A 50 AÑOS
A 50 AÑOS
EN MEMORIA DE LOS 50 AÑOS. V. Parte.
Mis verdades, diferente a como la cuentan otros
Recordemos que dejamos a Toribio narrando el día 11 en el ex edificio de las Fuerzas Armadas con los alumnos de la Academia de Guerra, sorprendidos al constatar cómo sus planes para hacer frente a las cordones industriales y organismos subversivos, se habían transformando en los documentos ejecutivos adoptados por el Ejército para hacer frente a la contingencia en la región Metropolitana.
Las primeras horas fueron para asumir las tareas que nos asignaron en las diferentes unidades operativas organizadas para actuar en Santiago, entre las cuales estaba la Agrupación Centro, II. D.E., la División de Escuelas y otras que en este momento no recuerdo. No hubo inicialmente, tiempo para conversar sobre detalles de la decisión de los mandos de las instituciones, si bien se corrían rumores de la participación en especial del Almirante Merino, de mi general Pinochet y del general Sergio Arellano; y el general Leigh de la FACH. Los fundamentos estaban claramente explicitados en el Bando N°1 de la Junta Militar, donde cobraba mayor relevancia la declaración de la Cámara de Diputados.
Aparecieron las radios a pila, pues existían muy pocos televisores en el edificio, no existían teléfonos celulares; estábamos totalmente aislados de nuestras familias. Antes de partir mi esposa me había consultado que pasaría y yo le respondí con absoluta sinceridad, que no sabía pero que estuviera tranquila, pues quedaríamos acuartelados en Grado 1 en la II.D.E. De tal manera que la información era escasa, la situación en el resto del país era de responsabilidad del Estado Mayor General del Ejército a través de las unidades divisionarias desplegadas a lo largo del territorio. Durante la hora de colación ─si se le podía llamar así a la magra alimentación─ fue bastante tardía, pero hubo un poco de tiempo para el “chuchoqueo” con otros oficiales repartidos en el Estado Mayor. Por las emisoras radiales nos impusimos del llamado de mi general Pinochet ofreciendo al presidente Allende abandonar La Moneda y la salida del país, dando un plazo, si mal no recuerdo hasta las 12.00 hrs, en caso contrario el edificio sería atacado. Desde las ventanas del edificio vimos salir a muchas personas por la puerta de acceso Sur, que correspondía a oficinas de la Cancillería y por calle Morandé. Presenciamos la acción con toda precisión de la FACH, sobre la casa de gobierno –que tanto estupor ha causado el expresidente Lagos: ¡Aviones bombardeado La Moneda!; al igual que doña Michel ¡ Oh, fue terrible!– y por radio escuchamos igualmente que se había hecho sobre la residencia del mandatario en calle Tomar Moro, cubierto también por una dotación importante del GAP y donde se guardaba a el cuantioso armamento –supuestas obras culturales regaladas de por Fidel Castro– y las instalaciones de Cañaveral, lugar donde el mandatario tenía reuniones “privadas“ y prácticas tiro. Sin embargo, ese mismo estupor de los ex mandatarios estuvo ausente durante los nefastos 1000 días en que se destruía Chile y era inminente una guerra civil.
La sensación que captábamos era de un extraordinario y general regocijo de la población en el país; y como se lograba avanzar en el control del orden público; en las calles se manifestaban abiertamente en favor de las fuerzas armadas y el enbanderamiento nacional fue espontáneo. Pese a ello, a diario se sucedían enfrenamientos con las organizaciones subversivas, donde se hicieron notar los fusiles AK de procedencia rusa y un variado armamento, incluyendo hasta lanza cohetes, no obstante, las restricciones impuestas por el Estado de Sitio con el toque de queda incluido. Es bueno traer a la memoria no solo los embarques de armas posteriormente descubiertos en Carrizal Bajo, sino que a comienzos del año 1973, siendo Brézhnef el líder de Rusia, su gobierno concedió a Allende un crédito de US. $ 100 millones en armas; y conforme lo afirmado por el general ruso de la KGB, Nikolai Leonov, el cargamento que iba en camino incluyendo tanques, artillería, municiones y variado armamento fue desviado de su destino al comprobar que el levantamiento en Chile era inminente.
