A 50 AÑOS
A 50 AÑOS
El 10 de agosto de 1973, el alcalde comunista de Santiago, Faivovich, a la cabeza de bandas armadas, intenta tomar por asalto 500 camiones de un campamento atrincherado establecido por los camioneros huelguistas en las afueras de Santiago. Pero los huelguistas, prevenidos, les habían quitado las piezas esenciales y habían hundido los vehículos en el barro.
Después de una batalla campal que dejó numerosos heridos, el compañero Faivovich, en venganza, obligó a los camioneros a permanecer toda la noche a la intemperie con casacas o vestones y en la mañana quiso obligarlos, bajo amenaza de revólver, sacar los camiones. Los choferes no se movieron.
Faivovich se enteró entonces que la ciudad, que había tenido conocimiento del raid, estaba en ebullición y que una gruesa columna avanza hacia el campo atrincherado. Se retiró, y no ganó más que una cosa: a partir del mediodía, todos los gremios de las profesiones artesanales escandalizados, decidían uno tras otro ir a la huelga ellos también.
El 11 de agosto de 1973, individuos que se movilizaban en un Fiat 125 interceptaron un microbús del recorrido Hualpencillo – Baquedano conducido por Juan Sáez Bustos, a quien le dispararon en el parabrisa. Acto seguido agredieron con objetos contundentes a Sáez y a los pasajeros Misette Canales y Corvín Salazar quienes resultaron con lesiones de gravedad.
Un muy buen resumen que a los más viejos nos permite recordar y a los jóvenes conocer la verdad de lo que sucedió:
MUY INTERESANTE RELEER LA CARTA A EL MERCURIO DE LA EX-MINISTRA DE LA CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO RAQUEL CAMPOSANO ECHEGARAY, QUE HA VIVIDO Y CONOCIDO DE LA POLÍTICA NACIONAL INCLUYENDO LOS GOBIERNOS DE FREI MONTALVA, SALVADOR ALLENDE Y AUGUSTO PINOCHET.
El Mercurio.
El verdadero significado
Señor Director:
El 11 de septiembre de 1973 es una fecha que, con el correr del tiempo, ha cambiado completamente de significado. Cuando ocurrió, en Chile se lo celebró como el fin de la amenaza de una guerra civil y de la pesadilla en que vivíamos, ya que era difícil adquirir alimentos y artículos de primera necesidad y ellos se habían racionado; la producción tanto agrícola como industrial había cesado; las fábricas y fundos no eran expropiados, sino simplemente tomados; había una inflación galopante, y la economía del país estaba en ruinas. Se sabía que la situación descrita iba a terminar en forma violenta; el gobierno y sus seguidores afirmaban que iban a tener el poder total y que la lucha armada o la guerra civil venían, en tanto que habían llegado al país miles de activistas extranjeros, no siendo para nadie un misterio el arsenal de armas acumuladas por el gobierno en forma ilegal para armar al pueblo. Al mismo tiempo, a los uniformados se les criticaba y vejaba por su prescindencia en los acontecimientos.
Fue en esta situación cuando finalmente las Fuerzas Armadas y de Orden intervinieron haciéndose cargo del gobierno del país, intervención que fue recibida no como un quiebre de la institucionalidad, la que ya hacía tiempo que el gobierno de Allende había quebrantado, sino como el rescate de una situación que, de no mediar dicha intervención, solo podía terminar en guerra civil.
Esta intervención a la que fueron llamados en primer lugar por el propio Presidente y luego solicitada por políticos que con el tiempo pasaron a hablar del “golpe” y de “dictadura” y negaron haber acudido a las Fuerzas Armadas, fue plenamente justificada por personas como Frei Montalva, Patricio Aylwin, Genaro Arriagada y otros muchos, de lo que hay testimonios escritos.
Lo sucedido el 11 y las causas que lo motivaron están descritos en un libro, en forma breve y con fotografías, que se llama “Anatomía de un Fracaso”. Sus autores son los periodistas Emilio Filippi y Hernán Millas, y se publicó en septiembre de 1973. Es bastante completo para quien no tiene tiempo de adentrarse en obras más extensas y creo, incluso, que debiera ser texto de lectura obligatoria en los colegios, ya que la propaganda izquierdista ha deformado completamente los hechos, como lo dijo Frei Montalva. Para quienes hemos vivido la historia, nos parece increíble cómo se la ha reescrito por los seguidores de Allende.
Me motiva a escribir esta carta la necesidad de devolverle al 11 de septiembre su verdadero significado: Salvó a Chile de una guerra civil o de convertirse en otra Cuba, donde existe una dictadura que ya se prolonga por más de cincuenta años. Nada de lo sucedido con posterioridad puede quitarle su significado al 11 de septiembre de 1973.
Es cierto que durante el gobierno militar o la dictadura, como prefiera llamársela, se cometieron crímenes inexcusables, imposibles de negar y de justificar y que deben ser recordados para que no se repitan. Ahora, cuando junto a los que gritan “ni perdón ni olvido” hay otros que instan porque nunca más se vuelva a repetir la situación, creo que sería conveniente que todos recordaran no solo lo sucedido durante el régimen militar, sino también los hechos que nos condujeron a él y que todos parecen haber olvidado.
Raquel Camposano Echegaray.
¿Tiene razón el ex Presidente Frei?
Por José Tomás Hargous Fuentes
En medio de los días de aniversario del Partido Demócrata Cristiano (PDC), uno de los más relevantes en la historia nacional, han causado revuelo entre “camaradas” las declaraciones del ex Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien, según consigna T13.cl, “hizo un llamado [a] no seguir discutiendo sobre el golpe de Estado” y que no sería posible “una verdad oficial”.
