El futuro
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El futuro
La ola de Johannes
Existe una alta posibilidad de que el fenómeno Kaiser sea una gran ola: si se resiste, terminará pasando. Pero si se mantiene, cambiará los parámetros de la derecha actual en medidas incalculables al hacer crecer al lote más “duro”.
por Álvaro Vergara N.29 enero, 2025
Aunque es un fenómeno relativamente nuevo, el nombre de Johannes Kaiser viene apareciendo en las encuestas hace más de un año. Su estilo directo, su irreverencia y su habilidad para debatir contra lo políticamente correcto lo han catapultado como un posible candidato presidencial. Hace pocos días, el Monitor de Liderazgos Políticos de Datavoz lo posicionó en el primer lugar de menciones espontáneas sobre liderazgos positivos, superando por cuatro puntos a Evelyn Matthei. Y la encuesta Cadem de hace algunas semanas lo ubicó arriba de José Antonio Kast. De esa manera, siguiendo de cerca el fenómeno Milei, Kaiser aspira a dar el batacazo en las elecciones presidenciales o, al menos, obtener un escaño en el Senado.
Todas las señales mencionadas invitan a reflexionar sobre su ascenso. Hasta ahora, si bien lo que ha alcanzado es insuficiente para dirigir un gobierno, no conviene restarle méritos ni ignorar las razones que pueden explicar su posicionamiento. Su buena puntuación en las preferencias le ha permitido formar una fuerza relativamente importante, que reúne a varias figuras problemáticas pero muy votadas, entre ellas Gonzalo de la Carrera, Leonidas Romero y Gloria Naveillán. Su Partido Nacional Libertario, antes un canal de YouTube, hoy está constituido en la mayoría de las regiones de Chile. Con una base de 22.538 de militantes ya supera al Partido Republicano, el Social Cristiano o Evópoli. Por otro lado, su candidatura cuenta también con una batería mediática que recibe de sus hermanos, Axel y Vanessa, quienes influyen en una gran cantidad de jóvenes.
En este contexto, gran parte del ascenso de Kaiser se debe a la conocida estrategia de posicionarse como una derecha más a la derecha. Johannes preparó el terreno cuando, en el segundo proceso constituyente, se distanció del Partido Republicano. Sabía que si apoyaba la nueva Constitución, perdería apoyo. De esa manera, mientras Republicanos transó algunas cosas, Kaiser se inclinó rápidamente por el “En contra». Con esa jugada, y pese al cambio de posición -en un principio estaba por el “A favor”-, logró apropiarse de la “consecuencia” que el Partido Republicano y José Antonio Kast perdieron ante su electorado más duro. Kaiser tomó en ese momento la batuta de estos grupos, y Kast pasó a ser tildado de “globalista”. Lo paradójico sería que, si ambas fuerzas siguen creciendo, probablemente se unirán en el Congreso como un bloque alternativo a la derecha tradicional.
En esa línea, el auge de Kaiser tampoco puede entenderse sin observar el tipo de seguidores que lo respaldan. El posible candidato presidencial representa un movimiento leal, pero dogmático y confrontacional que viene creciendo hace años: el libertarianismo. Estos grupos numerosos y ajenos a los partidos políticos, se han desarrollado en nuestro país incluso antes que en Argentina, y aunque en su momento algunos apoyaron a Republicanos, la mayoría los abandonó tras el Consejo Constitucional. Por eso, Kaiser corre el riesgo de convertirse en una especie de rehén, pues siempre se verá obligado a mantener su línea dura para no perderlos. Los libertarios, en efecto, son ruidosos y activos, más leales a su ideología que a cualquier liderazgo. Apenas adopte alguna postura más intervencionista en un hipotético gobierno suyo o de la centroderecha, una parte de su base lo denunciará y castigará.
En resumen, ¿es posible gobernar Chile con la intransigencia característica de Johannes Kaiser? Es muy difícil. Incluso Javier Milei, un posible ejemplo de ese estilo, ha tenido que pactar tanto con la derecha tradicional como con la izquierda para gobernar. ¿Tiene Kaiser un liderazgo sólido dentro de su partido? Por ahora, su jefatura se basa en cimientos políticos débiles. En su colectividad convergen liderazgos que, ante una caída en las encuestas o medidas impopulares, probablemente lo abandonarán. ¿Cuenta con apoyo interno? Aunque su base es dogmática y exigente, es difícil mantenerla frente a los vaivenes de la política y el poder. A pesar de todo, la derecha no debe subestimarlo. Ya se ha visto cómo los liderazgos contingentes pueden dar sorpresas, aunque luego se desinflen. En ese sentido, existe una alta posibilidad de que el fenómeno Kaiser sea una gran ola: si se resiste, terminará pasando. Pero si se mantiene, cambiará los parámetros de la derecha actual en medidas incalculables al hacer crecer al lote más “duro”. No es claro qué harán Chile Vamos ni Republicanos al respecto, pero lo único cierto es que no podrán hacer caso omiso eternamente de esta irrupción.
