LA CASA DE ALGUNOS
LA CASA DE ALGUNOS
Por Humberto Julio Reyes
Por el título apreciado lector seguramente usted adivina que me referiré, al menos tangencialmente, a la propuesta de nueva Constitución que deberá ser votada el próximo 4 de septiembre.
Adelanto que por respeto a usted no sugeriré siquiera por cual opción debiéramos inclinarnos pero, independientemente del resultado, lo que se apruebe o rechace habrá sido la casa de algunos toda vez que el propósito inicial de que el texto propuesto concitara alta adhesión parece ya algo frustrado.
En el mes y medio que resta y considerando la tendencia de las encuestas, ¿parece posible que la opción ganadora obtenga una ventaja que lleve a los perdedores a aceptar el resultado sin intentar su deslegitimación ni elaborar rebuscadas interpretaciones para igualmente imponer algún condicionamiento que no estaba explícito en las reglas del juego?
Me refiero a algo parecido al “cara gano yo, sello pierdes tú”, planteado en una anterior columna.
Digo esto por las opiniones encontradas que leemos o escuchamos en los medios y que ante un mismo hecho plantean posiciones irreconciliables, incluso ante textos redactados con tal claridad que cualquier interpretación pareciera ser superflua o antojadiza, casi un sofisma.
Si el debate propio de la libertad de opinión muestra señales de intolerancia, una reciente carta en la prensa escrita confirma que no existe límite en la búsqueda de silenciar a quien se perciba como un potencial antagonista, con él ya no tendría sentido la argumentación.
Entro en materia.
Salvo se trate de un alcance de nombre la carta en cuestión la firma una persona de trayectoria pública, exministro de Economía y decano en una prestigiosa universidad a quien habitualmente le he leído opiniones que me parecen respetables ya que reflejan prudencia y sensatez.
Sin embargo algo debe haberle ocurrido últimamente para proponer ni más ni menos que “en estos momentos tan decisivos no pueden ser interlocutores válidos quienes estuvieron apoyando la dictadura militar. Es necesario que se abran a nuevas caras, diversas y abiertas”.
Yo podría rescatar la frase final proponiendo a mi vez que tampoco sean interlocutores válidos quienes apoyaron al gobierno de la Unidad Popular y quienes se opusieron al gobierno militar.
Pero eso sería un empate que llevaría a que lo que resulte en definitiva de este proceso sea aún menos representativo que en la actualidad, sería ya “la casa de muy pocos”.
Pienso que él mismo, quien posiblemente sufrió o conoció agravios que lo han llevado a propugnar esta forma de negacionismo, quedaría fuera por no ser una nueva cara, diversa y abierta.
Imagino además que, para hacer operativa su democrática idea, podría proponer una lista negra con quienes votaron SÍ en 1988 y que aún están vivos lo que lleva a concluir que, para algunos, espero que pocos, más allá del resultado del plebiscito, se trata de pasarle por encima a una parte de la población excluyéndola del debate público. Sería la revancha ansiada por muchos años.
Y lo dice una persona que no podría calificarse de exaltada.
Concluyo pidiendo prestado un párrafo de un libro del que disfruto en la actualidad y que resume mi estado de ánimo al leer la carta de marras:
“Nunca se está seguro de lo peor. Así está hecho el hombre, no reconoce lo malo hasta que no lo tiene delante”.
21 de jul. de 22