El loro y la locomotora



El loro y la locomotora

Hace años se contaba un chiste de un lorito que se sentía muy fuerte. En una oportunidad se paró en medio de la línea del tren y debido a que una inmensa locomotora se acercaba peligrosamente: la gente le gritaba ¡la locomotora lorito, la locomotora te va aplastar! El loro muy seguro, saco pecho y dijo: ¡que venga pues!

Este chiste muy antiguo y archiconocido, hoy nos permite imaginar que le sucedió a Chile, cuando se veía como el pais mas auspicioso de la región y muy seguro enfrentaba su futuro.

Se ha dicho, en estos días, que Chile cambio. Es efectivo, pero los países no cambian de la noche a la mañana y hay razones de todo tipo que fueron gestando un cambio que en algún momento fue gatillado con violencia y sorpresa. Son muchos los aspectos que han influido en la actual situación por lo que no caeremos en la simplificación de reducirla a una causa.

Desde un punto de vista politológico el problema de fondo es que el equilibrio entre autoridad del estado y libertades de los individuos se fue desbalanceando desde hace algunas décadas. Esto provocó que los derechos individuales fueron primando sobre los deberes. Esta constatación sociológica acarreó probablemente muchos aspectos positivos, pero significó que se fue perdiendo la mínima disciplina social llevando aparejado el debilitamiento del orden público y con ello la función policial. Lo descrito, construyó un nuevo escenario social sobre conductas distintas a las anteriores. Hoy, por ejemplo, cuando la ciudadanía debate sobre un proceso constituyente, no se habla de deberes u obligaciones, solo de derechos.

Hay que reconocer que esta situación es parte de la evolución propia de la sociedad occidental y forma parte de una dinámica de hechos, situaciones, iniciativas, deconstrucciones y dinámicas que, exceden la realidad nacional, y que están relatadas en amplia literatura que culminan con la aceptación del fenómeno de la liquidez en las sociedades.

Chile, es especial y así lo sentimos los chilenos y como todos los países, tiene virtudes, pero, junto a ellas, le adornan también variados defectos, algunos nuevos. Nos abocaremos a consignar algunos de ellos.

Nuestro país tiene una realidad geográfica única ya que no hay otro en el mundo con esa forma ridículamente estrecha. Por posición, el país tiene el complejo de su aislamiento geopolítico que desemboca en un arribismo nacional. Necesita en un mundo interactivo y conectado, ser referente en alguna cosa, aunque sea por poseer la famosa “marea roja” que recorre el mundo alentando a la selección de fútbol dejando atrás una secuela de grosería y prepotencia. Este nacionalismo trasnochado, también se afirma en la reiterada creencia que Chile es un país capaz de salir de inmensas catástrofes, como que si los demás pueblos no fueran capaces de hacerlo.

Debido a sus éxitos de crecimiento innegables en las últimas décadas, se fue entronizando una soberbia desagradable. Nuestros funcionarios hablaban como si el país fuera un referente mundial en su condición de jaguar. Se descuido la realidad y se derivó en la necesidad enfermiza de estar bien “rankeado”. Progresivamente, gobernantes y oposición se convirtieron en esclavos de las encuestas y redes sociales.

La relación del gobierno con la población se deterioró y los políticos y tecnócratas se olvidaron de que las estadísticas son capaces de demostrar que, si yo tengo dos autos y usted ninguno, los dos tenemos un auto. Este principio simple, poco lo toman en consideración cuando presentan a una población, a veces angustiada, estadísticas que consignan que, pese a las carencias, se está creciendo y estamos mejor.

Pero también hubo cambios endógenos. Como es el caso de los cambios sociales ocurridos en los últimos 40 años que nos indican que nuestra clase media, que se supone la más importante, parece haber trocado desde su modestia y sobriedad tradicional a un sector social difuso y consumista cuyo paseo dominical es recorrer los malls cargados de bolsas, donde la gran aspiración es viajar a Miami. Por su parte, los sectores mas altos perdieron el “estilo” que trataban de mantener a toda costa y que algunos estudios sociológicos e históricos alabaron alguna vez. Se acabaron sus posesiones y linajes y fueron reemplazados por un grupo de fortunas que tienen como gran aspiración aparecer en alguna lista de la revista Forbes.

