POLÍTICA Y GOBIERNO:

POLÍTICA Y GOBIERNO:
Ustedes no entienden nada… señores del gobierno
Rebatiendo lo que dijo el Presidente, los que no entienden nada son ellos mismos, y por eso el país está como está. No entienden de ética, seguridad, economía, trabajo, salud, educación, difusión país y un largo etcétera.
por Jaime Jankelevich14 septiembre, 2025
AGENCIAUNO
El Presidente Boric, respondiéndole a la oposición por las críticas del estallido social, dijo “Uds. no entienden nada”. Extraña respuesta del Presidente, pues los que no entienden nada son ellos mismos. No entienden de ética, seguridad, economía, trabajo, salud, educación, difusión país y un largo etcétera.
Rebatiendo lo que dijo el Presidente, los que no entienden nada son ellos mismos, y por eso el país está como está.
¿Entienden en el gobierno de ética? Difícil parece, porque si no fuera por la contralora Dorothy Pérez, nunca se habría sabido de los 25.000 funcionarios públicos que usaron licencias médicas para no trabajar pero sí para partir de vacaciones al extranjero.
Otro ejemplo que demuestra que no entienden de ética es que a todos los empleados públicos les dan bonos por excelencia en su gestión. No son bonos de poca monta, sino que de varios millones de pesos. Y lo curioso es que el 100% los recibe, mientras la ciudadanía sufre por la mala gestión burocrática en diferentes ministerios. Y para qué hablar en la Dipres. Esos bonos son de seis a siete cifras, algunos trimestrales y la justificación es que siempre en el año hay mejoría en la gestión.
Y no nos olvidemos de Monsalve, de la casa de Allende, de la corruptela de Democracia Viva y la danza de millones malversados, por poner algunos ejemplos.
En el tema seguridad, el ministro parece que vive en otro país, pues al parecer no entiende cuál es la realidad de este grave problema ya que muy serio señaló recientemente que han disminuido las cifras delictuales, que hay mayor control, que el crimen organizado venía de antes y que han logrado aprobar leyes que mejoran la seguridad y aumentado el presupuesto de las policías. Pero si es cosa de leer el diario para entender que eso no es así. Los incidentes nocturnos del “11” con armas y molotov a Carabineros, ¿muestran que la seguridad ha mejorado?
Y en el Ministerio del Trabajo, antes liderado por Jeannette Jara, no entendieron que había que crear empleos, porque en un año se crearon solo 141 nuevos puestos de trabajo. La cesantía llega a un 8,7%, pero en las mujeres es peor: cerca del 10%. Y la informalidad está en un 26%. ¿Entienden en el Ministerio del Trabajo lo que tienen que hacer?
Bueno, y parece que les cuesta entender en Educación que hay que educar a los niños de Chile y para eso, lo menos que debe funcionar bien es el sistema de admisión escolar. Pues bien, nuevamente la Contraloría, haciendo su trabajo, encontró irregularidades que permitieron postular en el Servicio de Admisión Escolar SAE con el RUT de personas fallecidas y se aceptaron dichas postulaciones. Más grave aún es que tampoco entienden que los niños tienen que aprender a leer en primero básico, pues los hay sin saber leer en cuarto básico y eso es inmoral. Y para que decir cómo ha crecido la inasistencia, en parte por las huelgas de los profesores.
¿Y cuándo entenderán en el gobierno que es inaceptable que existan 2.728.000 personas en lista de espera en salud a junio de 2025, y 421.000 cirugías pendientes? Y no quieren entender que esto se podría solucionar recurriendo al sector privado, pero su ideología se los impide.
Y de lo que menos entienden es de economía. Partiendo por la burocrática permisología que ha impedido el desarrollo de proyectos por miles de millones de dólares. Y el Consejo Fiscal Autónomo (CFA) ha cuestionado la credibilidad de las proyecciones de la Dirección de Presupuestos (Dipres) alertando sobre un aumento en la proyección del déficit fiscal. Además, el crecimiento de la economía bajo este gobierno probablemente será el más bajo desde el retorno de la democracia.
