*EL GENERAL BAQUEDANO.*



*EL GENERAL BAQUEDANO.*

Por General (R) Luis Hernán Torres Aguirre. Diario “El Heraldo de Linares. Edición del sábado 31 de diciembre de 2022.

Baquedano, un General victorioso, Héroe y Soldado Ilustre

La mayoría de los chilenos, conocemos y relacionamos al “Victorioso General Baquedano”, con la Guerra del Pacífico; sin embargo, Baquedano fue un personaje de nuestra historia, el cual se relacionó, participó y destacó, en un sin número de actividades, tanto de índole militares, cívicas y políticas, lo que incluso lo llevaron a ser –por un breve período- Presidente de la República. Baquedano, nace el 1 de enero de 1823. Su padre fue un valeroso oficial de ejército, quien alcanzó el grado de general de brigada, producto de su destacada trayectoria militar, la que se extendió desde el proceso Independentista de nuestra República, hasta la guerra contra la Confederación Perú – boliviana. Sin duda que las vivencias del joven Manuel Baquedano en una familia de exi- toso arraigo militar, fueron importante fuente de inspiración para que abrazara la carrera de las armas.

Su paso por el ejército, comienza a la corta edad de quince 15 años, con ocasión de la segunda expedición contra la Confederación Perú – boliviana, embarcándose a escondidas en el barco que llevaba al Regimiento Cazadores a caballo, del cual su padre era su comandante. Al término de la guerra, por su arrojo y valentía, recibe las condecoraciones de Chile y Perú.

En diciembre de 1845 es destinado al Regimiento Granaderos, donde a comienzos de 1850 es ascendido a capitán.

Baquedano participa de la guerra civil de 1851, al lado del general Manuel Bul- nes, donde en la batalla de Loncomilla salva la vida de su superior, y es ascendido al grado de sargento mayor y destinado a la Escolta del Presidente Manuel Montt.

En 1854, es trasladado al sur del país, donde presenta la renuncia al ejército; sin embargo, su expediente de retiro no le es aceptado y asume como comandante del Escuadrón Cívico N°3 de Arauco. El año 1859, participa de la revolución, bajo las órdenes del distinguido coronel Cornelio Saavedra.

En 1868, es comisionado para hacer frente al levantamiento indígena, debiendo oponerse a las huestes de los caciques Quilapan y Quilahueque y participa en la defensa de la Línea del Malleco, lo que le valió el unánime reconocimiento de sus condiciones de comandante. En septiembre de 1869 le fue confiado el anhelado mando del Regimiento Cazadores a Caballo, mismo cargo que tuvo su padre.

A su llegada a Santiago, -con su Regimiento Cazadores-, no solamente es des- tacado por la ciudadanía por sus hechos de armas, sino que, por su personalidad sencilla, atractiva y cercana; vale decir, se va posicionando como aquel coman- dante que llega efectivamente al corazón de su gente y ciudadanía en general.

En 1872 se le otorga el grado de coronel y luego el 20 de mayo de 1876, asciende al grado de General de Brigada Al estallar la Guerra del Pacifico, asume como co- mandante general de la caballería del Ejercito del Nor- te, etapa en que planeó el ataque a Los Ángeles acción que le valió el reconocimiento y estima del Ministro de Guerra en Campaña, Rafael Sotomayor. Tras la renuncia del general Erasmo Escala, Baquedano es designado, el 3 de abril de 1880, Comandante en Jefe del Ejército en Campaña, designación decisiva para el éxito de las futuras campañas. Asumido el mando, da término a la Campaña de Tac- na-Arica, logrando, el 26 de mayo de 1880 la disolución de la alianza Perú-boliviana, al retirarse de la guerra este último ejército. Luego el 7 de junio derrota a las tropas peruanas, mediante el Asalto y Toma del Morro de Arica, acción que pasó a constituir una de las páginas más gloriosas para el ejército de Chile.

Tacna y Arica, permiten al general Baquedano plani- ficar la ocupación de Lima, lo que logra, mediante sen- dos éxitos obtenidos el 13 de enero de 1881 en Chorri- llos y dos días después en Miraflores, concretando así, la ocupación de la capital de Perú.

Ocupada Lima, Baquedano regresa a Chile, el 11 de marzo de 1881, donde es recibido con los más altos honores, los que son presididos por el presidente de la República y sus ministros de gobierno

El 14 de marzo de 1881 entregó su espada victoriosa en las manos de la imagen de la Virgen del Carmen.

El 3 de mayo de 1881, presentó su retiro absoluto del ejército. Desde el punto de vista político, no firmó los regis- tros en ningún partido.

En 1881, fue proclamado candidato a presidente de la República por el Partido Conservador, pero renunció a la candidatura.

En dos ocasiones fue senador e integró la Comisión Permanente de Guerra y Marina.

El Presidente José Manuel Balmaceda, tras su derrota en la Guerra Civil de 1891, le entregó el gobierno, pasando a ocupar, accidentalmente, la jefatura de la República, entre el 29 al 31 de agosto de 1891, traspasando el poder al Jefe de la Junta de Gobierno Jorge Montt Álvarez.

Su “Testamento y Legado” dan cuenta de su altruismo, empatía y generosidad hacia el prójimo. Murió en Santiago, el 30 de septiembre de 1897 a los 78 años de edad y su multi- tudinario funeral se llevó a cabo el día 3 de octubre. En uno de los tantos discursos, el general Wenceslao Bulnes Riquelme manifestó: “Señores, si alguna vez el viento de la guerra batiera de nuevo nuestras viejas banderas y si el patriotismo nacional tuviera una hora de desaliento, bastaría venir a esta tumba, que desde hoy es un templo, a recoger en ella las inspiraciones que alentaron el espíritu del General Baquedano”. En su lápida, se estampó una sencilla inscripción que señala:

*Aquí yace Manuel de Jesús Baquedano González, caballero de cuna, soldado de niño*.

