UN FALSO DILEMA



UN FALSO DILEMA

Humberto Julio Reyes

Leo en un diario electrónico de mi preferencia una noticia titulada “El dilema de la Cancillería”.

Se refiere a que aún nuestro gobierno no se decide a apoyar la candidatura a la Corte Internacional de Justicia de La Haya de un jurista chileno de reconocido prestigio mientras Argentina ya ha presentado como candidato a un compatriota que en su momento defendió la demanda boliviana ante la misma Corte.

Ello a pesar del público llamado de diversos excancilleres.

Más de alguien podrá argumentar que estas postulaciones deben ser estudiadas sin precipitación ya que requieren de apoyos que habrá que negociar, esencia de la diplomacia, así que no habría por qué inquietarse.

Sí, salvo que el titular alude a un dilema, por definición un problema que ofrece dos soluciones u opciones sin que ninguna sea claramente aceptable o preferible.

¿Es así o se trata simplemente de un error de parte de quien redactó el titular?

Si aceptamos que la dilación obedece a que efectivamente existe dicho dilema asumiríamos que las autoridades actualmente responsables de formular y ejecutar nuestra política exterior serían incapaces de tomar una decisión acorde con nuestro interés nacional, algo extremadamente grave.

No se requiere en absoluto ser experto en relaciones internacionales o conocer profundamente la historia reciente de nuestras relaciones vecinales para concluir que aquí no cabe mayor análisis ya que están prístinamente claras las ventajas de proponer la candidatura nacional frente al apoyo que pudieren haber solicitado nuestros vecinos para su propio candidato.

Como en el pedir no hay engaño lo último no puede descartarse, como tampoco que ya se hubiera negociado algún apoyo recíproco en otra área de interés de nuestra Cancillería, como una candidatura al Consejo de Derechos Humanos por ejemplo, temática por la que habitualmente se expresa un interés casi obsesivo de parte de nuestras autoridades.

¿Y el interés nacional?

Como parece ausente en el análisis quisiera que se tratara simplemente del uso inapropiado del término y que no existiría tal dilema.

Pienso que existen dos carteras donde necesariamente sus titulares deben descollar por su patriotismo a toda prueba, Relaciones Exteriores y Defensa.

Dicho patriotismo no requiere de discursos ni expresiones grandilocuentes sino de un trabajo constante y callado donde nunca se pierda de vista el interés nacional, cualquiera sea la materia sobre la que haya que pronunciarse.

Por su parte los internacionalistas tienen mucho campo donde aplicar sus teorías, un frondoso Establishment de organizaciones internacionales y de facultades universitarias e institutos para empezar, en lugar de improvisar innovando en políticas de estado largamente consensuadas y, de paso, prescindir de la opinión de los profesionales de larga experiencia en ambas áreas tan íntimamente relacionadas.

Así que, al menos para mí, sea por forma o por fondo, tal dilema no existe.

28 de jul. de 22