AL QUE CON LO AJENO SE VISTE, EN LA CALLE LO DESVISTEN

El caso de Sebastián Piñera

Conversando hace algunos días en el programa de TV “A esta hora se improvisa”, el presidente Piñera entregó su opinión acerca de la actualidad del país. Al oírla, queda la impresión que ha entendido muy poco de lo que ha pasado en Chile durante el último año. Cree, por ejemplo, que la violencia es un fenómeno aislado y aislable y no quiso reconocer cómo ella fue un instrumento decisivo para obtener de este gobierno la entrega de la constitución. Piñera trató de justificarse diciendo que la actual constitución divide al país desde hace cuarenta años. Pero ¿cuándo lo dijo antes? En las elecciones pasadas, al contrario, la estabilidad constitucional era una de las premisas de su candidatura. Ahora, sin embargo, quiere pasar como el promotor del cambio.

Por otra parte, cayó completamente en la dialéctica de los derechos humanos propia de la subversión. Para él, no existen civiles que hayan visto sus derechos pisoteados, salvo los que se enfrentaban irracionalmente con la policía. No hizo ninguna referencia a los miles de chilenos que sí vieron sus derechos pisoteados y aplastados por la subversión, el violentismo y el vandalismo. Ninguna palabra para los más de 300.000 que perdieron sus trabajos ni para los millones que quedaron sin medios de locomoción, ni lugares de abastecimiento o de culto. Para ellos, en el vocabulario presidencial, los derechos humanos no existen.

La “guinda de la torta” la puso su referencia a cuán bien había andado el país durante los gobiernos de la Concertación, hasta el punto de dejar la impresión de sentir el suyo como uno más de ellos. El retorno a la democracia y todo el progreso que evidenció el país en esos años, se habrían debido nada más que a esos gobiernos, es decir, se habrían iniciado sólo a partir de 1990. La mentira está a la vista. ¿Habría sido Patricio Aylwin -el que terminó en 1966 con la propiedad privada en Chile- capaz de aplicar una economía de mercado sustentada en la firme defensa de esa propiedad? Aylwin y la Concertación se encontraron con el modelo funcionando gracias a las decisiones del gobierno militar. Pero, eso no lo puede reconocer Piñera sin perjuicio de querer y de intentar vestirse con ese modelo. Por eso, se lo atribuye a la Concertación y con ésta trata de mimetizarse.

Pero, a nadie engaña. Hoy asistimos a un espectáculo denigrante, tal vez, pero muy justo. De ese traje mal habido, a Piñera lo desnudan en la calle. Porque, de hecho, aunque le gustaría, no puede defenderlo en serio pues de inmediato lo identificarían con el gobierno militar. Y eso, es superior a sus fuerzas. Lo grave es que el “pato de la boda” lo somos todos los chilenos, en especial los más humildes que, a medida que se desarma ese modelo, van perdiendo la oportunidad de progresar y, en vez de eso, van regresando a un pasado de pobreza y, aun, de miseria.

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