Después de su fallecimiento, son muchos los homenajes, que el pueblo de Chile brindó al gran general Baquedano. Sin duda que el Monumento Ecuestre erigido el 18 de septiembre de 1928, en “Plaza Italia”, que pasó a denominarse “Plaza Baquedano”, fue uno de los homenajes más representativos del pueblo chileno a la figura de Baquedano y, además, a los miles de soldados que conformaron el ejército de Chile “Siempre Vencedor y Jamás Vencido”

A la luz de los hechos narrados, queda de manifiesto que el General Baquedano fue un Soldado, digno de reconocer como un ciudadano ejemplar: • Un general incondicional a su patria. • Un general que entregó al país, todo lo que estuvo en sus manos y a su alcance, no escatimando esfuerzos para su concreción. • Un general siempre disponible y que nunca pidió nada a cambio. • Un general que poseía un inapelable don de mando y control de la situación imponiendo una férrea disciplina. • Un general capaz de llegar al corazón de sus subalternos, superiores y conciudadanos. • Un general con una sobresaliente carrera militar. • Un general inequívocamente y, a todas luces “Victorioso, Héroe y Soldado Ilustre”.

Desgraciados acontecimientos que detonan a fines del año 2019, producen una serie de desmanes en la ciudad de Santiago y en forma injustificada e irracional, se mancilla en reiteradas ocasiones el monumento ecuestre del gran general Baquedano y lo que todo ello representa, hechos que son repudiados por la gran mayoría de los chilenos. Pese a ello, el monumento es retirado, enviado a restauración y actualmente se exhibe en el Museo Militar.

Sin duda, que hoy en día, el Estado de Chile, tiene una gran deuda para con el General Manuel Baquedano, héroe invicto de la Guerra del Pacífico y cuya gran virtud, por sobre todas las cosas, fue su humildad y el amor incondicional a su querida patria. Chile no sería lo mismo sin un héroe como el General Manuel Ba- quedano González. Viva Chile, y a su Ejército Honor y Gloria.

Diario “El Heraldo”, edición del 31 de diciembre de 2022.

Columna de César Barros: El general Baquedano y el pago de Chile

Estimado general:

Se cumplen 200 años de su nacimiento. Una fecha que no podemos dejar pasar sin escribirle unas líneas.

La ignorancia de muchos, la mala memoria de otros y la propensión de hacer lo políticamente correcto de no pocos, se han ensamblado para que se vaya olvidando a los héroes que tanto le dieron a la Patria. Pocos vislumbran las consecuencias de un eventual error suyo al conducir las tropas chilenas en Tacna o Chorrillos y que, como corolario, Chile hubiese sido derrotado en la Guerra del Pacífico. ¿Cómo sería Chile y qué tipo de personas seríamos los chilenos? Por supuesto, llegaríamos solo hasta Copiapó, con suerte. No tendríamos Arica, Iquique ni Antofagasta. Tampoco gran parte del cobre, todo el potasio y todo el litio, que ahora tanto se discute si debe ser nacionalizado o “royaltizado”.

Su sabio liderazgo y sabiduría transformaron en victoria lo que podrían haber sido derrotas fatales en Tacna o en Chorrillos.

Mucho menos nos podemos imaginar cómo hubiera terminado esa guerra si el gobierno de la época hubiera seguido sus consejos, después de la toma de Lima. ¿Cuántas vidas pudieron salvarse? ¿Cuántas penurias se habrían evitado? ¿De cuánto horror se habría librado el Perú?

Es fácil decirlo ahora, pero usted se lo advirtió claramente en su momento a una elite santiaguina que extravió el camino y alargó la guerra, originando miles de muertes de chilenos y peruanos que pudieron evitarse.

Nos ha tocado ver cómo su figura se ha ido desvaneciendo con los años; con ello también el respeto y el cariño que el país le demostró durante su vida y que desató la envidia y la malquerencia de los aspirantes al trono (Chile no cambia en eso). Y como si aquello no fuera suficiente, su monumento terminó vilipendiado, ultrajado, y los restos del soldado desconocido que lo acompañaban profanados por hordas descontroladas, azuzadas por dirigentes que aplaudían o miraban para el lado. Su monumento fue exiliado donde pocos lo pueden ver, y será probablemente reemplazado por una calle ancha, o por algún otro personaje, que aunque meritorio, no nos entregó ni Tarapacá ni Antofagasta.

Pero no importa general. Usted fue fuerte cuando regresó de Yungay con el grado de teniente ganado en los campos de batalla y aceptó, sin reclamos, reiniciar su carrera militar como un simple alférez. Tampoco reclamó cuando el gobierno lo designó general en jefe antes de la batalla de Tacna, sin ascenderlo a general de división como correspondía. Conociendo el pago de Chile, usted dejó en su testamento el dinero para construir el lugar donde descansaran sus restos mortales. Pocos alzaron la voz cuando su monumento -construido por colecta popular, cuando en Chile aún recordaba a sus héroes- fue reiteradamente mancillado por hordas asilvestradas.

¡Pero no importa general! Usted está acostumbrado al agravio y al “pago de Chile” desde antes de la guerra, durante ella, y después.

Por César Barros, economista