POLÍTICA Y GOBIERNO:



POLÍTICA Y GOBIERNO:

UNA BUENA NOTICIA PARA CHILE


Escribe: Hermógenes Pérez de Arce

Se ha anunciado el fin del Partido Demócrata Cristiano y ésa es una buena noticia para Chile. Con la posible excepción de los partidos marxistas, no hay otra colectividad que haya hecho tanto daño al país.

En sus comienzos fue un pequeño partido fascista, la Falange Nacional, formado por jóvenes escindidos del Partido Conservador en los años 30. Estaban deslumbrados por los nacionalsocialistas y fascistas de Europa, como Hitler, Mussolini y la Falange Española, de la cual tomaron el nombre. El sol calentaba más a ese lado. En la revista Zig Zag quedó el testimonio de varios de ellos vistiendo camisas pardas y levantando el brazo al estilo del fûhrer. Pero cuando después se supo de los horrores y del holocausto se empezaron a sentir mal y vieron que el sol ya no calentaba para ese lado. Su norte fue y es “estar siempre donde más calienta el sol”.

Entonces en 1952 se cambiaron el nombre a Partido Demócrata Cristiano, tomándolo de los de derecha de Italia y Alemania. Su gran figura en Chile era Eduardo Frei Montalva, que había escrito un libro, “La Verdad Tiene su Hora” y todo el mundo se entusiasmó con lo que llamaban “la nueva cara de la derecha”. Pero otro libro, best-seller en las veredas santiaguinas,”Frei, el Kerensky Chileno” –prohibido bajo el posterior gobierno del mismo Frei– puso años después las cosas en su lugar y se vio que eran sólo otra cara de la izquierda.

Frei adquirió prestancia de figura nacional y una vez estuvo a punto de asumir con todo su equipo en el gobierno de Carlos Ibáñez (1952-58), pero el general parece que los caló y no hubo acuerdo. Todos decían que Frei en ese partido tan chico (sacaba apenas un par de diputados) era como “un álamo en un macetero”. Y en 1957 se presentó como candidato presidencial y buscó el apoyo de la derecha (liberales y conservadores), pero no quería pedírselo públicamente a éstos, por considerarlo “impopular”. Yo era estudiante de leyes y procurador en el estudio del diputado conservador Héctor Correa Letelier, y oía desde fuera de la oficina de éste a Frei negándose a pedir públicamente el apoyo conservador diciendo, “no puedo cambiar amigos seguros por amigos posibles”. Pero Frei confiaba en que lo iba a obtener primero de los liberales y entonces los conservadores no tendrían otra alternativa que apoyarlo. El Partido Conservador lo presidía em 1957 un hombrazo, Juan Antonio Coloma, derechista hasta la médula y que desconfiaba de los DC. Coloma lanzó su propia candidatura presidencial para evitar que el partido apoyara a Frei. Tenía razón, porque después éste destruyó a la clase agrícola, tradicionalmente conservadora, con la Reforma Agraria “drástica y masiva” de Jacques Chonchol, un comunista redomado, que fue su ministro de Agricultura entre 1964 y 1970 y les robó sus mejores tierras a los agricultores.

Frei en 1957 contaba con que los liberales en su Consejo Gene ral lo iban a apoyar sin habérselo pedido. Pero el senador liberal derechista Raúl Marín Balmaceda dijo un discurso memorable en su contra. Fue tan apasionado que cayó fulminado por un ataque al corazón en pleno éxtasis oratorio y murió, impidiendo el pronunciamiento del Consejo. A todo esto, Jorge Alessandri aceptó ir de candidato conservador, los liberales lo apoyaron y la derecha hizo tan buena campaña que Alessandri venció a Salvador Allende y a Frei. Es que era otra derecha. No mordió el anzuelo DC de Frei como la entreguista que mordió el de Piñera, un DC nato, en 2009, con las consecuencias de todos conocidas.

Pero en 1964 Frei logró lo que quería: la derecha cobarde, en pánico, le entregó su apoyo no solicitado, retiró a su propio y excelente candidato, el radical de derecha Julio Durán, y fue públicamente vejada por el mismo Frei, que prometía no cambiar ni una coma de su programa de un socialismo con revolución sin sangre, pero revolución al fin, con el cual despojaría a los agricultores de una manera desvergonzada y abusiva, casi sin pago.

Tras el gobierno de Frei, en 1970, la DC votó por Allende en la segunda vuelta del Congreso Pleno, aunque si hubiera votado por Alessandri habría salvado al país. Pero Allende y Tomic habían hecho un pacto secreto contra Alessandri, el seguro ganador según todas las encuestas, aunque sin apoderados en las mesas, donde izquierdistas y DC hicieron su agosto. Alessandri había prometido renunciar si el Congreso lo elegía a él en la segunda vuelta, para que hubiera nueva elección de Frei y se evitara la presidencia de Allende, Frei, entonces, volvería a ser elegido. en 1971. Pero Tomic había hecho un pacto secreto con Allende para desconocer el triunfo de Alessandri y, en definitiva, dio vuelta a la junta nacional DC, que eligió al “socialista marxista integral” Allende (como le dijo a Regis Debray que sería su gobierno).

