¿Nueva constitución…se justifica y necesita realmente???



¿Nueva constitución…se justifica y necesita realmente???

José Rodríguez Elizondo: “Evo Morales usa la plurinacionalidad como factor estratégico para conseguir mar para Bolivia”

Marcelo Soto

El premio Nacional de Ciencias Sociales y experto en relaciones internacionales, José Rodríguez Elizondo, votará Rechazo por una razón específica: la plurinacionalidad, concepto que según él debilita al Estado chileno y cuyos grandes artífices políticos son Evo Morales y Álvaro García Linera. “Esta plurinacionalidad se introdujo en el debate convencional camuflada entre elementos que parecían similares, como interculturalidad, cuidado por el ecosistema, regionalización”, dice.

-Causó mucha polémica la foto de Evo Morales con un ejemplar del texto constitucional de la Convención. ¿Qué significa esa imagen para ti?

-Eso demuestra que una foto vale más que 400 mil palabras. Porque la implicancia que tiene Morales en lo que está sucediendo en Chile, en el nivel constitucional, no solo es cierta sino que viene de una historia larga.

Parte el 2013, cuando Morales presenta una demanda absolutamente imposible contra Chile, para obligarnos a negociar por el mar. Nosotros estábamos aferrados a nuestro criterio juridicista y no movimos un dedo de propaganda pública, para que no se molestaran en La Haya.

Luego, en 2015, viene a Chile el vicepresidente de Morales, Alvaro García Linera, a presentar un libro donde están las tesis que hoy aparecen en el borrador de la constitución con respecto a la plurinacionalidad.

-¿Te refieres a “Comunidad, socialismo y Estado plurinacional”?

-Fue lanzado con presencia de jovenes con pancartas que decían “Mar para Bolivia”. Era muy fácil colegir que la estrategia de Evo Morales tenía dos patas. Una, jurídica, en La Haya. Y otra comunicacional, política, en la misma capital del país al cual estaba demandando. Lo advertí varias veces, pero es muy triste ver como esto caía en el vacío.

-De todos modos, Bolivia perdió la demanda.

-Pero Morales se negó a aceptar el fallo: nunca le sacaron una palabra diciendo que Chile ganó y que no se iba a meter más en el tema. El fallo le coartó su posibilidad de seguir en el poder. Su apuesta tácita para intentar mantenerse vitaliciamente en el gobierno fue la promesa de devolverle el mar a los bolivianos.

Pero es importante aclarar que esto no es compartido por las elites intelectuales, políticas, la gente ilustrada y democrática boliviana. Tengo muy buenos amigos allá y saben que forma parte del caballito de batalla de Evo Morales. Lo he conversado con un buen amigo mío, que fue canciller de Bolivia, Armando Loayza y mucho antes con el embajador Walter Montenegro, que fue uno de los prohombres de la diplomacia boliviana. También he tenido intercambios interesantes con el expresidente Carlos Mesa y otros prestigiosos intelectuales

La cosa es compleja para los bolivianos, que no están lanzados en esta beligerancia antichilena de Evo Morales. Hay dos grandes grupos históricos en Bolivia: los recuperacionistas, que son los que quieren una pelea a como dé lugar y los pragmáticos, que quieren tener una gran negociación con Chile mientras se desarrollan; y que saben perfectamente bien que el Perú también juega. Porque ahí está el tratado de 1929, que lo implica.

-Morales quiso hacer una reunión de Runasur, su proyecto indigenista latinoamericano, en Perú el año pasado. ¿Por qué fracasó?

-Cuando ya está fuera del poder, Evo Morales se transforma en un agente viajero de su política. Elabora un proyecto que, a mi juicio, se lo diseña García Linera, sobre la América Latina plurinacional. Y para él la gran conquista es lanzarlo desde la vieja capital del imperio inca, en el Cuzco. Llega a un acuerdo tácito con el presidente del Perú para hacer un gran lanzamiento con organizaciones de pueblos originarios de Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador.

No se pudo hacer porque diez de los más conocidos diplomáticos de Torre Tagle lo pararon en seco con una denuncia llamativa, en la cual decían que Morales se inmiscuía en política interna del Perú, que sus fines no eran democráticos y que atentaban contra la unidad del estado del Perú. Esto porque el objetivo final de Evo Morales es conseguir que una comunidad aymara tenga acceso soberano al Pacífico para desmembrar al Perú. Y destrozar “la llave y el candado” del Tratado de 1929, que asegura la continuidad geográfica del Perú con Chile.

