Chile: La emergencia invisible

José Antonio Kast

Es hora de hacer visible lo invisible y asumir la emergencia que tenemos como país en materia de salud mental. Con una solución integral, que abarque desde recursos para diagnosticar y tratar, hasta esfuerzos por mejorar nuestros entornos locales, humanizar nuestras ciudades y fortalecer nuestras comunidades son pasos indispensables que tenemos que acelerar.

 

Chile tiene varios problemas: la crisis del Sename, la pobreza, la educación y la economía. La corrupción está aumentando y el Transantiago sigue funcionando mal. Son tantos y a la vez tan complejos, que cuesta mucho jerarquizar. ¿A quién ponemos primero? ¿Qué dejamos para el final? Sin duda, Gobernar es priorizar. Pero muchas veces, las decisiones no se toman con todos los antecedentes disponibles. Creemos que somos capaces de conocer todas las realidades pero hay muchas de ellas que son invisibles a nuestros ojos y que no logran captar la atención permanente de la opinión pública.

Quizás la más invisible de ellas y a la vez la más urgente de abordar, es la crisis de salud mental que vive nuestro país. Nuestra sociedad tiene problemas serios de salud mental: hay alta prevalencia de trastornos ansiosos, abuso y dependencia de sustancias, y niveles altos de depresión. Seguimos teniendo tasas de suicidio elevadas y los rankings de licencias médicas son liderados por los trastornos mentales.

En nuestros colegios hay niños que están sufriendo gravemente de bullying y acoso escolar, en condiciones difíciles de sobrellevar; en nuestras universidades hay jóvenes que no pueden con la presión ni las exigencias de los estudios; en nuestras comunidades, hay adultos que apenas sobreviven con las cargas laborales, familiares y sociales del entorno en que se mueven, con una ciudad hostil y con poco tiempo para vivir, para hacer una pausa. Una sociedad cada vez más individualista, donde se ha perdido el sentido de la comunidad y donde la familia cumple cada vez un rol más accesorio en el desarrollo de las personas y en la formación de valores e integridad. Una sociedad que se ha ido vaciando de Dios y donde cada vez más los que han extraviado su fe y cuyas esperanzas se desvanecen.

Santa Teresa de Calcuta dijo alguna vez, que “la mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis, sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos”. De cierta manera hoy hay miles de chilenos abandonados y que no están recibiendo el cuidado y la atención que necesitan. Junto a ellos, miles de familias que muchas veces sufren en silencio y que no exteriorizan el drama de vivir con alguien con una enfermedad mental, cargando con todo el peso sobre sus hombros.

Según las cifras de la OMS son más de 1 millón de chilenos los que sufren ansiedad y casi 850 mil los que tienen depresión. En mayor proporción son las mujeres las más afectadas y especialmente las de sectores más vulnerables. Junto con ellos, sus familias, amigos y círculos cercanos que viven y sufren con estas enfermedades. Pero también con el estigma de una sociedad que penaliza a quien tiene una debilidad y que se refleja en exclusión social, maltrato y falta de oportunidades. Se crean estereotipos que marginan y discriminan a quien ya sufre enormemente con estos trastornos.

Es hora de hacer visible lo invisible y asumir la emergencia que tenemos como país en materia de salud mental. Con una solución integral, que abarque desde recursos para diagnosticar y tratar, hasta esfuerzos por mejorar nuestros entornos locales, humanizar nuestras ciudades y fortalecer nuestras comunidades son pasos indispensables que tenemos que acelerar.

Pero también, debemos partir por lo más inmediato y que quizás no tiene un costo financiero tan elevado: mejorar el respeto hacia aquellos que sufren gravemente con este tipo de enfermedades. Así como los cambios culturales parecen arrasarlo todo, asumamos como fundamental el preocuparnos por el otro y respetar a aquellos que viven con una enfermedad mental. Aceptémoslos como parte de nuestra sociedad y no los aislemos con nuestras burlas o indiferencia, invitándolos a formar parte de nuestra comunidad. Chile y muchos chilenos lo necesitan.

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