Los DC son los kerenskys chilenos y en su junta nacional de hoy lo volvieron a ser. A pavimentarle el camino al comunismo. Porque está en su naturaleza, como le decía el escorpión a la rana que lo ayudó a cruzar la corriente, tras picarla y así ahogarse los dos.

Tras elegir a Allende en 1970 y visto el desastre que éste provocó, los DC se unieron a la derecha y a los radicales para formar mayoría en la Cámara y llamar a los militares a deponer a Allende, para evitar “una tiranía comunista”, Aylwin dixit. Pero en 1991 lo había olvidado, negó haberlo dicho y acusó a los militares por hacer lo que él les había pedido en 1973. Y llenó de plata a los comunistas, que hoy atropellan los derechos humanos de los exmilitares octogenarios y nonagenarios que cometieron el pecado de creer en la decencia de la DC. Y los comunistas tienen un cajero automático con el cual extraen semana a semana y ya por veinte años dinero al fisco y mandan presos a exmilitares sin pruebas, prevaricando sin asco y seguros de que ni siquiera Dorothy Pérez los va a pillar.

La buena noticia es que, por fin, en la próxima elección de noviembre, después de su último esfuerzo por poner al comunismo en el poder, l,os kerenskys y la DC van a desaparecer.

 

 

Una opción social cristiana

Por Gonzalo Rojas Sánchez 

La decisión oficial de la Democracia Cristiana de apoyar una candidatura comunista, marca el definitivo punto de disolución de ese partido.

Si ya nunca antes habían compartido gobierno con los comunistas, hasta que así lo hicieron en Bachelet II, ahora han dado un paso que resulta simplemente devastador para su futuro institucional. Que los órganos oficiales del partido hayan tomado esa decisión, no significa que sus militantes la compartan. Muchas veces la representación formal no da cuenta de la auténtica voluntad popular. Casi con toda seguridad, eso es lo que sucede con la decisión que se ha tomado en la DC: la inmensa mayoría de sus electores, absolutamente desanimados, emigrará hacia otras opciones.

Lo harán en parte hacia Amarillos, o hacia Demócratas o, incluso, hacia algunas candidaturas de Chile Vamos. Pero ¿será esa fuga de votos una opción definitiva? No, de ninguna manera.

Los militantes de la DC que entreguen sus votos a opciones distintas del partido actual, merecen una alternativa que realmente los represente a largo plazo. Quizás Amarillos o Demócratas puedan cautivarlos en el próximo proceso, pero si los electores referidos han permanecido hasta ahora en la DC, es porque ninguna de esas dos opciones los han satisfecho plenamente.

¿Es entonces posible generar una alternativa auténticamente social cristiana, falangista en sus convicciones e historia? Sin duda que sí.

Sabemos que hay iniciativas en marcha en ese sentido y que, con toda seguridad, encontrarán espacio para discurrir y proponer estas tres cuestiones básicas: una sociedad centrada en la persona humana, una economía en que la solidaridad y la gratuidad sean bienes fundamentales, y unas instituciones en que se busquen los acuerdos por encima de las victorias.

No son ciertamente esas las coordenadas únicas de la visión que queremos compartir, pero sin duda que hay muchos chilenos que agradecerían que esa mirada se les ofreciera como opción. Y eso le haría bien al país.

 

 

 

¿Democracia Cristiana?

Por José Tomás Hargous Fuentes 

Este fin de semana, en el marco de su junta nacional extraordinaria, la Democracia Cristiana (DC) acordó por un 63% de los votos apoyar en noviembre próximo al Partido Comunista (PC) en su opción presidencial. Esta noticia sin duda, dos días antes de que cumplieran sesenta y ocho años, es un hito histórico y da cuenta de la renuncia del otrora partido más grande de Chile –que en otra ocasión denominamos “el gran elector”–. Si bien la DC ya había favorecido anteriormente la llegada al poder de un gobierno marxista como el de Salvador Allende (1970-1971) o participado junto con el PC en la administración Bachelet II (2014-2018), es primera vez que deciden apoyar a una candidatura del partido de Luis Emilio Recabarren, que fuera durante el siglo XX el más fiel a Moscú. Y eso es claramente una novedad.