No satisfechos con eso, el Presidente y el oficialismo se lanzaron contra el Banco Central por un análisis del IPoM de septiembre que confirma el impacto negativo que ha tenido el alza en los costos laborales de la agenda del gobierno, incluyendo las 40 horas y el alza en el ingreso mínimo. Y la candidata Jara ofrece nuevamente subir el sueldo mínimo a $750mil y negociación ramal.
Y parece que el ministro de Hacienda Grau no entiende aún que su rol no es andar en protestas públicas como las de la romería al Cementerio General donde tuvo que saltar una valla para evitarse problemas de seguridad, sino que preocuparse de las finanzas públicas, del déficit fiscal y del crecimiento.
Por último, no entienden cómo hacer difusión de nuestro país. En la reciente Expedición Libero a Japón, visitamos el pabellón de Chile en la Expo Osaka 2025, del cual salimos muy desilusionados porque ni siquiera exhibe una bandera chilena, lo que es incomprensible. Ninguna mención a la minería, a la salmonicultura, a nuestro vino, a nuestra fruta, al hidrógeno verde, a la antártica, excepto por un pingüino de género. Ningún producto que degustar, nada. El telar que pusieron llamado “Makün, El manto de Chile”, pretende representar lo que es el país, pero por supuesto Chile es mucho más que eso. Lo que sí hacen es propaganda política con mensajes propios de este gobierno. Chile merecía una presencia de otro nivel, aprovechando una exposición tan visitada como la de Osaka, en un país tan importante para nuestra economía como es Japón.
¿Quiénes no entienden nada?
Etiquetado:gabriel boricJeannette Jaramario marcelNicolás Grau
Jaime Jankelevich
Bioquímico y consultor Más de Jaime Jankelevich
4 Comments
- Carlos Souper Quinterosdice:
👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻👍🏻
- Christian Fuenzalidadice:
Tampoco entienden nada de defensa. Ad portas de un conflicto Mundial nuestras capacidades estrategicas se deterioran y la de nuestros vecinos se potencian aceleradamente. La burocracia en la asignación de recursos para defensa es espeluznante y eso hace que nuestro potencial bélico subsista gracias a lo que se tiene más que al lo que se requiere. Submarinos tema clave y aun sin una estrategia clara.
- Claudio Haase Bdice:
Claro ,preciso y tristemente cierto
- Adolfo Paúl Latorredice:
Nuestro pabellón en la feria de Osaka muestra a Chile como un Estado fallido, poblado solo por indígenas y que ni siquiera tiene una bandera nacional. Lamentable.
Adolfo Paúl Latorre
La anécdota de Edmund Burke y la indiferencia peligrosa:
https://www.instagram.com/reel/DJSd54yvYWJ/?igsh=MXJra2lzZ2Ryd3RsNw==
Una venezolana patriota:
¿Es Extrema “Esa” Derecha?
Por Mauricio Riesco Valdés
Existe en nuestro país un partido político que, según dicen los que creen entender, es de “extrema” derecha. El calificativo en sí no es un problema, pero como en política el extremismo normalmente tiene una connotación muy negativa, quienes se lo endosan a un partido de derecha lo hacen, claramente, con un doble propósito: descalificar al grupo y asustar a nuevos adherentes y votantes. Hasta hace algún tiempo se pensaba que el término era patrimonio exclusivo de la izquierda dura, la sectaria, la obcecada ideológicamente, la intolerante, la que hace abiertamente apología de la violencia, esa que de lejos se acusa por aquel olorcillo a pólvora que despide. Pero como ahora el adjetivo lo utiliza un amplio espectro político para referirse a ese mismo partido de derecha, nos obliga a verificar la definición del término para evitar caer en equívocos o confusiones.
La Real Academia Española de la lengua, RAE, expresa que el vocablo “extremo” es el “Punto último a que puede llegar algo”. Y así, entonces, parecería algo rebuscado endosarle a la derecha política aquel calificativo, a menos que se quisiera especificar que es el partido que está al “extremo” opuesto de la izquierda lo que, aparte de ser cierto, da algún indicio. O que se le llama así porque está al “extremo” superior de las encuestas para las próximas elecciones presidenciales, pero tampoco precisa mayormente el asunto dado que las encuestas pueden variar.