Algunos hechos o anécdotas ilustran mi permanencia en la Agrupación Centro antes de ser comisionado a otras tareas. Nuestra ubicación era privilegiada para observar lo que pasaba frente a la Moneda y en las calles aledañas. De hecho, desde los edificios públicos cercanos al palacio presidencial, los de los ministerios de Educación, de Obras Públicas y el Banco Estado, salieron a relucir las armas automáticas repartidas por el gobierno y desde sus ventanas hacían fuego sobre las tropas que lo rodeaban y hacia nuestro edificio. En cierta oportunidad pasando por un pasillo me llamó la atención cierta algarabía en una oficina, donde había varios suboficiales y un sacerdote ─de los que aún usaban sotana─ y por su acento inconfundible era de la Madre Patria. Uno de los militares empuñaba un fusil SIG, apoyado en una ventana que daba a la calle Zenteno y trataba de ubicar a individuos que disparaban desde el ministerio de Educación. Detrás de él, el sacerdote eufórico guiaba al militar que empuñaba el arma señalando hacia donde debía disparar. Pero como no dejó de sorprenderme consulté a un suboficial quien era ese curita y su respuesta fue: El capellán de la II División, mi mayor, que, para la revolución en España, los comunistas le mataron a sus padres, estando él presente siendo aún niño.
Se habían publicado por los diarios las fotografías de las personas más buscadas y que habían tenido directa participación en el gobierno y en actividades subversivas. Por azar del destino, el mismo día 11, mientras se controlaban a las personas que habían quedado encerrados en el Banco del Estado, ubicamos a Erick Snake, que siguiendo la tradición de su padre en los hechos de 1932, había tenido una participación activa en la UP en la radio Corporación, de la cual era su presidente. Esta emisora fue una de las últimas que transmitía los llamados hechos por el mandatario arengando a sus partidarios a defender su Gobierno, lo que nadie pareció escuchar, pues corrieron prestos a esconderse en las embajadas, en la Nunciatura o debajo de la cama de su querida, donde fue encontrado el máximo dirigente del P.C. Luis Corvalán, más tarde intercambiado por un disidente cubano. La publicación de los más buscados dio origen a que no haya faltado el chileno que se quiso pasar de listo. Recibimos un llamado anónimo que en la calle San Antonio en cierta dirección se encontraba una de dichas personas; concurrimos a dicho lugar con todo el alistamiento y precauciones necesarias, pero ¡Oh! sorpresa, resultó ser un departamento reservado para citas amorosas. No había nadie, una botellas de champagne vacías, propaganda alusiva y en un velador encontramos una pulsera de oro, abandonada supuestamente por una pasajera que salió apurada, con la que más tarde se contribuyó a las donaciones para la reconstrucción nacional, a la cual cooperó el futuro presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle con sus argollas de oro, entre muchos otros.
La presencia de Cubanos tuve la oportunidad de comprobarlo personalmente al concurrir a la morgue para fiscalizar la entrega de fallecidos en un enfrentamiento con personal del ejército. Allí, alrededor de 12 individuos yacían en literas o sobre el piso de la sala. La nacionalidad ─a pesar de sus claras evidencias físicas─ me fue corroborada por personal de dicha instalación. Lo anterior confirma la cantidad de individuos de esa nacionalidad que habían llegado al país, ratificando lo que el propio general cubano Patricio de la Guardia, declaró durante su juicio en Cuba que él estaba al mando de las fuerzas militares en Chile y a cargo de la seguridad de la embajada en Santiago. Junto a su hermano, después disidentes de lo que estaba pasando en la isla de la fantasía, fue condenado en Cuba a 30 años de prisión y su hermano gemelo, coronel Antonio de la Guardia fusilado junto al general Arnaldo Ochoa y otros dos oficiales, acusados de tráfico de drogas, en un juicio que pretendió acallar y salvar la responsabilidad de Fidel Castro después que la prensa internacional diera conocer el contacto de militares cubanos con el narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
A fines del mes de octubre tuve que hacerme cargo de un departamento para velar por los asuntos de seguridad de las industrias que formaban parte del cordón respectivo de Santiago, bajo la responsabilidad del regimiento Tacna. En base a las investigaciones de la PDI me percaté de los planes previstos para paralizar ciertas industrias, como el caso de Carozzi donde las cajas que contenían explosivo estaban claramente distinguidas con una calcomanía especial. Sin embargo, las mismas investigaciones nos dieron luces sobre algunos empresarios que aducían motivos de subversión a trabajadores sin mayores antecedentes, lo que me obligó a solicitar personal de la Dirección del Trabajo para velar por los intereses de los obreros a fin de que no fueran despedidos en forma injustificada.
Hasta aquí mi participación en los primeros meses de asumido el Gobierno Militar.
