En Nombre de los Derechos Humanos



En Nombre de los Derechos Humanos

Chile ha perdido la capacidad de indignarse. Los negocios más inmorales y rentables en el país son el robo de madera, el robo de cables de cobre, la venta de droga y los juicios de derechos humanos. El más indignante es el último, porque la sociedad mira para otro lado y así lo cohonesta.

Acabo de oír el relato dramático de la hija de un condenado en un juicio de derechos humanos en el cual se han violado sus derechos humanos. Me pregunto cómo es posible. Es posible por la sed de lucro. Porque es un negocio.

La Corte Suprema condena a un enfermo de cáncer terminal de 85 años de edad, el coronel (r) Emilio Robert de la Mahotiere, por “encubrir” algo de lo cual ni siquiera supo, y que además está prescrito, amnistiado y sucedió en un lugar donde él no se encontraba. Entró recién a cumplir cinco años y un día. Terminará su vida en un calabozo, alejado de su familia, que ha gastado mucho e inútilmente en su defensa. Ha sido privado hasta de los derechos carcelarios que se reconocen a los peores criminales, como salida dominical y libertad condicional.

Ya cumplió otra condena de varios años sin haber jamás delinquido, sólo por haber “estado ahí”, lo cual no es delito, salvo que se viva en Chile y se sea militar. ¿Qué hizo Emilio Robert de la Mahotiere? Pilotéo un helicóptero hace casi 50 años. Nunca disparó, ni estaba cerca de donde se disparaba, pero lo condenan como “encubridor”. ¿Por qué no persiguen a los que dispararon?, se preguntará alguien. Porque han fallecido. Y como hay que cobrar al fisco muchos millones, es preciso condenar a alguien vivo, aunque no haya estado ni cerca de los hechos. “El lucro debe prevalecer sobre las leyes”, es el mensaje implícito de la Sala Penal de la Corte Suprema. Que lo reafirmen Haroldo Brito, Jorge Dahm, Manuel Antonio Valderrama y Leopoldo Llanos no llama la atención, porque vienen haciéndolo por años. Pero que también lo afirme Diego Munita, un abogado integrante nuevo, desilusiona, porque quiere decir que tampoco a los más jóvenes les importan nada la moral, la verdad, la ley ni la decencia básica.

Este caso es particularmente inverosímil, además, porque le atribuyen a Robert de la Mahotiere y a otros miembros de la comitica del general Arellano, haber dado muerte en Cauquenes, el 4 de octubre de 1973, a cuatro personas, en circunstancias que ellos estaban en Valdivia en esa fecha (ver p. 188 de mi libro “Terapia para Cerebros Lavados”.)

Robert de la Mahotiere no pudo saber nada porque no estaba ahí. Y si hubiera sabido y estado, no habría disparado, pues su misión era llevar el helicóptero a otro recinto. Y, además, todo está prescrito y amnistiado. En primera instancia fue absuelto. Pero como vistió uniforme y los jueces superiores rojos tienen sed de venganza, y Diego Munita no quiere tener problemas con ellos, Emilio Robert de la Mahotiere morirá lejos de los suyos, cualquier día, entre rejas, por decisión unánime de la Sala Penal de la Corte Suprema.

Se habrá “defendido los derechos humanos” una vez más, “a la chilena”.