En general, en Chile el grueso de los votantes no es de extremos y por eso es fácil concluir que quienes se refieren a ese partido de “extrema” derecha, no desconocen la connotación que tiene la expresión que emplean. No hay error en su uso sino astucia y mala fe para engañar, atemorizar y ahuyentar, particularmente en período de elecciones.
Por lo mismo, conviene estar atento a ese tipo de mensajes. No es posible imaginar siquiera que la derecha a la que se alude, no la sucedánea, pudiera ser “extremista”. Porque la verdadera derecha es la conservadora –más que ningún otro grupo político– de los principios, los valores morales y éticos, de la historia y tradiciones democráticas que han sido propios de Chile desde antes de su independencia. Y, conceptualmente, ser conservador es lo opuesto a ser extremista. Es tener visión de futuro con proyección valórica, es velar por los verdaderos intereses y necesidades del país, es avanzar sin engaños ni componendas a espalda de los electores, es dar certezas y no dudas, confianza y no temores. Es rechazar abiertamente la monarquía del Estado tan propia del comunismo marxista. Esa derecha es la que defiende y busca proteger la vida, la familia, el matrimonio entre un hombre y una mujer, el sexo biológico, (cromosómico, no el que pueda salir de un quirófano o de un ropero). ¿Será extremismo todo eso o sentido común? Que la nueva derecha haya ido, paso a paso, consolidando para sí un sitial que hace tiempo dejaron vacío quienes eran los responsables de preservarlo y que por lo mismo no forme parte de esas vertientes de la chicha y la limonada de las que mana un fluido confusionista y desconcertante, tampoco la hace ser extremista.
Es claro, en cambio, que el “Punto último a que puede llegar algo”, como dice la RAE, tiene mucho que ver con la jaculatoria que por años ha intoxicado la mente de la izquierda dura: “Ni perdón ni olvido”. Esa es la que mantiene unidos a sus feligreses en torno a una misma veneración por su libro sagrado El Capital; por sus profetas Marx y Engels; por el odio, la violencia y la intolerancia; ese sí es, indudablemente, el “extremo” al que se puede llegar. Esa izquierda es la secta de fanáticos que profesan la ideología marxista y que aborrecen nuestra historia, nuestros valores, costumbres y tradiciones porque éstos desvelan su doctrina y fundamentos justificativos. En esto, basta recordar, nada más, el proyecto de Constitución inspirada por satanás que fue sometida a plebiscito hace ya tres años y que el país por una impresionante mayoría dijo ¡No! ¡basta ya! Por eso, más sorprende aún que el apelativo “extremo” lo usen, también, quienes debieran rechazarlo; pueden más lo votos.
Es que se trata del único partido político que en este período eleccionario verdaderamente les inquieta a todos los demás, sin excepción; le temen a su paso arrollador que confirman las encuestas y también muchas personas connotadas de otros sectores, incluidos varios políticos, que se están incorporando a la candidatura presidencial que promueve aquel partido. ¡Hay que hundir a esa aterradora amenaza cuanto antes se pueda! pues queda poco tiempo para las elecciones y se ha venido haciendo fuerte en la misma medida en que la candidata presidencial de extrema izquierda no ha conseguido avanzar en su campaña eleccionaria, tan mal disfrazada de “socialdemócrata” por sus partidarios, incluidos hasta los restos de una DC que agoniza y espera su ineludible sepultura. Y cómo no, si ella pertenece precisamente al Partido Comunista desde que era una niña y lleva más de 36 años impregnada de su doctrina; a la gran mayoría de los chilenos eso les produce urticaria porque conocen los resultados donde ha gobernado el comunismo. Ese es, precisamente, el partido extremo; es el que promueve casi todos los “últimos puntos” a los que se puede llegar: la eliminación de la propiedad privada; el control de los medios de producción y de comunicación; la lucha de clases; la violencia como medio legítimo para alcanzar el poder; en fin, se llega a ese “extremo” cuando el Estado planifica todo como amo y señor de las cosas y de las personas, que es lo que el comunismo siempre ha hecho. Es la ideología marxista-leninista la que conduce a la pérdida de la libertad, y ese sí que es el “último punto”, el final; después no hay nada.