Fernando Hormazábal Díaz
General de Brigada (R)
Roberto Ampuero: La segunda muerte de Salvador Allende
En septiembre no será Boric quien impulse y bruña la imagen de Allende -que en su mandato tuvo más apoyo que Boric hoy-, sino más bien Allende quien puede convertirse en el salvavidas del actual Presidente y brindar algún lustre a su imagen.
por Roberto Ampuero10 agosto, 2023
No hay duda de que la tarea de mayor carga simbólica que el Presidente Gabriel Boric concibió para su gobierno ha sido la conmemoración del 50 aniversario del derrocamiento de Salvador Allende.
Desde la noche del triunfo electoral en diciembre de 2021 y, en particular, desde el inicio de su administración, en marzo de 2022, Boric cultiva la imagen del ex Mandatario y se erige a sí mismo, es al menos mi impresión, como el heredero y continuador de la gestión y del legado de Allende. Desde la cuidadosa inclusión de frases del ex Mandatario en sus discursos hasta el empleo de ciertos gestos y el uso de espejuelos semejantes a los que se volvieron característicos del socialista -varias dioptrías, marcos negros y gruesos-, Boric se esmera en proyectar una suerte de continuidad en la imagen, el estilo y el mensaje de Allende.
No nos debe sorprender por cuanto las izquierdas a nivel mundial carecen como nunca antes de referentes y símbolos con respecto a su identidad, misión y destino final.
El desplome en 1989 del socialismo real, el tránsito de China y Vietnam a la economía de mercado, la peligrosa y agresiva deriva autoritaria de Rusia bajo Putin, la agonía de la dictadura castrista (64 años sin elecciones libres y en manos de la misma familia), y la pésima reputación de los regímenes de Venezuela y Nicaragua han dejado sin fuentes inspiradoras a comunistas y fuerzas afines a nivel mundial. La socialdemocracia, por su parte, afronta también una fase compleja pues sus modelos de bienestar hallan dificultades insolubles para financiar sus generosas prestaciones sociales.
Y la neo izquierda, por otra parte, dilapidó vertiginosamente la seducción que ejerció durante un período fugaz, como lo demuestran las experiencias de Unidas Podemos en España y la de Syriza en Grecia, por mencionar dos, y ya comienzan a percibir una incipiente resistencia mundial contra su feroz cultura de la cancelación y la radicalización de las políticas identitarias.
Si bien, para ser objetivos, corresponde reconocer que nadie, tampoco los liberales ni conservadores, se salva hoy de la sequía de referentes o modelos esenciales cuando Occidente está siendo desafiado por el modelo de partido único con economía de mercado de China, también debemos señalar que ningún otro sector político otorga tanta importancia a los ámbitos de lo simbólico, lo emotivo y lo épico como las izquierdas. Es materia consabida: mientras la derecha tiende a centrarse en estadísticas y planes con fecha, la izquierda prefiere priorizar el relato y los sueños.
Tal vez por no haber vivido la traumática experiencia de la Unidad Popular ni los años sesenta, cuando el MIR y el Partido Socialista abrazaron la vía armada para imponer el socialismo en Chile, a Boric lo deslumbraron la figura de Allende, el programa de la UP y el suicidio del Mandatario en La Moneda, y supo convertir aquello en una atractiva vertiente inspiradora, en un relato magno, una tradición prístina y un legado radiante para él y el Frente Amplio, y dotó de historia y espesor simbólico a partidos sin historia ni símbolos y con intenso aroma a bisoñas luchas estudiantiles.
La elección fue acertada por cuanto Allende, que murió en La Moneda rodeado sólo de amigos y escoltas, y que -como lo recuerda Daniel Mansuy en su bien documentado libro sobre el ex Presidente- no menciona en su último discurso a ningún partido de la UP, ha sido hasta hace poco un símbolo sin dueño o tal vez con demasiados dueños que si bien lo incorporaban en sus entrevistas como retrato a sus espaldas, desde los ochenta no lo reivindicaron con el vigor y la claridad con la que lo hizo Boric.
Sin embargo, en las izquierdas de América Latina y Europa y en las instituciones globales, Allende goza de gran admiración. Se lo ve como un inspirador, un seguidor de Federico Engels y Antonio Gramsci, en alguna medida como un euro-comunista avant-la-lettre, que intentó demostrar que la vía electoral para instaurar el socialismo era posible, lo que para cualquier marxista-leninista era y es ingenuidad pura, como lo muestran textos de la época del MIR y el Partido Socialista chileno.
Tengo la impresión de que desde que Boric aspiró a La Moneda y, más aún, desde que llegó a ella, sintió que era imprescindible conmemorar los 50 años en grande como un ejercicio de la memoria nacional, como la recuperación del legado de Allende, como un acto de justicia hacia él y como una forma de aglutinar el apoyo de una izquierda perenne, que explica en alguna medida el apoyo de 27 a 30% que conserva pese a su deficiente gestión gubernamental. Por ello, los 50 años del 11 de setiembre debían convertirse en un trampolín para que Allende deslumbrara aún más e inspirara aún más a las izquierdas pero bajo la conducción de Boric, el Presidente más allendista que conocemos.
