novedosas interpretaciones que llevan
a cuestionarlos y que parecieran justificar el título de un reciente libro sobre nuestra historia
limítrofe con Argentina cuyo autor es Guillermo Parvex.
La buena noticia es que en esta ocasión una chilena, habitante de las islas “en disputa” y miembro
de su asamblea legislativa, le salió al paso al Comité, informando a nuestra “embajadora” de una
realidad que naturalmente ella desconoce, manifestando que “nuestro derecho fundamental a
determinar nuestro propio futuro debe ser respetado por todos los que valoran la libertad y la
democracia. Y este comité no debe, mediante su apoyo o su silencio, condonar las amenazas o
deseos coloniales de nuestro vecino acosador”.
Resisto la tentación de referirme al fondo y vuelvo sobre el título que motiva esta columna:
¿Es la asociación con los que suscribieron la resolución una señal de la nueva orientación que se
pretende dar a nuestra Política Exterior?
¿Con esos mismos gobiernos se intentará promover el respeto a los derechos humanos, la libertad
y la democracia?
¿Recíprocamente habrá que apoyar a futuro lo que alguno de estos firmantes proponga?
Usted estimado lector tiene la palabra.