Guerra Cultural:



Guerra Cultural:

La decadencia de la Iglesia chilena

Todo comienza cuando la religión católica es prácticamente capturada por quienes convirtieron el mensaje evangélico en instrumento de predominio ideológico al servicio de fines muy distintos a los propios de la Iglesia.

por Gonzalo Ibáñez

24 mayo, 2025

Que la Iglesia Católica chilena atraviese por una etapa -ya bastante larga- de profunda decadencia es un hecho que salta a la vista de cualquier observador, aunque no sea especialmente minucioso. Abruma, por ejemplo, la escasez de sacerdotes y de vocaciones religiosas. Hay muchas parroquias que carecen de reemplazos y permanecen vacías, prácticamente clausuradas. La falta de postulantes al sacerdocio es casi total, lo que pronostica una crisis aún más grave.

Impresiona advertir, por otra parte, cómo la dimensión religiosa de la vida del común de los chilenos ha desaparecido. Lo que antes era habitual, como la concurrencia a Misa dominical, la confesión con alguna frecuencia, la participación en manifestaciones masivas de culto, como el rezo del Mes de María en los templos, la concurrencia a procesiones, en especial, de la Virgen del Carmen, todo, prácticamente ha desaparecido o disminuido notablemente.

Lo cual se ha proyectado en temas muy importantes de la vida social. Por ejemplo, el rechazo a las disposiciones de la encíclica Humanae Vitae, cuando fue publicada en 1968, y el consiguiente bloqueo a la finalidad procreadora de las relaciones sexuales tienen ahora al país al borde del abismo en materia demográfica.

Gran caudal se hace, para explicar esta triste realidad, de los abusos cometidos durante años por muchos miembros del clero, algunos de ellos muy influyentes pues se les consideraba casi como santos. La jerarquía eclesiástica prestó, al principio, poca atención. Sin embargo, la evidencia no pudo ser negada y por lo tanto le correspondió adoptar medidas muy severas como la expulsión del estado sacerdotal de muchos de los acusados. Fue el detonante del proceso de decadencia que nos preocupa.

Pero, no la causa principal. Al contrario, la crisis sacerdotal fue un síntoma importante de que algo andaba mal en la Iglesia, pero ese mal venía de antes.  Mi parecer es que todo comienza cuando la religión católica es prácticamente capturada por quienes convirtieron el mensaje evangélico en instrumento de predominio ideológico al servicio de fines muy distintos a los propios de la Iglesia. Me refiero a la cercanía y afinidad que muchos en la Jerarquía católica como en las filas del clero comenzaron a demostrar con posiciones e ideas cercanas al comunismo y como fueron rápidamente acompañados por números importantes de laicos. 1957 es el año clave. Es entonces cuando se funda el partido Democracia Cristiana. Este se declara no confesional, pero el empleo del nombre cristiano indicaba otra cosa: él quería ser visto como el intérprete fiel de las enseñanzas de Cristo. Pero, a poco andar, demuestra cómo su propósito era que Cristo fuera el intérprete fiel de la ideología del partido. ¿Qué dijo Cristo? Pues, lo que dice el partido.

Ese partido, creado con apoyo eclesiástico, tuvo como punto de partida ideológico dos principios. El primero, tomado del filósofo ruso-francés Nicolás Berdiaeff: “El comunismo es el deber no cumplido por los cristianos”. El segundo, de Eduardo Frei Montalva: “Si hay algo peor que el comunismo, es el anticomunismo”. Es decir, la Democracia Cristiana desde un principio se postuló como un camino para que los cristianos pudieran hacer realidad en Chile los principios del marxismo internacional. Pero, como no podía ser menos, de cara a esta pretensión, los católicos se dividieron y de manera muy profunda, porque fueron muchos los que se negaron a seguir esta aventura, a toda vista desatinada y altamente peligrosa. Fue un verdadero Cisma que nunca después se ha cerrado efectivamente. En definitiva, esta puerta que entonces abrió la Democracia Cristiana, y los medios clericales que la acompañaron, constituyó el primer paso en un camino que, al final, obligó a Chile a recurrir a sus Fuerza Armadas y a Carabineros para evitar la destrucción que implicaba el marxismo.

Pero, no sólo fue eso. De la Democracia Cristiana fue el intento también de hacer convivir el cristianismo con los principios que se postulaban como propios del mundo moderno, como el de la contra natalidad al cual ya nos hemos referido. Y fueron parlamentarios de ese partido los que, más adelante, impulsaron la legislación que terminó con el matrimonio de por vida con la consecuencia de que ya la juventud prefiere vivir aventuras pasajeras a embarcarse en proyectos por toda la vida. En todas esas iniciativas, fueron acompañados abierta o soterradamente por miembros del clero y de la jerarquía episcopal.

Fue en ese contexto que muchos sacerdotes perdieron de vista el sentido de su vocación y terminaron cometiendo los abusos que ya hemos mencionado. En definitiva, el resultado ha sido la separación real entre Chile y su Iglesia. Volver a la unión histórica entre ambos es la misión del momento.

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Gonzalo Ibáñez

 

 

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