Damnatio Memoriae – La historia continua



Damnatio Memoriae – La historia continua

Por Roberto Hernández Maturana

La reciente  noticia sobre la solicitud de renuncia efectuada por la Ministra de Cultura Alejandra Pérez al Director del Museo de Historia Nacional, el antropólogo Pablo Andrade Blanco, (quien asumió en 2015) luego de que la muestra “Hijos de la Libertad”, hoy cerrada al público, incluyera una cita del General  Augusto Pinochet extractada del discurso que el gobernante pronunció en el edificio Diego Portales el 11 de octubre de 1973, a un mes de haber tomado control del gobierno causara gran revuelo en las redes sociales, nos muestra una vez más  hasta dónde puede llegar la tontera humana, tratando de borrar la historia con el codo.

La cita expresada decía textualmente “La gesta del 11 de septiembre incorporó a Chile en la heroica lucha contra la dictadura marxista de los pueblos amantes de su libertad”, sin embargo, la frase fue puesta sin comillas que advirtieran que se trataba de una cita. El catálogo de la muestra Hijos de la Libertad nos informaba que “Esta publicación aborda cómo, en estos procesos, el concepto de libertad posee diversas vertientes: política, social, económica y/o cultural, las que muchas veces son contrapuestas e incluso antagónicas, y cómo, por otro lado, la cultura material vinculada a estos idearios se expresa a través de soportes conmemorativos y simbólicos que buscan hacer perdurar la memoria”.

Así, la muestra que se realizaba desde el 5 de abril pasado, en el Salón Gobernador del Museo Histórico Nacional, nos presentaba al general Pinochet, a la derecha de los ex presidentes Patricio Aylwin y Michelle Bachelet, a la izquierda de Pablo Neruda y debajo de Salvador Allende incluyendo la frase antes mencionada junto a otras 14, que incluían a personajes tales como Fray Camilo Henríquez, Gabriela Mistral, entre otros.

Si como una torpeza y un descriterio fue calificado por la Ministro de Cultura la inclusión de un recuerdo del gobierno militar por parte del Museo de Historia Nacional, la destitución de su director  constituye una soberana estupidez y una muestra más de la pusilanimidad de nuestras autoridades, rayana en la cobardía.

Toda esta historia me trajo a la memoria un artículo que escribí hace casi ya dos años llamado “Damnatio Memoriae” (https://chilemerece.wordpress.com/2016/05/04/damnatio-memoriae-2/), en que recordaba que en algunas oportunidades, después de la muerte de un gobernante  considerado tiránico por el Senado de Roma, este decretaba una Damnatio Memoriae (maldición de la Memoria) destruyéndose las estatuas de dicho emperador y borrándose su nombre de todas las inscripciones públicas. Incluso se raspaba  las monedas en que estaba la efigie del gobernante caído en desgracia, para que no quedara rastro alguno de su existencia (lo que no impedía que el gobierno cayera nuevamente en otro autócrata).

Así se hizo con varios emperadores que nos han llegado hasta nuestros días “maldecidos por la memoria”, pero de los  que si uno escarbara en la historia, podría encontrarse con la sorpresa de que más allá de las caricaturas creadas por la historia “oficial” contada mucho, muchísimo antes de de que fuéramos niños, nos podríamos  encontrar con gobernantes como  Nerón, o Domiciano, quien gobernó el imperio por 15 años ,y si bien se le describe como un autócrata despiadado pero eficiente, sus programas pacíficos, culturales y económicos fueron precursores del próspero siglo II, ambos  con sus luces y sombras, tuvieron una característica común en sus gobiernos: Una fiera disputa con el Senado (que entonces era la nobleza romana), la clase gobernante y los poderes económicos de la época, a quienes mermaron notoriamente sus privilegios. Ellos murieron asesinados, contribuyendo a la demonización de sus imágenes históricas,  la dura persecución a los cristianos, en defensa de la religión y las costumbres romanas, contra quienes en ese momento se consideraban herejes. Sin embargo nos dice la historia que ellos fueron muy populares, especialmente al inicio de sus principados, pero las intrigas y conspiraciones, les hicieron desconfiados (con razón) y recelosos, de todos quienes les rodeaban.

La historia que nos llega hoy, desde lo profundo de los tiempos satanizando a estos personajes ha sido permeada por los que quedaron para escribirla.

Los faraones egipcios también usaron estas practicas para desprestigiar a sus antecesores, sacando estatuas y borrando inscripciones que suprimieran a los antecesores de la historia, como si esta comenzara con el nuevo gobernante.

Así, amables lectores podemos ver entonces que no hay nada nuevo bajo el sol. En Chile hace tiempo estamos viviendo nuestra propia damnatio memoriae, queriendo las élites gobernantes reescribir la historia y olvidar sus causalidades, satanizando al gobierno militar, que sentó las bases del desarrollo que Chile alcanzó en los últimos

45 años y persiguiendo hasta el último de aquellos que en la época sirvieron en las fuerzas armadas. Finalizaba el artículo de mayo de 2016 diciendo que “así como hoy se escribe antojadizamente la historia de Chile de los últimos 50 años, así también se ha escrito la historia que atañe a los personajes antes nombrados, por más de 2.000 años, negando a sus espíritus fantasmales (lémures les llamaban los romanos) todo derecho a defensa”.

Vale la pena meditar lo que escribió el defenestrado director del MHN… “Ningún país puede pretender borrar su pasado de la historia, hacerlo desaparecer por incomodo, adaptarlo a los intereses del presente, sin correr el riesgo de convertirse en una sociedad totalitaria e incapaz de superar sus traumas”. 

Extraña que la resolución de despedir al director Andrade sea tomado por un gobierno que se declara defensor de las libertades, sumándose al coro vociferante de la izquierda de quienes han querido dictar pautas desde el foro de Sao Paulo.

Como vemos, pareciera que las élites chilenas están empeñadas en creer que borrando y reescribiendo la historia, la convivencia democrática estará a salvo, sin pensar que cuando la olvidamos, los hombres estamos arriesgando ciertamente la posibilidad de repetir esa historia que quisimos dejar atrás.