UN CARABINERO MENOS
UN CARABINERO MENOS
23/04/2024
La bala asesina que quitó la vida al teniente de Carabineros Emmanuel Sánchez provoca enojo e impotencia, nos lleva a reflexionar y a ser creativos, nos obliga a ser decididos y cambiar con urgencia el rumbo de las cosas. No se trata de repetir esas frases como “ya no puede morir ningún carabinero más”, como si antes hubiera sido aceptable que los mataran; o buscaremos a los responsables, como si el problema fuera este caso puntual y no una situación más grave y extendida.
Sánchez tenía 27 años y las noticias nos informan que el miércoles 9 participó en una ceremonia evangélica, a la que asistió con su señora y su hijo de sólo 3 años. Poco después vio que se intentaba cometer un delito, y tras seguir a una moto fue interceptado por un automóvil y baleado sin piedad, si bien alcanzó a utilizar su arma de servicio. Como ha ocurrido en otros casos similares, sus atacantes resultaron ser de nacionalidad venezolana y habían ingresado ilegalmente a Chile. Según señaló uno de ellos, se dedicaban a robar teléfonos y ahora sumaron un homicidio a su prontuario.
Las leyes y prácticas permisivas han acentuado en los últimos años el ingreso de inmigrantes ilegales (aunque algunos sostienen que esta categoría no existe, es utilizada en los más diversos países). Algunos de ellos se trasladaron a Chile con la expresa decisión de delinquir, aprovechando la debilidad de las instituciones y la descomposición que ha vivido el país en diversos ámbitos durante los últimos años. Eso choca tanto con los muchos y mayoritarios inmigrantes honestos que hay en el país y aportan con su trabajo, como con aquellos que han cumplido las normas de convivencia social y legal. Inmigración ilegal y delincuencia -dos de las principales preocupaciones de los ciudadanos- vuelven a unirse a raíz del lamentable asesinato del teniente Sánchez.
Me resisto a pensar que este es el séptimo carabinero asesinado durante el gobierno del presidente Gabriel Boric. Si bien eso es verdad, lleva el problema al plano de las estadísticas, deshumaniza la crisis profunda que vive Chile y nos puede llevar a acercarnos de manera torpe a las soluciones.
No obstante, es necesario hacer un balance y constatar algunas realidades que hoy afligen a la sociedad:
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La delincuencia es un problema gravísimo, y algunas de sus expresiones son los asesinatos que han ocurrido y aumentado en el último tiempo.
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En la inmigración ilegal –que incluye el ingreso de numerosos delincuentes– ha existido indolencia o complicidad de parte de las autoridades chilenas en los diversos niveles involucrados.
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Existe la sensación de que la delincuencia avanza y el Estado –el gobierno, el Congreso Nacional, el Poder Judicial– no tiene o no utiliza todos los recursos a su disposición para combatirla con razonables posibilidades de éxito.
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Las declaraciones grandilocuentes o aquellas más sencillas o íntimas no resuelven los problemas del narcotráfico, la delincuencia y las bandas criminales. Se requieren mejores leyes, instituciones, políticas públicas y usar la fuerza del Estado. En esto no puede haber contradicciones entre el discurso y la realidad.
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Carabineros y la PDI –eventualmente también otras instituciones– necesitan el respaldo decidido y los recursos profesionales, humanos y económicos necesarios para combatir y derrotar al crimen.
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Las medidas requieren consistencia en el tiempo, no volatilidad, oportunismo electoral o adecuación a la ubicación en el mapa del poder. Por eso debería ser casi irrelevante qué agrupación está en el gobierno y cuál en la oposición, porque luchar por la paz social y combatir la delincuencia corresponde a las políticas de Estado y no a las propias de un sector político.