El éxito y el crecimiento llevo a la soberbia queriendo disputar ligas grandes y la globalización nos perturbó. La famosa OCDE, por ejemplo, nos ha hecho un enorme daño y hasta los concejales la citan con fervor. Chile ha hecho cualquier esfuerzo para poder cumplir con las exigencias de ese famoso colectivo y eso tiene un costo.  Chile y México son los únicos países de la región que la integran y pareciera que nuestro país mira con cierto desdén a quienes no poseen la calidad de miembros y aspira, por tanto, a lucir a la altura de los grandes.

Se agrega, la sobrestimación del presidente que lo llevó a intentar posicionarse como líder regional frente a la situación de Venezuela. No obstante, pese a esa sobrestimación tan criolla, nuestros representantes siempre creen que la solución está en el exterior y la buscan unos pocos en Venezuela, otros en Finlandia, Suecia o Noruega y en los últimos días ya sea en Holanda, Australia o Nueva Zelanda. ¿No será mejor mirar a Chile primero y fijarse dónde está situado y quiénes son sus vecinos?

La macroeconomía alcanzó un posicionamiento desmedido y el ministro de Hacienda ha pasado a tener un liderazgo indesmentible en desmedro del ministro de Economía. En pocas palabras, se ha echado de menos un cable a tierra entre las grandes finanzas con la gestión económica concreta.

La ciudadanía está decepcionada de los políticos y lo hace ver en las encuestas, lo que se comprueba en el deterioro de la calidad de la política, sus resultados, intereses y discurso de vacío contenido. Con muy pocos votos se puede obtener un curul parlamentario burlando así un propósito elemental de la soberanía popular. Se agrega, que viven en una realidad paralela. La muestra mas fehaciente es que hoy solo hablan de una nueva constitución, correlación de fuerzas, de lo que se hizo o no, algunos critican la transición, pero ninguna palabra de solución a los problemas sociales. Desgraciadamente, no serán capaces de concordar soluciones solidas en un plazo cercano y la nueva constitución ha pasado a ser una entretención para los políticos y algo así como su propio festival de “Lollapalooza”.  En consecuencia, los políticos andan a un lado de la vereda y la ciudadanía en la otra. No hay que ser injusto ya que hay excepciones que confirman la regla. Lo que ocurre es que a los políticos – al igual que a los uniformados- se les ve como un colectivo.

La corrupción observada en los últimos tiempos causó mucho daño ya que provocó a la población. Se podría decir que fue el revulsivo de la violencia y emergió una indignación transversal. Sin embargo, habrá que aceptar que siempre en el país hubo corrupción. La única diferencia es que en los últimos años se perdió el “elegante” equilibrio entre corrupción e hipocresía. Esa corrupción provenía muchas veces desde los sectores más altos y se manifestaba desde pequeños hechos como sacarse un parte del tránsito, no cumplir con el servicio militar, negociados, hasta el tráfico de influencias y pagos sospechosos.

¿Que nos ha pasado finalmente? Muy simple, que mientras el loro sacaba pecho lo atropelló la locomotora.

¿Cuál es el imperativo hoy?  Pues bien, en lo inmediato que el gobierno controle el orden público y que la oposición condene la violencia sin medias tintas para que esta sea aislada. En este actual escenario será difícil consensuar soluciones.

Complementariamente, se requiere generosidad y talento y ante un nuevo contrato social tener como divisa la frase de John Kennedy: “No te preguntes que puede hacer tu país por ti, sino lo que puedes hacer tú por el país”.

Junto a lo anterior, los chilenos y chilenas debemos tener presente que “la soberbia es mala consejera porque es el abismo donde suele desaparecer hasta el mérito verdadero.” (Juan Montalvo escritor liberal ecuatoriano, 1832 – 1889) (NP)

Dr Jaime Garcia Covarrubias