HISTORIA Y MEMORIA



HISTORIA Y MEMORIA

Por Humberto Julio Reyes

Días atrás se publicaron en la misma edición de El Mercurio dos inserciones que inspiraron el título de esta columna de opinión.

Una era firmada por la presidente de un partido político y la otra por un grupo de connotados militantes de otro, ambos recientemente derrotados en el plebiscito en que se rechazó la propuesta de nuevo texto constitucional.

En ambas inserciones se hace una declaración de principios de las respectivas colectividades, que aunque no siempre han estado unidas en la vida política nacional, asumen que siempre han contribuido a resguardar nuestra democracia, como así lo habrían hecho recientemente al respaldar la opción “apruebo”.

Lo primero que llama la atención es que la presidente que firma no renunció ni puso su cargo a disposición del partido para responder por la derrota después de activa campaña. No es la única ya que otra presidente de partido, también derrotado, participa también con renovado protagonismo en el “proceso constitucional” sin dar paso al costado.

Probablemente en otro país con tradición parlamentaria eso no sería entendible ni aceptable pero nosotros somos siempre diferentes.

Lo segundo es que ambas inserciones omiten parte importante de su historia política, justamente cuando han estado en posiciones antagónicas, asumiendo quizás que muchos lectores ni siquiera habían nacido hace medio siglo o queriendo borrar de esta forma un recuerdo incómodo.

No cabe duda que nuestra memoria personal es subjetiva y acomodaticia ya que nadie desea recordar aquello que fue ingrato o que aún le avergüenza y, en el caso de las organizaciones, a veces conviene barrer bajo la alfombra para no echar a perder lo que hoy en día es una buena relación y, de paso, malograr expectativas.

Afortunadamente aún muchos que éramos padres de familia hace medio siglo seguimos recordando a pesar del permanente empeño en reescribir nuestra Historia.

Una de esas personas debe haber sido aquel lector que, al día siguiente, hizo ver que la inserción firmada por un grupo de militantes pasaba sin transición de los logros de lo que fue el gobierno de su partido a su oposición a la dictadura, reclamando el supuesto mérito de ambas actuaciones pero dejando en el limbo su enhorabuena oposición al fracasado experimento de Allende y sus mil días, acción por la cual creo merece eterno agradecimiento pero prefiere mantener ignorada o no recordada.

Mal que mal de no haberse conformado la Confederación Democrática y como resultado final aprobarse en la Cámara de Diputados el histórico acuerdo del 23 de agosto de 1973, firmado por parlamentarios de su colectividad y en el que se le representaba fundadamente al gobierno el grave quebrantamiento del orden institucional, no se habría resuelto la crisis que nos agobiaba.

En el caso de la otra inserción, la actual presidente que no es tan joven como para desconocer que fue su partido el que hizo imposible que Allende moderara su predicamento y se aviniese a algún acuerdo con la oposición que permitiera salir de la crisis autoprovocada, nada dice al respecto, ni asomo de alguna autocrítica.

Es una curiosa forma de “negacionismo” pero todo vale para seguir alineados con el gobierno de turno olvidando de paso los desaires por “los treinta años”.

En todo caso ya no es este partido el que empuja la mano del actual gobernante sino que aquel que hace cincuenta años hizo justamente lo contrario no sumándose a la posición de los que ya abiertamente llamaban a la lucha armada.

Al imponerse el extremismo socialista a la pragmática prudencia comunista, Allende quedó sin espacio de maniobra para su reconocida muñeca. El partido ha contraído una deuda impagable con quien fue su eterno candidato al empujarlo por un camino equivocado cuando ejerció la presidencia de la nación. Ya sería tiempo que sus actuales dirigentes lo asuman.

Así, transcurrido medio siglo, presenciamos otra paradoja de la Historia.

Ahora los prudentes de antaño estiman que “la correlación de fuerzas” les permitiría presionar al gobierno para que cumpla a rajatabla su programa e ignore aquello que no figura en él, como es el caso de la interminable discusión y dilación respecto a ratificar el llamado TPP-11 o el aborto a todo evento, por citar las más recientes controversias.

Se han invertido los roles y sólo la Historia podrá juzgar si ello será beneficioso o perjudicial para el país.

Mientras tanto cada partido, en particular a aquellos que intentan participar en el gobierno. podrá seguir acomodando su memoria según aconsejen las circunstancias.

 

4 de oct. de 22