Frei no sólo generó discusión al interior de la tienda falangista, con vicepresidentes con posiciones encontradas, tanto en rechazo como apoyo del ex Mandatario, un senador crítico de la opinión del ingeniero, o posiciones intermedias como la de su presidente Alberto Undurraga, sino que cruzó las fronteras del partido hasta llegar a uno de los referentes que aglutina a los falangistas desilusionados: el Partido Demócratas apoyaría la declaración del ex Presidente Frei.
Es importante recordar que las declaraciones del ex Mandatario se dieron en un contexto no sólo de conmemoración de los 50 años del 11 de Septiembre, sino que un año en que el Gobierno echó a andar una polémica Comisión Asesora contra la Desinformación y que Patricio Fernández renunció a la organización de los 50 años del Golpe por las presiones que ejerció el Partido Comunista (PC), que desconfiaba de la idoneidad del reconocido periodista de izquierda para organizar las actividades alusivas al polémico aniversario.
Y es que tiene un punto Eduardo Frei al señalar que “No sigamos discutiendo los 50 años, si van a pasar 100 años, 200 años y no va a haber una verdad oficial”. La polarización en torno a la interpretación de nuestra historia reciente, particularmente respecto de los gobiernos de Allende y Pinochet, es muy fuerte, lo que hace inviable un consenso unánime en torno a las últimas cinco décadas. Es decir, debemos constatar que no tenemos una memoria compartida, sino que en disputa.
Por eso el intento del Gobierno de Boric y del PC de que a los 50 años de la intervención de las Fuerzas Armadas (FFAA) y Carabineros el país tenga una visión única de los hechos no es viable. No les podemos pedir a nuestros padres y abuelos que compartan que Allende fue un demócrata, que cuidó las instituciones, respetó el Estado de Derecho y fue sacado del poder porque a la CIA y al gobierno de Estados Unidos (EEUU) les dio la gana, cuando ellos fueron testigos de que Allende no manejó a su coalición, que ésta apoyaba –no sólo en la teoría, sino que en la práctica– la vía armada, que su Gobierno atropelló la institucionalidad de forma sistemática y que hubo derechos fundamentales como la seguridad, la integridad física y la propiedad privada que fueron permanentemente atropellados por el Gobierno y sus adherentes; y que ante dichos oprobios se organizaron y alzaron.
Serían esas acciones las que llevaron a la Cámara de Diputados a declarar que “es un hecho que el actual Gobierno de la República, desde sus inicios, se ha ido empeñando en conquistar el poder total, con el evidente propósito de someter a todas las personas al más estricto control económico y político por parte del Estado y lograr de ese modo la instauración de un sistema totalitario, absolutamente opuesto al sistema democrático representativo, que la Constitución establece”.
El Acuerdo del 22 de agosto de 1973 no se queda ahí, sino que sostiene que “el Gobierno no ha incurrido en violaciones aisladas de la Constitución y de la ley, sino que ha hecho de ellas un sistema permanente de conducta, llegando a los extremos de desconocer y atropellar sistemáticamente las atribuciones de los demás Poderes del Estado, violando habitualmente las garantías que la Constitución asegura a todos los habitantes de la República y, permitiendo y amparando la creación de poderes paralelos, ilegítimos, que constituyen un gravísimo peligro para la nación, con todo lo cual ha destruido elementos esenciales de la institucionalidad y del Estado de Derecho”.
De esta manera, no es impropio sostener que “los militares terminaron lo que los civiles comenzaron”, en palabras de Gonzalo Rojas. Porque la acción del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y el Cuerpo de Carabineros –la reivindiquemos o no– fue una respuesta a la ilegalidad en que había incurrido el Gobierno de Allende, y que el país llevaba tres años de desgobierno, caos económico y social, y violencia política que los políticos fueron incapaces de detener a tiempo. Tanto así que entre quienes apoyaban el golpe se encontraba no sólo la derecha, sino que también la Democracia Cristiana (DC).
Volviendo al tema que nos convoca, es un hecho que parte importante del país tiene una interpretación distinta de la que se ha delineado en esta columna. Y dentro de la tienda falangista, la mayor parte no está de acuerdo con la decisión de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Montalva de apoyar a la Junta Militar. Pero justamente porque no hay consenso, mientras no lo haya, a cada sector se le debe reconocer el derecho de sostener una visión parcial de los hechos en cuestión. Porque no se puede imponer desde el Gobierno una visión única de la historia, especialmente si ella niega aspectos fundamentales de los hechos.Compartiendo el llamado del ex Presidente Frei Ruiz-Tagle, miremos hacia adelante, y propiciemos lo que soñaba Patricio Aylwin: “Restablecer un clima de respeto y de confianza en la convivencia entre los chilenos, cualesquiera que sean sus creencias, ideas, actividades o condición social, sean civiles o militares… ¡Sí, señores! ¡Sí, compatriotas!: Civiles o militares, ¡Chile es uno solo!”. Aylwin gozaba de una posición privilegiada para hacer ese llamado, porque formó parte de los dos bandos en cuestión. Y, al contrario de lo que piensan Gabriel Boric y la izquierda radical, las dudas respecto del régimen republicano democrático y el coqueteo con dictaduras totalitarias se da justamente en los que promueven verdades oficiales de la historia y la actualidad política y no de quienes defienden la libertad de disentir respecto del pasado.