Ayer dejó la Corte Suprema uno de los peores ministros que han llegado a esa instancia, se fue haciéndose el bueno, diciendo que se iba preocupado por la situación en las cárceles, de la Araucanía, de los migrantes, de la  identidad de género y de los pueblos aborígenes, es decir le afloró su veta populista de izquierda, que quiso aprovechar su última intervención para quedar bien y por los cuales nunca hizo algo.

La verdad es que hizo mucho daño al poder judicial, al anteponer su ideología de izquierda a sus fallos lejos del derecho y sin respetar el pleno Estado de Derecho. No solo falló en el profesionalismo e imparcialidad que debe tener un verdadero Juez, sino que además no demostró la ética que deben tener estos servidores públicos, al aceptar un premio en dinero entregado en EE.UU., lo que le significó quedarse estancado en su carrera por un período. Finalmente sus correligionarios lograron llevarlo a la Corte Suprema para poder  tener a uno de los suyos en ella.

Se va con pena propia,  pero sin gloria y será recordado como uno de los peores jueces que ha pasado por la Corte Suprema.  Qué diferencia con el MINISTRO EMILIO PFEIFFER que nos dejó la semana anterior, un hombre del DERECHO.