La revolución francesa en Chile
La revolución francesa en Chile
Por Gonzalo Ibáñez S.M.
Todos hemos crecido oyendo continuas loas de la Revolución Francesa de 1789, la revolución que proclamó los Derechos Humanos, que proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad como la máxima aspiración humana. Sin embargo, así como se la ensalza por esos aspectos, se esconden otros cuyo descubrimiento provoca francamente horror: los mismos que enarbolaban en sus consignas esos ideales cometieron una cantidad de crímenes que asombra por su número, por su crueldad y por la frialdad con que se practicaban. Y porque después, los presentaban como expresión la más fidedigna de esos ideales.
Desde luego, para cometerlos inauguraron el empleo de un instrumento que les permitía ir con la máxima velocidad y el menor esfuerzo: la guillotina. Con ella, matar se convirtió en un trámite. Pero ya desde el mismo comienzo, antes incluso de que la pusieran en uso, la violencia se había demostrado como la compañera indisoluble de la práctica con la cual se quería alcanzar esos elevados ideales, en especial, la vigencia de los derechos humanos.
A pesar de que el régimen monárquico casi no opuso resistencia y se fue doblegando de cara a todas las peticiones de los revolucionarios, estos comenzaron a tratar a los que no lo eran, a los que lo eran a medias o no lo eran fanáticamente, como enemigos totales. La causa de la “libertad” y de los “derechos humanos” comenzó a demostrarse como la llave para emplear la violencia sin tasa ni medida. El climax de esta situación se produjo cuando llegó a la cumbre del poder un ciudadano que se denominaba Maximiliano Robespierre quien, tratando como enemigos de la revolución a quienes no le eran a él totalmente incondicionales, sumergió a Francia en un baño de sangre de proporciones hasta entonces completamente desconocidas. Alegando que aquellos a quienes él consideraba enemigos de la revolución -porque podían serlo de él- eran por lo tanto enemigos de la libertad y de los derechos humanos, él estaba autorizado para provocarles un tal terror que los inhibiera para siempre de oponerse a la revolución. Y que ese terror sólo conseguiría su objetivo si se les perseguía hasta la muerte. Fue el régimen denominado precisamente “Del Terror”, del cual el instrumento más eficaz lo constituyó la guillotina. Para Robespierre el terror no era más que “la justicia rápida, severa e inflexible”. Así, “Si el resorte del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, el resorte del gobierno durante la revolución son, al mismo tiempo, la virtud y el terror. La virtud, sin la cual el terror es mortal. El terror, sin el cual la virtud es impotente”. En definitiva, más de 40.000 personas fueron asesinadas durante este período, que se extiende hasta mediados de 1794. Todas, bajo el lema Libertad, Igualdad y Fraternidad. Así se inauguraron los Derechos Humanos en la historia.
En algo parecido estamos en Chile. Los derechos humanos sólo para aquellos que se embarcan en la práctica de la violencia y el terrorismo. Los demás, que sufren las consecuencias, no merecen para nada ninguna defensa sino sólo más violencia hasta que se dobleguen por entero.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su página de Facebook, el miércoles 20 de julio de 2022.