Los Miserables
Los Miserables
El senador socialista José Miguel Insulza comentó que la reciente lectura conmemorativa, durante una sesión de la Cámara de Diputados, de su Acuerdo del 22 de agosto de 1973, había sido un acto “miserable”. Eso lo dice todo acerca de este infortunado país llamado Chile, caído por dos veces en cincuenta años en manos de gobiernos marxistas.
¿Por qué habría de ser considerada “miserable” tal lectura de un Acuerdo de una institución en otra sesión de la misma? Porque ya el país donde ella opera ha dejado de ser el mismo. Hoy tiene su cerebro lavado. Pero, de nuevo, está a punto de caer en poder del marxismo, como hace 50 años. Tal vez José Miguel Insulza siga siendo “el mismo” de 1973 y con los mismos propósitos y el mismo status, pero el resto de los chilenos no. En un Chile comunista él tenía y tendría un status asegurado. En un Chile libre también, pues será político, es decir, de la clase privilegiada. Será de la clase dirigente, comunista y no-comunista, siempre. Sus habilidades le permiten “caer parado” todas las veces. Pero a los demás chilenos no.
En 1973, cuando era inminente un autogolpe marxista y el régimen había avanzado en la captura ilegal, mediante sus partidarios, de miles de propiedades, fundos y empresas; controlaba, además, la banca y por doquier se armaban los grupos paramilitares suyos, el status de la mayoría de los chilenos, acostumbrados a ser libres, propietarios de lo suyo, protegidos de la violencia, estaba amenazado y a punto de perderse. Y entonces esa mayoría pensaba en quiénes podrían salvarla de perder su libertad, su propiedad y su modo de vida. Y se acercaba a sus representantes en el Senado y la Cámara y les decía que debían instar a los militares, que eran los únicos que tenían más armas que los marxistas, a sacar del poder a éstos. Esa era la realidad.
Pero nadie sabía cómo hacerlo. Hasta que a una persona, y sólo a una, se le ocurrió. En estos días han corrido ríos de tinta sobre el Acuerdo y éste se ha llenado de muchos progenitores. Pero yo vi cómo nació la criatura y quién fue su verdadero padre: el exministro de Jorge Alessandri, Enrique Ortúzar Escobar. Porque él llevó a la oficina del senador Francisco Bulnes Sanfuentes el Acuerdo ya redactado. Eso lo vi con mis propios ojos. El senador le hizo algunas correcciones y se lo mandó al presidente de la DC, Patricio Aylwin, a través del diputado del PN Mario Arnello, que se lo entregó a su par DC Claudio Orrego. Éste lo leyó y encontró “muy bueno”. Y Aylwin le hizo otras correcciones. Pero nadie alteró la parte sustantiva, que era la que pedía a los más altos mandos uniformados asumir el Poder Ejecutivo: es la que les demanda textualmente “poner inmediato término a las situaciones de hecho antes referidas y que infringen la Constitución y las leyes”.
¿De qué manera podían hacerlo los militares sino asumiendo el Poder Ejecutivo? En Chile la gente suele no entender lo que lee, pero en otras partes sí lo entienden. Le he oído declarar a Lucía Santa Cruz, entonces residente en Londres, que un ministro inglés le había dicho en 1973 que el Acuerdo de la Cámara era un llamado a los militares a tomar el gobierno. Así lo concibió Enrique Ortúzar, el autor. Así lo concibió Salvador Allende, cuando respondió al Acuerdo. Y así fue.
Por supuesto, Aylwin II era una persona distinta de Aylwin I y con otros intereses. En un libro escrito en sus últimos años Aylwin II asegura que él “jamás pensó” llamar a los militares a tomarse el poder. Pero, todos lo sabemos, ésa era una persona distinta de Aylwin I, gatillador del golpe y defensor de los militares en 1973, cuando se produjo el 55% de los caídos entre ese año y 1990.
Yo he escrito un libro titulado “Miserias Morales de la Chilenidad Actual” donde me refiero a muchas de estas cosas. Entre ellas he destacado las actitudes de Patricio Aylwin II desconociendo lo que dijo e hizo Patricio Aylwin I. “Miserable” deriva de “miseria”.
Pero lo que definitivamente no ha sido “miserable” ha sido que la Cámara se haya permitido rememorar su Acuerdo del 22 de agosto de 1973, que hizo posible la salvación del país. Al contrario, tal vez el Congreso sea de nuevo el llamado a salvar al país del marxismo, una vez más.
Hermógenes Pérez de Arce