Por Humberto Julio Reyes
Aclaro inicialmente, estimado lector, que originalmente había elegido el título “Errores conceptuales” para esta columna, al advertir de parte de una persona entrevistada lo que me parecía eran errores en sus planteamientos, pero, finalmente, advertí que ello implicaba considerarme el dueño de la verdad en algo que es opinable, aunque a mí me parezca equivocado. Así que cambié a “diferencias”.
Todo partió al ver un programa de actualidad de reciente aparición donde participan cuatro panelistas que interrogan a la persona invitada y que son moderados por una entrevistadora que procura asegurar una participación equilibrada. También pueden los telespectadores plantear sus preguntas y emitir opiniones.
En esta ocasión la invitada era quien desempeñaba el cargo de Subsecretaria de Prevención del delito durante el periodísticamente llamado “estallido social”.
En su recuento de las dos oportunidades en que los “manifestantes”, al haber desbordado los cordones policiales, habrían estado a punto de asaltar el palacio presidencial, declaró que el presidente Piñera enfrentado al dilema de salvar la democracia o “sacar los militares a la calle”, habría optado por lo primero, como si fueran opciones mutuamente excluyentes, es decir un dilema.
Todas las consultas formuladas al respecto no lograron que se aclarara lo que para mí es una diferencia conceptual fundamental: si los militares “se sacan a la calle”, en esas circunstancias, es justamente para salvar la democracia de los quince mil “manifestantes” (la cifra es de ella) que intentaron tomarse la sede del gobierno.
¿Qué piensa usted al respecto, estimado lector? Yo, al menos, no advierto dicotomía alguna sino una relación de causa y efecto.
Otra diferencia evidente pero quizás menos importante es continuar hablando de manifestantes respecto a personas que durante esos meses dejaron fuera de servicio el 75% de los vehículos de Carabineros y redujeron la disponibilidad de carros lanza agua a uno sólo en un momento crítico (nuevamente las cifras son de ella), causando aproximadamente 5000 lesiones de diversa índole a los funcionarios que finalmente salvaron la democracia.
Nos confidenció que, en marzo de 2020, en el segundo intento, los únicos recursos que quedaban disponibles para enfrentarse y rechazar a la “primera línea” eran sesenta hombres montados, pero, aun así no se recurrió a las Fuerzas Armadas por la posibilidad que causaran muertes entre quienes estaban decididos a usar la fuerza ilegítima.
Como política, bastante discutible.
Surgió también el cuestionamiento a la frase del presidente Piñera donde reconoció que nos enfrentábamos a un enemigo implacable, cosa que me parece curiosa, ya que se entiende que la empleó al igual como se hace para combatir la pobreza, la inflación, la corrupción, etc., sin que tuviera necesariamente que identificarlo, cosa que hasta hoy no sucede pese a que existiría un fiscal que transcurridos casi cuatro años no parece estar más cerca de formular cargos a los responsables de organizar ese caos que algunos siguen pretendiendo fue espontáneo y que no se puede descartar vuelva a producirse, en menor o mayor escala.
Se dice que tarde o temprano la verdad se conoce, pero cuando se trata de administrar justicia el plazo razonable es fundamental, de lo contrario es dudoso que efectivamente se establezca la verdad, condición básica para impartirla.
Finalmente concluyo en que la prevención falló, quizás por falta de inteligencia o quizás por ignorar o minimizar lo que debiera haber sido advertido, pero, más grave aún, falló la represión por falta de voluntad para impedir un enorme daño aún no enteramente reparado, mientras la atención se sigue desviando a lo sucedido hace medio siglo.
16 de ago. de 23