A pesar de que sus dirigentes más destacados, como Eduardo Frei Montalva, fueron críticos del anticomunismo de la derecha, y de que casi siempre hicieron pacto con la izquierda –sólo se aliaron con la derecha entre 1972 y 1973 y apoyaron al régimen militar en sus primeros años–, nunca habían cruzado el cerco de apoyar al Partido Comunista en una aventura presidencial. Cuando la DC se pasó a la oposición del régimen de Pinochet y lideró la Concertación para llevarla al gobierno por veinte años, lo hicieron conteniendo a la izquierda y excluyendo a los sectores no democráticos de su pacto. Durante los dos primeros gobiernos de la Concertación ellos fueron el centro de gravedad de la coalición y pudieron imponer sus términos, en torno a la profundización del modelo económico –“los autocomplacientes”–, su hegemonía fue diluyéndose a partir del Gobierno de Ricardo Lagos, pero el PC seguía fuera del Congreso.

Esto cambió cuando en las elecciones parlamentarias de 2009 la Concertación le abre la puerta al PC, creando la lista “Concertación y Juntos Podemos, por más democracia” –un año antes habían hecho pactos por omisión en las municipales–. Como si fuera poco, en su segunda aventura presidencial, Michelle Bachelet decidió llamar al Partido Comunista para ir no sólo en una misma lista parlamentaria, sino que los invitó a formar gobierno en torno a un programa con fuertes reformas estructurales, que son la principal causa de nuestro estancamiento económico y nuestra profunda crisis política, cuyo efecto social fue el pasto seco que sirvió de combustible para la revolución de octubre. En dicho gobierno el PC encabezó dos ministerios, el de Desarrollo Social y el de la Mujer –que impulsó el proyecto de aborto aprobado con connivencia de la DC–, además de la Subsecretaría de Previsión Social. En el Gobierno de Gabriel Boric, por su parte, han tenido cuatro ministerios –Segegob, Educación, Trabajo y Ciencia– y ocho subsecretarías, la mayor cantidad desde la Unidad Popular (UP) –nueve ministros–.

Esta larga enumeración de hechos da cuenta del cada vez mayor protagonismo del Partido Comunista en la vida política nacional, que lo tiene hoy con opciones importantes de llegar a La Moneda. En paralelo, la DC no ha hecho más que achicarse, perdiendo cada vez más apoyo electoral y con importantes fugas de militantes: primero fue el grupo Progresismo con Progreso (PCP), y luego los Amarillos y Demócratas, sin considerar los que en distintos momentos han dejado la Falange para entrar a Renovación Nacional (RN) o agrupaciones de izquierda como la Izquierda Cristiana y el MAPU.

El apoyo de la DC al Partido Comunista constituye una doble contradicción: ya no pueden decirse ni demócratas ni cristianos. Por un lado, un partido que ha hecho de la democracia una de sus banderas de lucha termina apoyando a un partido que jamás ha creído en la democracia y que hasta hoy busca destruirla para llevarnos a ese régimen totalitario que es la dictadura del proletariado. Y por otro, es un partido que siempre ha reivindicado –con mayor o menor acierto– los principios cristianos del orden político, que vuelve a contradecirse al sumarse a una candidatura de un partido ateo y anticristiano, defensor de una ideología condenada por la Iglesia como “intrínsecamente pervers[a]”. Esperemos que el pueblo democratacristiano despierte y rechace la decisión de sus cúpulas para optar por algún candidato que defienda sus principios y sus causas políticas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo 20 de julio de 2025

 

 

La Democracia Anti-Cristiana

Por Gonzalo Ibáñez Santa María

 

Ayer sábado, la Junta Nacional del partido denominado Democracia Cristiana adoptó el acuerdo de apoyar, en las próximas elecciones presidenciales, a la candidata comunista Jeannette Jara.

Ha sido así fiel a su historia. Recordemos cómo su fundador, Eduardo Frei Montalva, proclamaba en 1947 que algo peor que un comunista era un “anticomunista” y que el principio que fundamentó la creación del PDC lo había enunciado antes un ideólogo ruso-francés, Nicolás Berdiaeff: “el comunismo es el deber no cumplido por los cristianos”.

Eduardo Frei Montalva fue el “Kerensky chileno”, pues, como aquel político ruso que en 1917 entregó en Rusia  el poder a los bolcheviques, él lo hizo en Chile en 1970. Y en 1990, Patricio Aylwin, líder de la D.C, comienza a desarmar las defensas con que el gobierno militar había dejado el país, y da comienzo a un proceso que culmina hoy día cuando es una candidata comunista la que recibe el apoyo de ese partido.

El escándalo es doble, porque toda esta traición a Chile ha sido hecha bajo el nombre de “cristiano”, cuando fue la misma Iglesia Católica la que calificó al comunismo como una doctrina “intrínsecamente perversa” (1937). Que esta Iglesia tenía toda la razón, nadie puede ahora ignorarlo.

Hoy, el PDC se ha sacado la careta con que venía y ha demostrado, una vez más, que su vocación es la de servir como peón al comunismo antihumano. Su verdadero nombre es, entonces, Democracia Anti-Cristiana.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en sus redes sociales el domingo 27 de julio de 2025.

 

 

 

Por esto quieren destituir a Kaiser: