Del Blog de Hermógenes:

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UNA DICTADURA LEGÍTIMA Y POPULAR
El diccionario oficial de la lengua castellana, el de la Real Academia, dice que “dictadura” es “un gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad.” En otra acepción de la palabra, añade: “Gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente”.
De acuerdo con ambas definiciones, el régimen militar fue una dictadura hasta 1981, de acuerdo con la primera. Pero, de acuerdo a la segunda acepción, removió a otra dictadura, el régimen de Allende, que violó sistemáticamente la legislación entonces vigente.
Desde 1981 el régimen gobernante no fue una dictadura, sino un gobierno democrático, elegido por el pueblo en el plebiscito constitucional de 1980, en que se votó como Presidente por Augusto Pinochet por un período de ocho años.
En consecuencia, la dictadura militar 1973-1980 existió para liberar al país de una dictadura marxista. ¿Puede ser ilegítimo un régimen que remueve a otro devenido ilegítimo?
El presidente del Colegio de Abogados en 1973 tuvo preocupación por definir jurídicamente el punto que hoy tanto se debate. Era el jurista DC Alejandro Silva Bascuñán, y se preocupó de publicar una separata de la Revista de Derecho y Jurisprudencia estableciendo que la autoridad militar que había removido a Allende era un gobierno “legítimo”. Luego, quienes hablen de “gobierno legítimo” tienen tanto fundamento como quienes lo llaman “dictadura”, pero esto último sólo entre 1973 y 1980.
Es decir, ésa fue una “dictadura legítima”, porque tuvo como misión remover a otro régimen devenido ilegítimo. Así lo explicó el Colegio de Abogados de la época.
El régimen de Allende había devenido en ilegítimo, según la Real Academia, por haber “violado la legislación anteriormente vigente”. Eso lo dejó establecido el Acuerdo de la Cámara de Diputados, perfectamente constitucional, adoptado en una votación democrática y que se ciñó estrictamente al art. 39 de la Constitución entonces vigente.
Luego, la dictadura militar de 1973-1980 era legítima. Y además era popular. Eso lo confirmaban todos los sondeos de la época. Podrá objetarse que el régimen tenía más acceso y control de medios de comunicación que sus opositores. Pero eso era así por decisión de los dueños de los medios. Por ejemplo, El Mercurio y La Tercera eran partidarios del gobierno militar, no por imposición de éste, sino como consecuencia de que sus dueños, las familias Edwards y Picó Cañas, respectivamente, eran partidarias del gobierno militar.
Y este último, además, toleraba medios de comunicación adversos, como los diarios Fortín Mapocho y La Época. Con el tiempo y la plena democracia éstos desaparecieron. Aquéllos no.
En cuanto a las revistas, las de oposición eran más que las de gobierno: Punto Final, Cauce, La Bicicleta, Análisis, esta última de marcada tendencia marxista-leninista.
Y la radio de más audiencia era opositora: Cooperativa. Los canales de TV eran el estatal, TVN, tal como hoy, partidaria del gobierno. El Canal 13 lo era por orientación de su respectiva dueña, la Universidad Católica. Lo mismo el de la Universidad de Chile.
Como la dictadura era popular, ganó los plebiscitos y consultas a que convocó, en 1978, 1980 y 1989. Sólo perdió el de 1988, mediando una millonaria intervención extranjera. Pero a partir del segundo de los cuales dejó de ser dictadura, porque el pueblo eligió al gobernante.
Es decir, dentro de todo, la dictadura era más bien, como acertadamente alguna vez dijo el propio Pinochet, una “dictablanda”. Y yo estoy seguro de haber leído en la crónica de El Mercurio en los años ’80 que el mismísimo Patricio Aylwin declaraba no considerar al gobierno como una dictadura. Pero tengo que ubicar la publicación, cosa que no he tenido tiempo de hacer en los últimos 35 años. (Espero que alguien lo haga.) De que lo leì, lo leí.
Es decir, en el debate de estos días todos, en un momento u otro, han tenido parte de la razón.
martes, 26 de agosto de 2025
MUERTES EVITABLES E INEVITABLES
Un sereno analista de la actualidad política afirma que la caída de Evelyn Matthei en las encuestas se debió a que declaró que el 11 de septiembre de 1973 había sido inevitable que hubiera muertes. En realidad, todos los analistas son de la misma opinión.
Pero parece indiscutible que Evelyn Matthei sólo dijo una verdad muy fácil de probar: si hubo un poder público que conminó a los militares a poner término a un régimen y éste había organizado grupos armados para no sólo defenderse sino tomar el poder total, y los militares acogieron el llamado político civil, es de Pero Grullo que el enfrentamiento de ambos contingentes armados debía dar lugar inevitablemente a muertes en ambos bandos.
Por cierto, cualquier podía anticipar que los caídos de la guerrilla de izquierda iban a ser más que los de las tropas profesionales. De hecho, el Informe Rettig dijo que entre el 11 de septiembre y el 31 de diciembre de 1973 cayeron alrededor de 1.800 personas, unas mil quinientas del bando de la guerrilla y unos 300 uniformados.
Por cierto, entre todas ésas hubo muertes evitables. Los muertos a manos de carabineros del retén de Lonquén fueron evitables, si los primeros hubieran cumplido su deber de respetar la vida de los presos.
La muerte de carabinero Fabriciano González Urzúa a manos de guerrilleros que disparaban desde una industria textil fue evitable, porque aquél sólo auxiliaba a un camarada herido y procuraba arrastrarlo a un lugar seguro. Por su heroísmo hoy la Escuela de Suboficiales de Carabineros lleva su nombre. Su muerte heroica fue evitable.
También fue evitable la de una veintena de asesores y funcionarios de La Moneda, a quienes alguien ordenó fusilar en las instalaciones de un regimiento en Peñalolén el mismo 11.
Pero, en general, era inevitable que hubiera muertos. El problema reside en que la izquierda ha sido mucho más exitosa en condenar el 11 de septiembre que la derecha en defender su necesidad e inevitabilidad.
Los militares ganaron la guerra el extremismo marxista en toda la línea y por eso, al dejar el poder, se condecoraron justificadamente con la medalla “Misión Cumplida”. Habían recibido de los civiles un país en ruinas y les habían devuelto otro próspero y que estaba a la cabeza de América Latina.
Ganaron la guerra a la subversión y al terrorismo de izquierda, pero perdieron la posguerra propagandística. Los sectores de derecha, copartícipes del éxito y que tenían la obligación de defender el legado. no lo hicieron. Algunos incluso traicionaron a los militares, pasándose en su mayoría al bando de los que hoy los persiguen y condenan.
Por eso Evelyn Matthei dice una verdad irredargûible, pero cae en las encuestas. Porque en Chile el relato mata al dato y aólo una minoría es capaz de defender la verdad.