Ya toda la ciudadanía se siente impotente ante el estado de inseguridad general en el país, con una inmigración descontrolada tanto como la corrupción, una judicatura voluble e impredecible con magistrados que se venden para ascender en sus cargos, está agotada del ambiente de incertidumbre provocado por un gobierno incompetente y una institucionalidad descompuesta. El país necesita con urgencia una autoridad firme, responsable y respetada, preocupada del país y su gente, que dé certezas y confianza sin equilibrarse sobre la veleidosa cuerda del dividendo personal. Si esto es tener una condición o un planteamiento “extremo”, entonces los extremistas somos muchos millones de chilenos.
Una Completa Homologación
Por Max Silva Abbott
Recientemente, el gobierno ha enviado un proyecto de ley que pretende modificar la llamada “Ley Zamudio”, esto es, la que castiga la discriminación, siguiendo el derrotero que este concepto ha ido adquiriendo a nivel internacional.
Como se sabe, de manera tradicional, “discriminar” era entendido simplemente como “distinguir” entre personas o situaciones, sin calificar dicha distinción. Ello, pues permanentemente estamos distinguiendo o separando por el simple hecho de decidir entre dos o más posibilidades. Es por eso que cuando se quería denotar una distinción injusta, se hablaba de discriminación “arbitraria”, es decir, sin que la justificara un fundamento racional.
Sin embargo, hoy el concepto ha cambiado, al punto que la sola palabra “discriminación” denota de suyo una situación injusta, de modo que siempre sería arbitraria.
Ahora bien, este concepto ha tenido un notable desarrollo, tanto a nivel nacional como sobre todo internacional, consagrándose como el centro de tablero de los actuales derechos humanos, al menos dentro del Sistema Interamericano, elevándose a un supranivel desde el cual pretende influir en todos los demás derechos consagrados.
Por eso se señala reiteradamente que estos derechos deben ser respetados en condiciones de igualdad para todas las personas, sin discriminación alguna.
Ahora bien, a primera vista, uno no podría estar más de acuerdo con este postulado, que viene a coincidir con la ya clásica “igualdad ante la ley”, que busca que todos los habitantes de un país sean tratados de la misma forma, sin privilegios o desventajas infundadas.
Sin embargo, la evolución que ha tenido el concepto de “discriminación” se encuentra muy lejos de esta tradicional igualdad ante la ley. Ello, pues si bien la defiende –pues también le es útil–, la considera sólo parte de la igualdad que busca alcanzar, pues ella únicamente apunta a una igualdad inicial, como punto de partida para el accionar de las personas.
Por eso hay que decirlo muy claro: lo que se pretende actualmente con la “no discriminación”, es que exista esta igualdad entre las personas no solo al inicio de cualquier proceso, sino sobre todo al término del mismo. Es decir, se busca que el resultado final al cual lleguen los sujetos sea prácticamente igual entre unos y otros, de modo que ninguno destaque o se encuentre demasiado por debajo de los demás.
Dicho de otra manera: lo que se busca lograr no es solo una igualdad formal (la clásica igualdad ante la ley, propia de las sociedades liberales), sino una igualdad material o de resultado, esto es, que los frutos alcanzados por la actividad de unos y otros sean lo más homogéneos posible.
En consecuencia, casi cualquier diferencia en el resultado final de la actividad realizada por las personas constituiría una discriminación, y por tanto, una injusticia respecto de quienes no hayan alcanzado esa cota. Y obviamente, debe ser el Estado el que en nombre de los nuevos “derechos humanos”, corrija tamaña injusticia, igualándolos a todos, usando para ello la totalidad de sus recursos y su poder.
