¿Y EN QUÉ MUNDO VIVEN?



¿Y EN QUÉ MUNDO VIVEN?

 

Por Humberto Julio Reyes

Imagino que, al igual que usted estimado lector, experimenté gran satisfacción al enterarme que había terminado la restauración del vandalizado monumento conocido como “La fuente alemana” y cuya majestuosidad me impresionó cuando lo conocí en mi niñez.

Quizás por ello, por aportar belleza al entorno, fue elegido, junto con otros, como blanco de la barbarie desatada el 18-0.

Curioso que, a poca distancia, una histórica sandwichería que por años prodigó rápida atención de calidad en un grato ambiente y que también fue conocida originalmente con el mismo nombre, recibiera igualmente de parte de los violentistas la distinción de someterla a una agresión que buscaba su desaparición.

Volviendo al monumento restaurado, confieso que mi satisfacción se vio atemperada por el hecho de haberse financiado este encomiable esfuerzo con fondos del Metro, es decir de todos quienes aportamos con nuestros impuestos al erario nacional y también por las reservas expresadas por algunos lectores.

Estas se referían a la fecha, coincidente con el sexto aniversario del inicio de un episodio que debiera avergonzarnos como país y a la posibilidad que se le volviera a vandalizar, tal como nos enteramos al día siguiente.

¿No existió autoridad alguna que previera lo que podía ocurrir y actuara en consecuencia? ¿Era acaso algo impensable en el Chile de hoy?

Pareciera que no era necesario ser experto en seguridad o en inteligencia para, al menos, asignar algún grado de probabilidad a que los inadaptados de siempre, las emprendieran contra este símbolo.

Ignoramos si se dispuso alguna medida especial de protección, pero nada se ha sabido al respecto.

Algunos rasgan vestiduras y otros se lamentan, junto con señalar que se volverá a restaurar, pero ¿qué hay de la prevención o acaso no existe la voluntad o la fuerza para disuadir a los que no respetan el estado de derecho?

También ha habido “condenas” que de poco sirven, ya que sólo los tribunales pueden efectivamente condenar, pero, para ello, se requiere detener a los vándalos y ponerlos a disposición de la justicia. El resto es música.

Se ha reiterado que, más adelante volverá a ocupar su plinto la restaurada estatua ecuestre del General Baquedano, esta vez acompañado de un monumento a Gabriela Mistral.

¿Ocurrirá lo mismo tan pronto se inauguren?

No es mi intención sumarme a quienes esgrimen razones para no exponer la memoria del General a una nueva ofensa, sino que advertir que no basta desear que algo no suceda cuando quienes agredieron el alma nacional no han mostrado arrepentimiento alguno, por el contrario, de tiempo en tiempo reivindican la violencia que presenciamos.

En su momento el presidente Piñera habló de una guerra y ello a muchos les pareció inaceptable ya que justificaría “la agresión a su propio pueblo”. Creo que en la medida que periódicamente, en diversas formas, se nos amenaza con una repetición, vivimos una tregua en dicha guerra, por mucho que el término escandalice a los buenistas.

No creo exagerado sostener que lo sucedido con el monumento vandalizado tan pronto fue restaurado, demuestra la existencia de una voluntad colectiva de imponerse por la fuerza a quienes deseamos vivir en paz y que, por ello, acatamos la ley y el orden.

Recordando a Clausewitz, lo que está en juego es una dialéctica de voluntades.

No nos perdamos.

20 de octubre de 2025.