CARTA PÓSTUMA DEL GENERAL AUGUSTO PINOCHET
UGARTE
*Difundida el 23 de diciembre de 2006.*
Mensaje a mis compatriotas, para ser difundido a
mi fallecimiento.
Chilenos, sin excepción:
Muchas veces hice llegar mi pensamiento a
ustedes durante mi vida pública. Especial recuerdo hago de mis comunicaciones desde
mi cautiverio en Londres.
Ahora, con esfuerzo, he hilvanado los siguientes
pensamientos que surgen desde lo profundo de mis sentimientos y convicciones.
Quiero despedirme de ustedes con mucho cariño.
Entiendo que esto parecerá incomprensible para muchísimos, pero es así.
En mi corazón no he dejado lugar para el odio.
He recorrido muchos años y entiendo del amor y del dolor.
Yo elegí la carrera militar por amor a la
Patria. El que he mantenido sin alteración desde el primer día que entré a la
Escuela Militar y, ahora, al irme de este mundo, aquel sentimiento llena mi
espíritu enteramente.
Amo a la Patria; amo a todos ustedes. Por amor
se pueden hacer muchas cosas buenas y muchas malas. Acertadas y erróneas. Yo
nunca imaginé entrar a la Gran Historia de mi país, pero así ocurrió.
En transcurrir público de éste se fue
transformando desde decir “en Chile nunca pasa nada”, a un
precipitado de dramáticos acontecimientos.
No quiero entrar en análisis mayores, propio de
historiadores pero sí hacerlo respecto a afirmaciones profesionales y humanas
que son las que me interesa comunicarles a ustedes.
Yo, como militar, percibí la gravísima y
compleja situación que se avecinaba mientras avanzaba la década de los setenta.
Nadie podrá discutir que el mundo entraba en un
enfrentamiento global, ideológico y militar, al que se llamó la “guerra
fría”. Cada día los conflictos se agrandaban más, se calentaba más esa
“guerra” y eran más complejos, en especial, para una mirada
observadora militar.
Los ángulos comprometidos en esa guerra crecían
día a día y abarcaban la casi totalidad de los planos de la vida, pública y
privada de la gente.
Crecía y presionaba al hombre común ese sino tan
trágico de una guerra, o tú o yo, con el agravante que el dilema se extendía a
la comunidad toda internacional, algo así como una guerra total y sin cuartel.
Un militar no podría restarse a este panorama,
porque era muy sombrío, debía prepararse para lo mejor y para lo peor, ecuación
clave en una estrategia profesional.
Chile empezó a arder y se encajonaba, sin escape
objetivamente, en mi concepto, a tres posibilidades (esto que lo entiendan las
personas jóvenes, nacidas con posterioridad a la crisis).
-A una guerra civil, sin cuartel, “de
ventana a ventana”, con miles y miles de personas muertas.
-A una imposición de una dictadura llamada del
proletariado, ideológica, marxista leninista, con la pérdida total de la
libertad política y del Estado de Derecho;
-Y, a una reacción conjunta de civiles y
militares para elimnar tajantemente las anteriores. Nadie discute que la
inmensa mayoría de la población se inclinaba por ésta última alternativa.
Chilenos, amigos sin exclusión. Una guerra
internacional, o una civil, es algo atroz. Lo peor que le puede ocurrir a una
sociedad. La guerra, por esto, hay que evitarla hasta donde sea posible.
Los adultos que vivieron el tiempo del
pronunciamiento militar se dieron cuenta cabal que la única opción realista era
esto último.
Hubo que actuar para cubrir eficazmente todos
los ángulos de un enfrentamiento amplio, porque explícitamente los partidos de
Gobierno sostenían que la vía armada era la única forma de alcanzar el poder, a
la corta o a la larga.
Creo que nunca de manera tan contundente se
había amenazado una guerra civil en nuestro país o en otra parte del mundo. Si
a lo anterior se agregan el sinnúmero de ratificaciones de hecho y retóricas
que confirmaban tales propósitos, hicieron más explicable la intervención
militar.
Había, pues, que actuar con el máximo rigor y
sostenidamente hasta conjurar cualquier extensión del conflicto que se
anunciaba.
Si no se procedía, así, la acción militar habría
terminado en un fiasco, y eso hubiera provocado en el pueblo por muchos años
consecuencias negativas en extremo dolorosas.
El 73, por las citadas características del
contrincante, fue preciso emplear diversos procedimientos de control militar,
como reclusión transitoria, exilios autorizados, fusilamientos con juicio
militar.
En muchas muertes habidas y en los
desaparecimientos de cuerpos es muy posible que no se logre jamás un
conocimiento acabado del cómo o por qué ocurrieron. No se puede descargar con
simpleza la responsabilidad de un sinnúmero de extralimitaciones porque no hubo
un plan institucional para ello. Los conflictos graves son así y siempre serán
así: Fuente de abusos y exageraciones.
¿Pero cómo tantos no han querido o podido
entender la extrema gravedad de la amenaza si todo el contexto nacional e
internacional avalaba su existencia?
En los enfrentamientos habidos en la Historia el
resultado en cuanto a pérdidas de vidas y las deshumanizaciones son parte de su
definición.
Lo anterior no va en búsqueda de atenuantes a
los excesos, sino a recordar su presencia insoslayable.
Yo, como Presidente de la República y comandante
en jefe del Ejército actué como les dije, con rigor, pero con mucha más
flexibilidad que la que se me reconoce, por lo que yo siempre me refería a una
“dictablanda”.
Mientras el fanatismo ideológico y armado
constituyera un peligro para la estabilidad, no era posible bajar las manos.
Chilenos todos:
¡Cómo quisiera que no hubiese sido necesaria la
acción del 11 de septiembre de 1973!
¡Cómo hubiera querido que la ideología marxista
leninista no se hubiera interpuesto en la nuestra vida patria!
¡Cómo hubiese deseado que el Presidente Salvador
Allende no hubiere incubado en su ideario el propósito de transformar a nuestra
Patria en una pieza más del tablero dictarorial marxista!
Las guerras traen dolores muy difíciles de
sanar.
Los parientes y amigos de compatriotas nuestros
caídos en el enfrentamiento fraticida tendrán para siempre un recuerdo negro de
lo ocurrido.
Yo voy a misa y comulgo. Nunca dejo de pensar en
las heridas abiertas.
Cómo me gustaría andar en las calles, saludando,
consolando, ayudando…
Mi destino es un tipo de destierro y soledad que
jamás hubiera pensado, y menos deseado.
Para terminar, con toda sinceridad declaro estar
orgulloso de la enorme acción que hubo que realizar para impedir que el
marxismo leninismo alcanzara el poder total, y también, para que mi entrañable
Patria fuera una “gran nación”, como fue el lema que desde el
principio inspiró a la Junta de Gobierno. De eso, nunca dudaré, sin una pizca
de vacilación.
De repetirse la experiencia hubiere deseado, sin
embargo, mayor sabiduría.
Augusto Pinochet Ugarte
Capitán general, Ex Presidente de la República,
ex senador de la República, ex Comandante en Jefe del Ejército”.
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