Entre la semántica y el embrujo



Entre la semántica y el embrujo

Por Juan Pablo Zúñiga H. 

Todos recordamos esa máxima del cuento de Blanca Nieves “Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino?” a la cual le seguía la respuesta del espejo encantado “sin duda eres hermosa, pero…”, refiriéndose, en lenguaje ambiguo para evitar ser destruido, a que existía otra persona -Blanca Nieves- más bella que la bruja del reino. Así mismo, la malvada hechicera era la campeona del lenguaje sinuoso capaz de transformar la realidad y hacer de una inocente manzana, un arma letal.

No siendo un especialista en lenguaje, sino todo lo contrario, no hay que ser muy entendido como para darse cuenta del mundo de eufemismos y contradicciones en que nos encontramos. La manera de expresarse de esta nueva casta de políticos que nos gobiernan, que gozan de aquel apestoso atributo que mezcla ignorancia, arrogancia y una verborrea irritante que intenta sonar inteligente, ya son un pan de cada día y un sine qua non para todo buen progresista. Es por ello por lo que confieso preferir los medios de comunicación escrita, pues así evito el espectáculo de escuchar tanto discurso vergonzoso, generalmente acompañado de una voz naturalmente irritante, triste atributo del que gozan desde el presidente para abajo; y para qué hablar de algunos ex convencionales, que eran simplemente analfabetos funcionales.

El problema de esta nueva manera de expresarse es que apunta primero a que el emisor suene erudito. Segundo, debe contener los clichés de rigor de obsoletas izquierdas. En tercer lugar, debe incorporar términos del activismo medio ambiental con que estos personajes -aunque poco les importe- al menos lingüísticamente ya están casados, y, en cuarto lugar, tiene que estar en sintonía con los requerimientos comunicacionales de las famosas identidades de género. Con ello surgen estas expresiones que ya dejan de ser vicios de lenguaje, pasando a ser lisa y llanamente estupidez pura y dura: “las y los juguetes”, “las y los establecimientos”, “dejemos atrás el adultocentrismo e involucremos a las juventudes en la toma de decisiones”, “territorios y maritorios”… La lista de estupideces dichas con seriedad señorial es larga y penosa.

Lamentablemente, no son pocos los que están en sintonía con tamaña epidemia de brutalidades porque les hacen total sentido. Las imitan, las amplifican y finalmente se rinden al embrujo. Un determinado señor -pues su identidad real es difícil de discernir en los ámbitos de twitter- comentaba hace unos días: “Feliz y orgulloso de que estos muchachos estén a cargo del buque, podrían ser mis hijos y si cometen errores, mala cueva no más”. Ese es el ambiente mental que reina en ciertos fondos de la patria. Cuesta creer la pesadilla en que se ha transformado la realidad de Chile.

En esto de las triquiñuelas semánticas hay algunos que son mucho más osados y, en vez de sumarse al lenguaje estúpido de sus camaradas, apuestan derechamente por la mentira. Una cosa es el convencimiento que estos personajes tienen en viejas ideologías, pero otra muy distinta es la mentira propiamente tal. En el primer caso tenemos a los Gutiérrez, los Naranjo, las Cariola, los Teillier, los MEO, etc., que no se pueden desapegar de la dialéctica del explotador y el explotado, de los empresarios malvados y los trabajadores, de los ricos y las señoras juanitas, y usted sabe el resto. Por ello han hecho lo posible para decir que el rechazo es la opción de los privilegiados, de la derecha, del patriarcado, etc. Ahora, en el segundo caso tenemos a aquellos que apuestan derechamente por la mentira, entre los cuales tenemos principalmente a ex convencionales como los Atria, los Stingo, los Baradit, etc., que son un verdadero peligro público. Tome cuidado, estos son campeones de lo que los sajones llaman dar vuelta la mesa (turning tables) que no es otra cosa que convertir una posición de desventaja en una ventaja, transfiriendo al oponente la culpa -en este caso, la mentira- que a ellos les cabe. Por esto que siempre los ha de ver clamando “¡basta de mentiras! ¡Estas son fake news!”, siendo que en la realidad los mentirosos son ellos.

Entre construcciones de realidades con misterios semánticos, deconstrucción del lenguaje en pro de una jerigonza progresista, embrujos lingüísticos y mentirosos profesionales, uno se pregunta cual Poncio Pilatos “¿quid est veritas?”, ¿qué es la verdad? La verdad es simple y se descubre a los ojos. Usted la sabe y cada vez más son los que la saben: es lo obvio a su razón, es aquello que le dice que todo lo que escucha de estos personajes de novela de terror está profundamente mal. No permita que la marea de la necedad y la astucia de las mentiras le hagan perder la paciencia y la esperanza, pues la verdad siempre triunfa y esta ha de prevalecer. Puede ser que hundan al país y nos lleven al fondo del precipicio, pero le garantizo que, con la convicción en la verdad, levantaremos Chile nuevamente.