LA REINA HA MUERTO, VIVA EL REY.



LA REINA HA MUERTO, VIVA EL REY.

 

Por   Humberto Julio Reyes

Ya sepultada Elisabeth II junto a sus antepasados, quisiera recordar un trascendente episodio de nuestras relaciones bilaterales con el Reino Unido, acaecido justamente durante su reinado y que ejemplifica aquello que lo caracterizó.

Aunque fue mencionado inicialmente, con el transcurso de los días tomaron preeminencia en los medios los aspectos protocolares y familiares, especialmente las desavenencias conocidas o supuestas que parecen ejercer particular atracción en los enviados especiales y expertos que son entrevistados.

Quizás usted apreciado lector ya presume que me referiré al Laudo Arbitral de SM Británica que hizo suya la sentencia pronunciada unánimemente por la Corte Arbitral que falló nuestro diferendo con Argentina en 1977 por el llamado caso del Canal Beagle.

Sólo dos meses tardó su gobierno en revisar la sentencia y pronunciarse en forma definitiva en forma favorable para los intereses de nuestro país.

El que posteriormente no fuera acatado y declarado insalvablemente nulo por el gobierno argentino no le restó mérito, toda vez que fue un valioso antecedente a considerar por el Mediador en el proceso que se llevó adelante y que culminara con el Tratado de Paz y Amistad de 1984.

Creo que nuestra Patria, a través de sus representantes, debiera siempre mostrarse especialmente agradecida por su decisión ya que, al apreciar la solidez del fallo de la Corte, no buscó equilibrar su sentencia introduciendo elementos ajenos a nuestros legítimos derechos.

También me parece la ocasión propicia para recordar que en la decisión favorable a Chile fue esencial la actuación de nuestro agente, el embajador José Miguel Barros Franco, distinguido diplomático cuyo amplio dominio del tema quedó en evidencia durante el proceso y de quienes le colaboraron directamente.

Acertada decisión del gobierno de la época recurrir a personas de dilatada experiencia y que deja en evidencia que la Política Exterior no es campo para aficionados.

Es comprensible, por otra parte, que habitualmente en nuestros medios se omita cualquier referencia incómoda para nuestros vecinos, quizás siguiendo una línea de conducta que se manifestó durante el proceso de la Mediación Papal pero que parece haberse mantenido casi por inercia permitiendo incluso que se olviden o tergiversen las circunstancias que rodearon el diferendo que nos tuvo al borde de una guerra no buscada.

Como nadie puede asegurar que a futuro no tengamos que recurrir nuevamente al apoyo de países con quienes tradicionalmente hemos mantenido buenas relaciones de diversa índole, entre quienes destaca el Reino Unido, todo aconseja que esos vínculos se mantengan y de ser posible se acrecienten, evitando que actuaciones que reflejen improvisación o falta de oficio lleguen a dañarlos.

Nuestro eterno agradecimiento a la fallecida monarca debiera trasladarse a su sucesor, el recién asumido Carlos III cada vez que la ocasión lo amerite.

20 de sept. de 22