Sí, bajo la batuta del Boric, de su popularidad primigenia, la del joven que iba a disputar el liderazgo regional, del rock star de los primeros meses que saludaba al pueblo con gestos allendistas y también de monje budista, que descendía de las suburbans a fundirse en emocionado abrazo con el pueblo, de la esperanza que “lo va a cambiar todo”, que restauraría la imagen de Allende y lo colocaría en el sitial que se merecía más allá de su monumento en la Plaza de la Constitución.
Como a menudo ocurre y Hölderlin precisa, “el hombre es un Dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona”, las circunstancias no se dieron como lo imaginó Boric al concebir esa conmemoración: En medio de un respaldo ciudadano minoritario, un gobierno dividido, una crisis de seguridad agobiante y el terremoto ético que remece a su administración, en septiembre no será Boric quien impulse y bruña la imagen de Allende -que en su mandato tuvo más apoyo que Boric hoy-, sino más bien Allende quien puede convertirse en el salvavidas del actual Presidente y brindar algún lustre a su imagen. Parafraseando a José Martí (“La patria es altar y no pedestal”), podríamos decir que Allende no devendrá un altar sino el pedestal que tal vez permita a la actual administración asomar la cabeza por encima de las fétidas aguas que hoy le llegan al cuello.
Por todo esto, Boric debe ser especialmente cuidadoso con la conmemoración y considerar también las circunstancias que enfrenta, la visión que los chilenos tienen del país de hace medio siglo y las preocupaciones que hoy nos abruman. Su entorno socialdemócrata debería hacerle ver que no le conviene ni a él ni al país seguir polarizando a los ciudadanos con la apología y la idealización de un Mandatario que si bien enfervoriza a una minoría, critica la mayoría.
Boric debería estar consciente de la gran oportunidad histórica que hoy se le brinda: poder saltar sobre su propia sombra y transmitir un mensaje de unidad nacional que desbroce un camino largo, arduo y pedregoso, pero seguro, hacia ese horizonte que es toda unidad nacional. Intentar establecer una historia oficial, pretender definir desde La Moneda qué es verdad y qué “desinformación” en política, entregar la conducción de la conmemoración a fuerzas con agenda partidista y no ciudadana, nada de eso ayuda a Boric ni a Chile. Y menos ayuda esto en medio del escándalo de “las fundaciones”, cuando en La Moneda deberían retumbar más claras que nunca las palabras de Allende: en nuestro gobierno “se podrán meter las patas, pero jamás las manos”.
Seguir divulgando la visión apologética del socialista es apartarse de la historia y constituye un grueso error. Que quien insista en difundir una visión sesgada del pasado sea precisamente un Mandatario cuyo gobierno se ve sacudido además por un escándalo de falta de probidad insólito en el Chile democrático puede terminar convirtiendo por contagio la onerosa conmemoración oficial que incluye escenarios, exhibiciones, performances artísticas y actos políticos en Chile y el extranjero en la segunda muerte de Salvador Allende en La Moneda.
La Superioridad Moral de la Unidad Popular
Jorge Andrés Pérez
Hay sectores de la izquierda chilena que creen que tienen la superioridad moral suficiente para forzar a la sociedad chilena su versión del golpe de estado que derrocó el gobierno de la Unidad Popular. El problema es que lo hacen imponiendo un reduccionismo moral con el parámetro único de los derechos humanos, para relativizar las variables múltiples de los “errores” materiales de la Unidad Popular. Es decir, se esconden detrás de las violaciones a los derechos humanos después del golpe de estado, para no asumir las responsabilidades de la Unidad Popular antes del golpe de estado.
La verdad que buscan imponer los herederos políticos de la Unidad Popular es que nada hecho antes del golpe por la Unidad Popular justificaba el golpe de estado por las fuerzas armadas, y lo hecho después del golpe de estado por el gobierno (o dictadura) militar. Los que no comulgan con este dogma de fe son considerados negacionistas, buscando hacer una equivalencia entre la derecha chilena que apoya el golpe militar, y los alemanes de la posguerra que debían ser desnazificados. Ésta es una analogía muy deshonesta y mal intencionada, porque no hay una equivalencia moral entre apoyar el golpe y el gobierno militar chileno, y apoyar al gobierno de la Alemania nazi.