Etiquetado:chile vamoskaiserkastlibertarios
Álvaro Vergara N.
Abogado e investigador IES
Chile un país minado
29/ene/25 – 11:19Actualizado: 29/ene/25 – 11:22
Cuando el gobierno del presidente chileno Gabriel Boric, se adentra en su recta final, sus ministros y los congresistas que lo apoyan, aceleradamente están sembrando minas anti personales en toda la sociedad chilena. No estamos hablando de aquellas minas prohibidas por la Convención de Ottawa, sino más bien de otras, que impedirán que Chile alcance su tan anhelado desarrollo.
El gobierno de ultra izquierda chileno, plagado de comunistas en su gabinete, están ocupados a tiempo completo en minar al país en distintos sectores claves. Cómo todo indica que la oposición gobernará Chile durante los próximos 4 años, la intención del “progresismo” chileno es dificultar el éxito de quien asuma el poder, para después regresar a él. Concretamente, las minas que ya han instalado, cubren la mayoría de los ámbitos de la sociedad chilena.
Para empezar, han instalado y ya ha quedado a firme, el concepto de trabajar menos a cambio de nada. El argumento ha sido trabajar menos horas, a cambio de mayor productividad, lo que en Chile es una falacia. En el campo laboral, está por aprobarse una desastrosa reforma de pensiones, que no ataca el problema de fondo que es la informalidad y el bajo crecimiento, con un aumento feroz de los costos laborales para el empleador.
Se intenta destruir el sistema de pensiones privado, que permitió a Chile crecer por décadas, más que cualquier otro país de la región. No se aumenta la edad de jubilación y no se iguala para hombres y mujeres. La segunda mina antipersonal, ha sido la destrucción del sistema de salud privado, con el objeto de que el Estado “benefactor”, se encargue de hacer más eficiente la salud en Chile. La tercera, ha sido la instalación de minas en la educación privada, interviniendo de manera descarada los programas educativos para que se vaya enseñando lo que el Estado quiera y así lavar el cerebro de jóvenes que serán el futuro de nuevos gobiernos. La cuarta mina se ha instalado en la “cultura” y la “memoria histórica”, para impedir el disenso y la interpretación libre de lo sucedido en el país en los últimos 50 años. La quinta mina se llama “permisiología”. El objetivo aquí es impedir que nuevos proyectos logren aprobaciones en plazos razonables, hasta que los inversionistas se desistan y prefieran elegir campos “no minados” en otros países. Las sexta mina apunta a la destrucción de la familia. La izquierda ha desterrado el concepto de padre, madre e hijos. Para ellos la familia es cualquier cosa, en que la mascota es “vital” en el núcleo familiar y tener hijos es como un pecado para las “parejas” de progres. La séptima mina apunta a dinamitar la religión. La fe en Dios es algo escandaloso y anacrónico, para el gobierno chileno. La octava mina ha sido infiltrar el sistema judicial. La policía detiene y la justicia libera. Son tantas las dificultades para que un criminal quede en prisión, que el incentivo a delinquir es alto. La novena mina se ha instalado en el centro del aparato estatal. Decenas de miles de nuevos funcionarios, la mayoría sobre pagados y amigos de la ideología del régimen, han sido contratados en los distintos ministerios, con leyes de inamovilidad y sin un mínimo control de gestión. La décima mina afecta al servicio exterior chileno y se le denomina “Política Exterior Feminista”. Esta mina es de amplio espectro y de difícil eliminación.
Finalmente, hay una mina antipersonal muy potente y muy letal que se ha instalado en Chile por todas partes y se llama ONU y sus filiales. Esta es una mina escondida pero eficaz, que obliga al Estado chileno a seguir indicaciones de todo tipo. Estás minas las instalan miles de funcionarios en toda la sociedad.
Lo grave es que son minas que van produciendo efectos en el tiempo. No matan de manera inmediata. Todo lo descrito debe ser considerado por los candidatos a la presidencia de Chile. ¿O están dispuestos a retirar las minas antipersonales que dejará instaladas el gobierno de Boric, o querrán caminar entre las minas desplegadas y pasar a la historia como un burócrata más que no cambió las cosas para mejor?.
El “buenismo” es otra mina que afecta a la sociedad chilena, pero que no se puede culpar a la izquierda dura de su instalación. En este caso, esta mina, ha sido instalada por la derecha blanda y cuya explosión afectará a quienes la colocaron en su propio camino.