Soldado: No vuelvas a
salvar a los chilenos
Escribe: Hermógenes Pérez de Arce
En 1974 el MIR asaltó la sucursal Huelén del Banco de Chile.
El jefe terrorista Miguel Enríquez golpeó con su revólver la cabeza del agente,
Julio Robinson del Canto, para que le entregara las llaves de la bóveda.
Robinson le respondió con un recto a las narices que lanzó al asaltante al
suelo. Éste les ordenó a sus secuaces: “¡Bájenlo!” Le dispararon seis tiros a
Robinson, pero éste sobrevivió. Los sindicatos bancarios emitieron
declaraciones contra los terroristas.
Días después el teniente Miguel Krassnoff descubrió la
guarida de Enríquez. Éste falleció en el intercambio de disparos que él mismo
inició. El teniente sacó en brazos a la pareja del terrorista, herida, y la
envió al Hospital Militar. Técnicamente, fue la única persona que el teniente y
luego capitán detuvo mientras permaneció en la DINA, desde mediados de |1974
hasta fines de 1976. Las detenciones que se le atribuye fueron “ficciones
jurídicas” de las confesadas por el juez Solís (que le impuso a Krassnoff el 80
% de sus condenas) ante mí en el programa “El Informante” de TVN.
En 1974 los sindicatos bancarios, la prensa y la opinión
pública mayoritaria aplaudieron al militar. El Ejército le confirió la Medalla
al Valor, que no había sido otorgada desde la Guerra del Pacífico.
Cuarenta y cuatro años después un juez ha condenado a
Krassnoff a diez años de presidio adicionales por el “asesinato” de Enríquez,
añadiéndolos a los de todas sus otras 73 condenas ilegales y nuevamente
violando todos los fundamentos del debido proceso, pues los hechos están
prescritos, amnistiados y fueron ya juzgados en 1974.
La sociedad, otrora agradecida de sus soldados, se ha
transformado en otra que los condena y denuesta. La sola mención de sus nombres
por otro militar provoca su baja del Ejército. El más distinguido coronel,
Director de la Escuela Militar, es dado de baja por haberse mencionado al
brigadier Krassnoff en un acto deportivo por parte de su hijo, también
distinguido coronel y, asimismo, dado de baja, por orden de un individuo que
hoy aparece fotografiado en uniforme de campaña, siendo que jamás ha hecho en
su vida una campaña.
El Gobierno, la prensa y los otrora partidarios del Gobierno
Militar hoy condenan a los uniformados por sus “atropellos a los derechos
humanos”, acusación disparatada, porque ese gobierno fue el más vigilado y
controlado del mundo en esa materia, con inspectores que venían a certificar
las condiciones de los terroristas, tanto que el presidente de la Cruz Roja
Internacional podía acceder a cualquier cárcel o lugar de detención en Chile
sin necesidad de permiso previo. Ernest Lefever, presidente de la Brookings
Institution de los EE. UU., certificó en 1974 la preocupación del gobierno
chileno, que proclamaba en su Declaración de Principios el respeto a los
derechos humanos, por evitar excesos en la lucha contra un terrorismo activo y
pertrechado desde el exterior.
¿Qué nos ha vuelto a los chilenos tan miserables? Soldado: no
vuelvas a defenderlos del terrorismo. No te lo van a agradecer
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