El elogio de la desobediencia y LA INVERECUNDIA DE LOS INDULTOS



El elogio de la desobediencia y LA INVERECUNDIA DE LOS INDULTOS

ELOGIO DE LA DESOBEDIENCIA

Por   Humberto Julio Reyes

Antes que usted, estimado lector, se escandalice y no quiera seguir leyendo, le aclaro que no me estoy refiriendo a la llamada “desobediencia civil”, vuelta a poner de moda después de la revuelta popular iniciada el 18 de octubre de 2019 y que algunos insisten en llamar eufemísticamente “estallido social”.

Llamar “desobediencia civil” a la violencia desatada a partir de esa infame fecha es también un eufemismo muy apreciado en los medios y en quienes se identifican con el “buenismo”.

Por desobediencia me refiero a aquella forma meditada, consciente y responsable de no cumplir una orden superior cuando se estima su improcedencia o inconveniencia.

Tampoco quisiera que se confunda con el incumplimiento a la obediencia militar, llámese o no reflexiva, que tiene limitaciones claramente explicitadas en el Código de Justicia Militar y a la cual se compromete todo aquel que jura a la Bandera.

Lo que pretendo señalar es que todo funcionario, sea o no militar, mientras más altos sean su jerarquía y nivel en la toma de decisiones, tiene el deber de “deliberar”, en el buen sentido de la palabra, cuando recibe alguna orden o instrucción que le merece razonables dudas y, como bien dice el dicho, abstenerse de cumplirla aún si ello puede acarrearle algún perjuicio personal.

Ser un mero ejecutor de la voluntad superior debiera inhibir de excusarse si las consecuencias del cumplimiento de una orden resultan negativas ya que siempre habrá un tiempo y existirá una forma para representar antes los inconvenientes; es algo parecido a la objeción de conciencia en mi opinión.

Al dejar de cumplir una orden o desobedecerla es posible que al menos se produzcan dos situaciones:

  • Quien la impartió reflexiona, se da cuenta del error cometido al impartirla y se alegra al enterarse que no se ha cumplido. Respira aliviado.
  • Quien no la cumplió se alegra justamente al verse libre de tener que responder con su cargo y persona frente a quienes habrían censurado su actuación.

Creo haber conocido en mi vida más de lo contrario, autoridades que imparten órdenes sin medir sus consecuencias y subordinados que las cumplen sin mayor análisis. Posteriormente ambos se arrepienten en su fuero íntimo pero ya es tarde. Deben responder.

Por ello sostengo que cuando se tienen altas responsabilidades la verdadera disciplina consiste en saber desobedecer, como lo hiciera en un pasado reciente un ministro de justicia que hoy puede dar la cara sin enrojecerse.

Él le ha señalado el camino correcto a mucho alto funcionario que pareciera privilegiar la mantención de la estima de parte de quien lo nombró en lugar de cumplir con su deber y su conciencia.

Insisto, cumplir una orden improcedente sólo para mantener el cargo es una vergüenza y cumplirla, a sabiendas de su improcedencia, impone el deber moral de defenderla, es decir hacerla propia y “apechugar” en buen chileno.

Santiago, 16 de ene. de 23.

 

LA INVERECUNDIA DE LOS INDULTOS

Por   Humberto Julio Reyes

Un par de semanas atrás me referí al tema de los recientes indultos concedidos y asumí que el tema no estaba cerrado. Reconozco que no había que ser muy despierto para llegar a esa conclusión.

Bastante ya se ha dicho, tanto de parte de quienes defienden lo resuelto centrándose más en la atribución presidencial que en su correcto uso como de quienes, como yo, consideran que el indulto ha sido más bien un insulto o, al menos, una inverecundia, término tan apropiadamente usado en sus cartas por mi amigo Adolfo Paúl.

El domingo 15 de enero El Mercurio publica una carta de un grupo de damas que se agrupan como “Somos mujeres por Chile” y que justamente reclaman el que un gobierno que se autocalifica de feminista haya indultado a quien intentó asesinar a una servidora pública, la detective de Investigaciones Danitza Araya quien aún padece graves secuelas.

¡Por fin alguien lo ha dicho!

¿Acaso hemos olvidado lo que vimos en vivo y en directo durante la revuelta popular cuando se agredía a funcionarias de Carabineros intentando incluso quemarlas?

Claro, pero como no son militantes de izquierda no había para qué incomodarse haciendo ver que los pacíficos manifestantes debían actuar con perspectiva de género.

Como se lee en la carta en cuestión, el insulto original se agrava con “el elocuente silencio de las ministras Vallejo y Orellana, además de las parlamentarias de Apruebo Dignidad”.

Hay entonces inverecundia en el beneficio concedido y en el silencio culpable.

Como si lo anterior no bastara, leo hoy 17 de enero, en entrevista a un exsubsecretario de Justicia de la Unidad Popular que esta persona opina que el fundamento del decreto de indulto de Jorge Mateluna “está calcado a lo que han sido los decretos de indulto de presidentes anteriores, entre ellos del Presidente Sebastián Piñera.”

¿Los habrá leído bien como para asegurarlo?

¿Indultó el expresidente algún terrorista acaso? Lo ignoro pero lo dudo y debo recordar que concedió con cuentagotas e incluso a destiempo algunos indultos a camaradas nuestros de avanzada edad y en condición de enfermos terminales, tanto que uno lo recibió ya fallecido.

Agrego entonces otra inverecundia que creo justifica el título de estas reflexiones. Temo que habrá más a medida que algunos siguen defendiendo lo indefendible.

 

17 de ene. de 23