El marxismo en Chile



El marxismo en Chile

Al cumplirse dos siglos del nacimiento de Karl Marx, ha renacido el interés por su figura y su obra, y por lo mismo parece necesario revisar la gran influencia que tuvo su ideología en la política chilena.

Para el caso de Chile, como enfatiza Tomás Moulian, “el marxismo fue una de las teorías más utilizadas en el campo de la política y de la explicación histórica”, lo que marca una diferencia con otros países del continente.

En la práctica, las distintas corrientes políticas de izquierda chilenas basaron sus principios en el marxismo. En un documento de los primeros años, el Partido Comunista anunciaba que su camino a la sociedad sin clases se haría “de acuerdo a los principios científicos del socialismo, enunciados por Marx y Engels”. En su Declaración de Principios, el Partido Socialista señalaba: “El Partido acepta como método de interpretación de la realidad el marxismo enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos y revolucionarios del constante devenir social”. Unos grupos en los años 60 utilizarían incluso el nombre de Vanguardia Revolucionaria Marxista. Por su parte, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en su fundación en 1965, señaló que se organizaba “para ser la vanguardia marxista-leninista de la clase obrera y capas oprimidas de Chile”. En esa misma década surgió el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), segregado de la Democracia Cristiana, y que procuraba realizar una síntesis o integración entre el cristianismo original y el marxismo que comenzaba a seducir a muchos jóvenes de entonces. Como regla general, quedaban descartadas en los movimientos chilenos, salvo excepciones, algunas interpretaciones como el trotskismo y el maoísmo.

Mientras Chile vivía una era de revoluciones, el marxismo se convirtió en una de las principales guías ideológicas, que tenía la ventaja de entregar una visión global de la historia, una interpretación del presente y una promesa de futuro con rasgos de certeza “científica” y la convicción de que el triunfo era inevitable e inminente. Esto motivó al análisis tanto apologético como crítico, como prueban obras aparecidas en la década de 1960. En 1964, año electoral en el que se enfrentaron dos proyectos revolucionarios, la Editorial del Pacífico -vinculada a la Democracia Cristiana- publicó un extenso libro titulado “El marxismo. Teoría y acción”, con textos de Jean-Yves Calvez, José Miguel Ibáñez, Roger Vekemans, Máximo Pacheco, William Thayer y Jaime Castillo. El objetivo de la obra era “provocar una toma de conciencia del imperativo que pesa sobre todo hombre culto de nuestra época de tener un conocimiento profundo y crítico de la doctrina marxista”. Como contrapartida, el Partido Socialista promovía la obra del historiador Julio César Jobet, “Los fundamentos del marxismo”, que para esa fecha llegaba a su cuarta edición. Los editores de Prensa Latinoamericana, cercana al PS, explicaban que la agrupación hundía sus raíces teóricas “en el socialismo científico de Carlos Marx”, agregando que había crecido gracias a su adecuada interpretación de la realidad nacional. ¿Cómo lo había logrado? “El método: el marxismo. La lente, la brújula, el amplio mirador: el marxismo. La fe, la esperanza, la capacidad de síntesis, el sentido profundo de la lucha enclavada en el corazón de los trabajadores: el marxismo”. Todo eso hacía que la obra fuera de indiscutible mérito y de gran utilidad.

Incluso el proceso de la Unidad Popular, que se presentó como una vía chilena al socialismo, procuraba encontrar algunos de sus fundamentos en las doctrinas de Marx y Engels, como se sostuvo en la famosa entrevista a Régis Debray -en Chile “hay un Presidente marxista”- y en el mensaje presidencial ante el Congreso Pleno de 1971, cuando mencionó la “vía revolucionaria nuestra, la vía pluralista, anticipada por los clásicos del marxismo, pero jamás antes concretada”. La misma línea de análisis sigue Joan Garcés en su obra sobre la elección presidencial de 1970, enfatizando la doctrina del candidato Allende, las posibilidades de la vía electoral y la apertura del régimen político chileno para permitir un gobernante marxista y una revolución socialista dentro del régimen institucional vigente.

No sería correcto sobredimensionar el papel de las ideologías en la política chilena que precedió al 11 de septiembre de 1973, si bien se trataba de una época en que las convicciones y las visiones de mundo tenían una relevancia que hoy parece inimaginable. Sin embargo, una mirada cuidadosa de la historia permite observar que junto a los liderazgos políticos y sociales existían estructuras partidistas o sindicales que contribuían al crecimiento del proyecto político y a las posibilidades históricas de realizar la revolución socialista. Todo ello no era resultado del mero sentimentalismo o de la respuesta puntual a una determinada coyuntura, sino que tenía su fundamento en una ideología de carácter mundial, como era el marxismo (la mayoría de las veces acompañada del leninismo), que se convirtió en una verdadera “religión secular” que inspiró a generaciones de revolucionarios. El fin del siglo XX en el mundo y los cambios históricos dentro de Chile produjeron una transformación y un cambio de paradigma que requiere, sin duda, un estudio profundo y comprensivo sobre la importancia histórica del marxismo en el país.

Alejandro San Francisco