Por Cristián Labbé Galilea
Leer los diarios o ver las noticias en estos días no resulta
muy motivador; incluso para las mentes optimistas, abundan “las malas nuevas”.
Cuando no es una de las tantas algarabías políticas que
enrarecen la convivencia nacional, es un escándalo financiero o uno de los
sorprendentes conflictos en el poder judicial; ni qué decir de los temas
relacionados con la violencia y la inseguridad… Lo que estamos presenciando en
estos tiempos es, una vez más, la apertura de una Caja de Pandora.
Según la mitología griega, esta misteriosa caja fue un regalo
que Pandora recibió con instrucciones de no abrirla bajo ninguna circunstancia,
pero “el diablo metió la cola” y la tentó a abrirla para ver qué había dentro.
Al hacerlo, escaparon “todos los males del mundo” que los dioses habían
guardado en su interior; cuando pudo cerrarla, sólo quedó en el fondo “el
espíritu de la esperanza”, el único bien que habían metido en ella.
Abrir una caja de Pandora nos recuerda -en estos días- que
una acción, en apariencia pequeña o inofensiva, puede terminar trayendo
consecuencias inesperadas… que es exactamente lo que estamos comprobando hoy
por hoy.
Los rechazos en el parlamento a las iniciativas legislativas
del gobierno, que el Ejecutivo haya debido retirar la candidatura de Dobra
Lusic a la Corte Suprema -a pesar de que era la candidata de la izquierda-, las
acusaciones cruzadas entre los fiscales de Rancagua, las irregularidades en el
INE y los detalles del funeral de un narcotraficante, nos está advirtiendo que
la institucionalidad está “patas para arriba” y nos está confirmando que: el
diablo tiene un amplio guardarropas.
Para el ciudadano común y corriente, por insignificante que
parezca un incidente o por banal que resulte un caso, su percepción de la
situación es que ésta va de mal en peor, y eso le preocupa.
Posiciones más o menos radicales, más o menos politizadas,
todas en general coinciden en que los problemas tienen su causa y su origen en
los “políticos diablos o los diablos políticos” que, así como son capaces de
subirse el sueldo, pueden en el mismo acto negarle la sal y el agua a cualquier
iniciativa que beneficie al resto de la sociedad, porque a ellos el país “les
importa un bledo” (planta salsolácea comestible pero poco valorada).
Siendo testigo de los males que nos afectan y, muy a la
chilena, echándole la culpa a la curiosidad de Pandora, esta “positiva pluma”
recuerda a sus lectores lo que la mitología griega nos aconseja… “la esperanza
es lo último que se pierde”, y que un viejo refrán nos enseña que “el diablo
solo tienta a aquel con quien ya cuenta”… Por lo tanto, sugiere no dejarse
arrastrar por visiones negativas.
Si los “políticos diablos o los diablos políticos” han
abierto la Caja de Pandora y han traído “los males al mundo”, el camino que nos
queda es: mandar al diablo a esos diablos… y, como nos sugiere Paul Johnson (Al
diablo con Picasso, 1996) “debemos asumir que vivimos en un mundo infinitamente
bello donde pulula la gente fascinante, los hechos alentadores y la risa
abundante…”.