Aprender de Manuel Montt

En el contexto de la gran noticia que ha significado la renuncia de José Antonio Kast a la UDI, acompañado públicamente de 31 militantes y privadamente de muchísimos más, conviene recordar algunas virtudes de uno de los más grandes servidores públicos que haya habido en Chile, Manuel Montt Torres.

Por Gonzalo Rojas Sánchez

Conviene, porque la tarea que tienen por delante Kast y su gente debe enmarcarse en coordenadas de alta exigencia.

Y si el alma de Chile, en concreto, ha tenido mucho de austeridad, de orden, de sacrificio en lo ordinario y de servicio público extraordinario, a Montt puede deberse en buena medida, por lo que hay que buscar ahí varias inspiraciones.

Efectivamente, algunas de las tareas más importantes que se presentan a los políticos chilenos en los próximos años tienen directa relación con los criterios con que gobernó don Manuel.

Por una parte, la necesidad de denunciar y superar la siembra del odio. A pesar de todas las diferencias que pueda haber entre el Chile de hoy y la Patria de 1846,  en cuanto al contenido y magnitud de la amenaza socialista, el historiador puede mirar con otros ojos   -los de una profecía muy audaz pero largamente cumplida-  estas terribles palabras del Presidente Montt, que nos suenan tan cercanas: “Con una constancia deplorable se ha tratado de encender en sus pechos (de los pobres) el rencor y el odio contra los ciudadanos laboriosos y de fortuna.  La riqueza y comodidades de esos se presentan como fruto de la usurpación y del crimen.” Y Montt concluía: “no es posible dejar que el mal se haga general y envuelva en su corriente a todo el Estado”.

En ese mismo sentido, se impone la necesidad de buscar la concordia nacional. “Mis fuerzas son insuficientes; necesito la cooperación de todos vosotros, de la ayuda de todos los ciudadanos, así amigos como enemigos de la nueva presidencia”, afirmaba Montt al asumir el mando de la nación en 1851.

Una segunda tarea de gran importancia es la necesidad de restablecer con prudencia, caso a caso el equilibrio fundamental de la organización social, hoy casi completamente desvirtuado. Al asumir la primera magistratura, Montt resumía el sentido de su victoria. Le decía a sus partidarios: “Celebráis el imperio de la libertad y del orden público; no el de la libertad con mengua del orden, ni del orden con mengua de la libertad, sino la justa armonía de estos dos principios salvadores de la República.”

Y, finalmente en estos años de torpeza supina en la conducción económica, viene bien recordar que la tarea de recuperación será muy exigente. Es cierto que al Presidente Montt no le tocó salir de una gran crisis, sino hacer más sólidos los fundamentos que ya se habían comenzado a poner en los 20 años anteriores. Pero, en todo caso, lo hizo con una gran convicción basada en las fuerzas de la libertad. Recién electo afirmaba ante sus partidarios: “Celebráis el triunfo de las instituciones a cuya sombra ha de obrarse el mejoramiento moral y material del pueblo por medio de las artes industriales y de la instrucción pública.”

 

 

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