EL PODER ABSOLUTO EN MANOS DE UN ALUMNO DE CUARTO MEDIO.



EL PODER ABSOLUTO EN MANOS DE UN ALUMNO DE CUARTO MEDIO.

 

mayo 28, 2025

Título: La diplomacia en manos de un alumno de cuarto medio: silencio cómplice del Congreso.

“Es momento de que los ciudadanos se pronuncien. De que la prensa seria lo denuncie. Y de que los partidos políticos con vocación de Estado asuman su deber. Lo que está en juego no es un simple gesto diplomático. Es el prestigio de Chile”.

Romper relaciones con Israel no es un gesto diplomático, es una decisión estratégica que compromete la seguridad, la imagen internacional y los intereses de Chile. Que el Congreso guarde silencio es tan grave como la torpeza de quien la impulsa.

Esta semana, Chile dio un nuevo salto al vacío internacional. El Presidente Gabriel Boric ordenó el retiro de los agregados militares chilenos en Israel. A simple vista, podría parecer un gesto simbólico. Pero bajo esa capa se esconde una decisión de fondo que podría anticipar la ruptura total de relaciones diplomáticas con un país aliado de Occidente, de Estados Unidos y líder mundial en defensa, tecnología e inteligencia. Y la gran pregunta es: ¿El Congreso de la República no tiene nada que decir al respecto?

Desde que asumió la Presidencia, Gabriel Boric ha mantenido una actitud hostil, reiterada y militante contra Israel. Desde el escándalo de 2022 —cuando se negó a recibir las cartas credenciales del embajador israelí— hasta sus declaraciones y posturas sistemáticamente pro palestinas, el sesgo ideológico del mandatario ha contaminado gravemente la política exterior chilena. Ni lo uno ni lo otro le corresponde. Un Jefe de Estado debe representar al país, no tomar partido militante en un conflicto milenario que requiere diplomacia y equilibrio.

La gravedad del asunto se intensifica al contrastar esta decisión con los propios principios establecidos por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Según el sitio oficial, la embajada de Chile en Israel tiene por misión fortalecer las relaciones bilaterales, fomentar la cooperación internacional, facilitar las inversiones y promover una imagen moderna y confiable del país. Sin embargo, lo que hoy se observa es exactamente lo contrario. Se retiran agregados militares, se tensiona la relación con un país aliado y se daña gratuitamente una historia diplomática construida con esfuerzo desde 1949.

Más preocupante aún es que decisiones de esta envergadura estén siendo tomadas por un presidente sin estudios universitarios terminados, sin formación diplomática y con una visión ideologizada del mundo. Boric actúa como un joven emperador de la antigüedad, como uno de esos faraones adolescentes que heredaban el trono sin tener la menor idea de cómo gobernar. Y lo más grave no es que exista un gobernante así, sino que no haya contrapeso alguno.

¿Dónde está el Congreso? ¿Dónde están los senadores y diputados que juraron proteger los intereses superiores de la Nación? ¿Nadie citará al Canciller Alberto van Klaveren? ¿Nadie exigirá explicaciones? El silencio funcional del Congreso es una señal de complicidad o de cobardía. Porque no basta con ocupar un escaño para cumplir con el deber. Hay que tener carácter, y en este caso, simplemente no lo tienen.

Además, las consecuencias internacionales no se harán esperar. Israel no es solo un país en guerra. Es un aliado estratégico de potencias clave, un líder en tecnología, defensa, ciberseguridad, agricultura e innovación. Romper relaciones con él significa también alejarse del eje Washington-Jerusalén-Bruselas, y por tanto debilitar nuestra posición ante Estados Unidos y el mundo libre. Todo esto en un escenario geopolítico global donde contar con aliados es más urgente que nunca.

Por si fuera poco, la embajada en Tel Aviv sigue operando. No hay ruptura oficial. El embajador titular no está, pero el encargado de negocios —Patricio Cifuentes— sigue cumpliendo funciones. ¿Entonces qué es esto? ¿Una ruptura simbólica? ¿Un show político para aplacar a la base más radical del Frente Amplio? ¿Una señal ambigua hacia adentro y hacia afuera? Chile no puede improvisar en su política exterior, ni permitir que se juegue con su reputación internacional.

Es momento de que los ciudadanos se pronuncien. De que la prensa seria lo denuncie. Y de que los partidos políticos con vocación de Estado asuman su deber. Lo que está en juego no es un simple gesto diplomático. Es el prestigio de Chile. Su capacidad de actuar con coherencia, madurez y seriedad en el escenario global. Si hoy permitimos que un alumno de cuarto medio juegue a ser canciller, mañana lamentaremos profundamente haber callado.

No sería la primera vez en la historia que un joven sin preparación asume el trono con poderes absolutos y sin contrapesos. En el Antiguo Egipto, faraones como Tutankamón o Pepi II comenzaron a reinar con apenas 9 o 6 años de edad. Aunque rodeados de asesores, fueron gobernantes de fachada, sin madurez ni formación para ejercer el poder. El resultado muchas veces fue la decadencia, el desorden y la manipulación por parte de cortes y sectas. Hoy, en pleno siglo XXI, Chile parece repetir ese modelo: un joven en el trono, rodeado de ideólogos, sin visión de Estado y con un Congreso decorativo. Y si el país no despierta, quizás terminemos como aquellas dinastías: olvidadas entre ruinas.

Y lo más revelador de todo es que, frente a este abandono de deberes por parte del Congreso, son algunas figuras ajenas a la política partidista y al poder legislativo quienes han debido asumir —con sus luces y sombras— un rol más vigilante y proactivo que aquellos que juraron fiscalizar al Ejecutivo. Cuando eso ocurre, el sistema ya no solo está debilitado: está invertido. Y Chile queda a la deriva, sin frenos, sin equilibrios, y con un Presidente que actúa más como faraón que como jefe de Estado.