El paseo del Presidente



El paseo del Presidente

Ha provocado múltiples comentarios y críticas la actitud presidencial de visitar la plaza Italia en una ciudad en cuarentena, y sentarse unos instantes a los pies de la estatua del general Baquedano.

No hay duda de que un mandatario puede recorrer cualquier lugar del país. Más aún, es su obligación. Eso nadie lo puede objetar. Entonces, ¿cuáles son las derivaciones de este gesto?

Para muchos este curioso paseo es un signo de que la autoridad presidencial intenta transmitir algún mensaje.  Pero el signo en su condición objetiva es punto de partida de algo mucho más intenso cual es el símbolo, que marca profundamente al colectivo por cuanto distingue al ser humano del animal. No en vano al ser humano se le ha denominado “animal simbólico”

Sin embargo es pertinente distinguir la diferencia entre símbolo y signo para ver los alcances de uno y otro. El signo transmite un contenido representativo que finalmente será procesado por el ser humano en su significado más profundo, dando paso al símbolo que tendrá múltiples interpretaciones determinadas por la formación filosófica e ideológica de cada cual. Por cierto, habrá símbolos en la historia de los pueblos que serán mayoritariamente compartidos, ya sea por racionalidad o tradición. Lo importante es que el símbolo es el método más antiguo de transmitir una idea.

Un Presidente de la República debe entender esto ya que cada actitud suya estará sujeta a interpretación simbólica y juicio, hasta la realización de un acto que para cualquiera pudiera ser irrelevante. La razón es muy simple, señor Presidente: una república se basa en símbolos. La democracia se construye, según Sócrates, en el mito de Protágoras relatado por Platón y se mantiene en la estructura simbólica de actos, tradiciones, respeto e imágenes que se transmiten generación por generación.

El acto del viernes pasado, tiene muchas lecturas. Para unos, es un Presidente derrotado a los pies de un general victorioso acompañado, además, de un rayado que dice “fuera Piñera”. Para otros, será la actitud triunfante de un mandatario que llega a un lugar donde el Estado había perdido su autoridad.

Unos dirán que esta posesión presidencial es equivalente al desplante de un torero en el ruedo, cuando el toro ya no está. Los más agudos y sofisticados nos convencerán de que este acto fue estudiado minuciosamente y recomendado por el segundo piso de La Moneda. Mientras tanto, los que le conocen más dirán que fue un impulso irreflexivo para tomarse una foto en el lugar que está de moda y, similar a la foto que se sacó con Messi alguna vez. Lo único concreto, es que le regaló a sus adversarios material para críticas y burlas.

En verdad, poco importa la verdadera razón ya que lo que interesa es el símbolo que se proyectará y que será, al final de cuentas, lo que entenderán nuestros descendientes. La realidad nos enseña que los Presidentes pasan, pero las repúblicas quedan y ellas son lo trascendente. Hoy en día, nuestras repúblicas en la región exigen a gritos que sus autoridades se ajusten a la prudencia y dignidad que deben ser patrimonio republicano.

El Presidente debe entender de una buena vez que, siendo un mortal como cualquiera, es el primer mandatario y debe transmitir, por el cargo que ostenta, las virtudes, valores y tradiciones republicanas. No es posible que la ciudadanía, cada cierto tiempo, tenga que distraerse para ocuparse por alguna de sus actitudes atrabiliarias y, con ello, muchos de sus partidarios acarrear con silenciosa irritación.

Se cuenta la historia de un rey medieval que tenia un castillo con su consiguiente foso para impedir las invasiones de sus enemigos. Este rey tenia un grupo de consejeros de gran sabiduría. Sin embargo, los enemigos lo invadían con facilidad. La primera vez, le robaron sus caballos. En otra embestida le robaron las armas y en cada ocasión ordenó a sus consejeros que pusieran paños fríos ante la crítica situación, lo que tuvo éxito y volvió la calma. No obstante, sus enemigos regresaron nuevamente y se llevaron nada menos que los tesoros. Ante la indignación popular, el rey molesto llamó a los consejeros para una reprimenda, hasta que uno, armándose de coraje, le dijo SM ¿Por qué no le pone agua al foso como le dijimos el primer día?

¿No le habrá llegado el momento al Presidente de tener asesorías profesionales de calidad y si así fuera, escucharlas de una buena vez? (Red NP)

Jaime García Covarrubias