Los nazis llegaron al poder en Alemania de manera democrática, y sin embargo se justificaba que las fuerzas armadas alemanas hicieran un golpe de estado, porque los nazis estaban arriesgando el futuro del país como si estuvieran apostando una fortuna privada en un casino de alto nivel. No hacer oportunamente ese golpe de estado al gobierno nazi tuvo consecuencias devastadoras para Alemania, que fue destruida material y moralmente producto de su lógica irredentista de apostarlo al todo o nada, que la llevó a no valorar correctamente el precio real de cometer abusos de poder en las poblaciones y territorios invadidos.
De la misma manera, la Unidad Popular llegó al poder de manera democrática, siguiendo las reglas constitucionales del Estado chileno. Pero, con la lógica del todo o nada revolucionario, el gobierno de la Unidad Popular apostó en el casino geopolítico de la guerra fría el futuro del país, llevando a la sociedad chilena a un conflicto existencial, porque no había un consenso sobre los cambios revolucionarios.
Ahora los herederos morales de la Unidad Popular buscan imponer un consenso a la sociedad chilena sobre un “nunca más” a un golpe de estado a un gobierno democráticamente elegido. Es más, creen que pueden acusar de “negacionistas” a los que no se someten al dogma de fe del “nunca más”, porque nunca se justifica un golpe de estado a un gobierno elegido democráticamente. Pero esto es muy deshonesto, porque esa izquierda dice no renunciar al proyecto de la Unidad Popular, que supuestamente sólo fue interrumpido temporalmente por el golpe de estado. Entonces uno no puede dejar de sospechar que ese “nunca más” es muy funcional a un proyecto político que no tiene apoyo transversal en la sociedad chilena, y que entonces depende de su capacidad para apoderarse mañosamente del Estado para imponer la revolución desde éste.
Entonces, lo más sano para el país es negarle a esa izquierda la oportunidad de empezar un proceso social de cazar negacionistas (brujas), para impedir un golpe de estado cuando en el futuro logren apoderarse del aparato del Estado. Esto no es muy democrático, ya que implica llegar al poder con una agenda oculta, que luego se ejecuta con el poder del Estado sin un consenso transversal en la sociedad chilena. Eso es lo que hizo el partido nazi en Alemania, y lo que trató de hacer la Unidad Popular en Chile.
El golpe de estado fue el producto de la irresponsabilidad de la Unidad Popular que trató de cambiar radicalmente el país sin importarle el costo humano que eso habría significado por generaciones a la gran mayoría de los chilenos. El proyecto de la Unidad Popular habría condenado a la gran mayoría de los chilenos a la pobreza económica y a la vulnerabilidad geopolítica. Que la Unidad Popular no tuviera la oportunidad de desarrollar a plenitud su proyecto, no quiere decir que no fuera nefasto para el futuro del país. El régimen nazi y la Unidad Popular sólo iban a entregar el Estado por la fuerza. Estos no son regímenes que voluntariamente entregan el poder del Estado con elecciones libres y honestas. Son gobiernos totalitarios donde el fin del control del Estado justifica los medios de la criminalidad de éste, y no hay derecho al pataleo, para siempre.
La izquierda chilena cree que el golpe de estado se dio en un contexto de normalidad institucional. Pero eso no es así. El gobierno de la Unidad Popular llevaba a cabo un experimento revolucionario que buscaba refundar el país como una utopía marxista. Que esta revolución se vendiera como una revolución con empanadas y vino tinto es simplemente evidencia del complejo fraude perpetuado. La Unidad Popular buscaba consolidar su control del Estado, anestesiando temporalmente al pueblo chileno con una fiesta campesina que comprara tiempo para conseguir los objetivos políticos.
El objetivo de la Unidad Popular era redefinir lo chileno, primero escondiendo la revolución marxista en la chilenidad de una farra con empanadas y vino tinto, para luego eliminar esa chilenidad con una identidad marxista con chancho chino y agua sin flúor. Después de apoderarse del mercado, la Unidad Popular nunca iba a poder producir con el Estado marxista, de manera eficaz y eficiente, empanadas y vino tinto en la cantidad y calidad esperada por la población chilena en sus fiestas. Afortunadamente los chilenos no llegaron a tener que agradecer a Allende el pernil de pascua (como los venezolanos hacen con Maduro).Repiten el mantra de que el golpe era injustificable, y quieren que esto sea el consenso en la sociedad chilena. Es decir, que el consenso nacional sea que la Unidad Popular debió implementar su proyecto totalitario. El problema con la izquierda chilena no es solamente su expectativa de que la sociedad chilena renuncie al “negacionismo”, sino que busca con ello que la sociedad chilena comulgue con el contenido marxista oculto de este caballo de Troya que era la Unidad Popular.