A propósito de los indultos que recientemente ha concedido el Presidente de la República a 12 presos del estallido social y a un exfrentista, estimamos, de buena fe, que éste ha sido un acto humanitario.

Hace 50 años, en 1973, los chilenos vivimos una dramática tragedia que a todos nos afectó. El odio, entonces, se enseñoreó entre nosotros los chilenos. Sus causas fueron múltiples y muchos fueron los responsables, unos por acción, otros por omisión.

Han pasado cincuenta años y nuestra sociedad parece exculpar su conducta manteniendo encerrados a un grupo de chilenos, ex servidores de las Fuerzas Amadas, Carabineros e Investigaciones, la mayoría octogenarios.

Para ellos no existen los beneficios carcelarios legales vigentes, a los que puede acogerse todo preso en Chile. Ya son muchos los que han muerto en privación de libertad, esperando actos de humanidad del sistema de justicia o de la máxima autoridad del país; y otros, por su edad y por la magnitud de sus penas, están condenados a muerte.

Hay algunos que, encerrados entre los muros de la prisión, paradojalmente, han conseguido la libertad; son los que por su senil condición han perdido la conciencia de su cautiverio y deambulan con la mirada perdida, sin saber quiénes son ni qué hacen ahí.

Esto solo ocurre en Chile; no pasa en ningún país civilizado.

Apelamos al Presidente Gabriel Boric, que disponga se apliquen los beneficios legales correspondientes, o resuelva un indulto para estos presos, basado en humanidad y clemencia.

Esto, en función del logro de la paz y justicia como un fin superior.

Entre tantas señales de violencia encontraríamos un remanso de humanidad.

ÁLVARO GUZMÁN VALENZUELA

General de Brigada

Presidente del Cuerpo de Generales y Almirantes de la Defensa Nacional