Una visión que pretende homologar completamente a las personas, que curiosamente, huele demasiado a marxismo.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.
La tolerancia asesinada
Por Cristián Warnken
El asesinato de Charlie Kirk, activista conservador, en un acto en la Universidad del Valle de Utah, en Estados Unidos, debiera despertar el repudio y el espanto de todos. Kirk está lejos de mi forma de pensar, pero jamás desearía que la muerte de un adversario (aun el más despreciado de mis adversarios) despertara en mí la satisfacción o la indiferencia. Las imágenes de su asesinato se han viralizado y me temo se banalicen como todo lo que es consumido en el espacio digital. Y ya han aparecido mensajes tan deplorables como: “se lo buscó”.
Las redes sociales, los bots, las declaraciones de muchos líderes son hoy los grandes propiciadores e incitadores al crimen político. Se parte primero por una caricatura del “otro”, se sigue con la denostación y no se duda en propagar la mentira, si es necesario. El disparo de un fanático (como el que hirió de muerte a Kirk) es solo el último eslabón de una verdadera industria y cultura del odio que intoxica hoy a millones en el mundo, y en nuestro país también. El asesinato de un candidato presidencial en Colombia estuvo precedido por una avalancha de declaraciones de odio, partiendo por las del mismo Presidente de la República. En Argentina, Milei no ha dudado en alentar mentiras contra, incluso, sus aliados y ha hecho gala de un estilo agresivo en que ataca a rivales, periodistas o ciudadanos hasta niveles obscenos. Su rival, Cristina Kirchner, tampoco fue un ejemplo de decencia, respeto democrático ni autocontención verbal. En el odio, los extremos se tocan. Y qué decir del presidente de la máxima potencia del mundo, Donald Trump, campeón de la denostación.
Los discursos de odio están dando réditos electorales y en un mundo donde las enfermedades mentales se han disparado después de la pandemia, la posibilidad de que un loco o un “lobo solitario” decida aplicar literalmente los mensajes destructivos que circulan en las redes, es más alta que nunca. El asesinato de Charlie Kirk es brutal, más aún cuando ha ocurrido en un campus universitario, el lugar donde debiera ser natural escuchar a quien piensa distinto, y la tolerancia es la condición esencial para que una universidad tenga el título de tal. Pero, en muchas de las grandes universidades del mundo, la cancelación se ha convertido en una práctica habitual, y el progresismo “woke” ha demostrado tener también visos inquisitoriales. En algunas universidades, se han establecido prácticas de censura a cualquier manifestación de pensamiento conservador: el asesinato de Kirk es, en parte, resultado de eso.
Durante el primer proceso constituyente vimos cómo el odio, la negación del adversario llegó a una apoteosis: redactar una Constitución sin considerar la opinión de la mitad, al menos, del país. Y qué decir en el “estallido”, donde la ira lo envenenó todo. Habría que hacer una antología de los “tuits” denostadores del adversario que degradaron la conversación política de entonces: nos llevaríamos la sorpresa de que muchos fueron escritos por personas con formación intelectual y aparentemente razonables. Hoy esa ira campea en el otro extremo y no se duda en destruir a miembros del propio sector, solo por estar a favor de los acuerdos: la “derechita cobarde”, dicen. En la izquierda, a los apóstatas se los llamaba “fachos” y se iba a funarlos a sus casas. Propagar el odio virtualmente es muy fácil, contenerlo después puede ser imposible.
Recuerdo el día en que asesinaron a Jaime Guzmán: hice un minuto de silencio en mi clase, ante la sorpresa de mis alumnos, que sabían que yo había peleado en plena dictadura contra los gremialistas. ¿Pero no es ese el mínimo civilizatorio que debemos esperar: el de condenar sin ambages el asesinato de un adversario? Cuando un adversario pasa a ser un enemigo a destruir, es que la tolerancia está siendo asesinada. Es lo que está ocurriendo hoy. Lo más sagrado en una democracia es el cuidado de nuestros adversarios.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el viernes 12 de septiembre de 2025.