-¿Entonces se reforzaron las críticas en Chile a la plurinacionalidad?

-Recién despiertan algunas voces favorables a aprobar el proyecto constitucional, dándose cuenta de que no era inocente la plurinacionalidad, con su creación de naciones  para los pueblos originarios, sus autonomías territoriales, su justicia paralela, la posibilidad de no consentimiento o de evitar los acuerdos del estado central. Porque esta plurinacionalidad se introdujo en el debate convencional camuflada entre elementos que parecían similares, como interculturalidad, cuidado por el ecosistema, regionalización. Cuando preguntabas qué significaba la plurinacionalidad, el único convencional  que respondió  algo sustantivo fue Patricio Fernández cuando dijo que era “un concepto en construcción”.

-¿Hay una relación entre el plurinacionalismo de Morales y la propuesta de la Convención?

-Me parece obvio. Pero no se le ha dado el realce necesario o no se ha querido sincerar el tema. Piensa que en Perú Evo fue declarado persona no grata, por las visitas que hacía secretas a ese país, que no constaban en registros oficiales. Y se juntaba con el Presidente Castillo. Tiempo después a Castillo lo entrevistaron en CNN y dijo: “yo soy partidario de Mar para Bolivia”.

En el Perú hubo mucha conmoción por esto, porque se interpretó que estaba ofreciendo mar peruano para Bolivia. La vicepresidenta Dina Boluarte dijo que no estaba ofreciendo el mar de Grau. O sea tácitamente estaba ofreciendo mar chileno.

Eso fue tan claro que uno se extraña que todavía piensen en Chile que Evo Morales no tiene nada que ver con la plurinacionalidad en la constitución. Él mismo cometió un error cuando se aprobó en el Pleno y mandó una entusiasta felicitación a los convencionales. Evo Morales usa la plurinacionalidad como factor estratégico para conseguir lo que siempre ha prometido: mar para Bolivia, que ahora le permitiría volver al poder.

-¿Hay riesgos geopóliticos en el concepto plurinacional que establece el texto constitucional?

–Pero por supuesto. El gran riesgo geopolítico es que se debilita el estado nacional unitario de Chile. La fortaleza de un estado radica en su unidad, y en que tenga los núcleos de cohesión lo más manejables posibles dentro de un poder central. En la medida en que un estado se debilita, es más fácilmente vulnerable.

-En todo caso, hay un artículo en el texto de la Convención que dice que el Estado es indivisible.

-Nosotros hemos tenido la idea de los tratados intangibles como doctrina, y hace una década tuvimos dos demandas de dos países vecinos ante La Haya por motivos territoriales. La Constitución plurinacional de Bolivia, de 2009, desconoce validez al Tratado de 1904. Aquí en Chile cultivamos el fetichismo del derecho, pero la realidad geopolítica puede ser distinta. Si debilitas al Estado, debilitas políticamente a tu país. No importa que tengas un cerrojo retórico en la Constitución, que diga que el territorio es intangible, si generas las condiciones para debilitar el Estado.

-¿Cuáles son los temas geopolíticos que pueden verse afectados?

-Tenemos en el norte un problema, porque hay un vecino que no quiere tener relaciones diplomáticas con Chile, es decir, está en una postura de hostilidad, jurídicamente. Y para tener relaciones diplomáticas, Bolivia nos exige que nosotros cedamos territorio soberano para ellos, a sabiendas de que el Perú tendría que dar su opinión porque tendría que ser por Arica.

Por el sur tenemos el Wallmapu. Cuando empezó a hablarse de Wallmapu los que algo sabíamos de relaciones exteriores dijimos: caramba, se están metiendo en un forro porque el Wallmapu también es argentino.

-¿Te refieres a la ministra Siches?

-Al gobierno, los ministros. Vivimos una especie de encandilamiento con la retórica  y nomenclatura mapuche. El problema es que con la plurinacionalidad se abren escenarios complejos al mismo tiempo por el norte y por el sur. Son factores que crecen con el tiempo. Aclaro: no digo que si se aprueba la constitución, nos van a invadir. Estoy diciendo que se han creado condiciones para que de nuevo aquellos sectores de otros países que tienen intereses antagónicos con nosotros generen conflictos con Chile.

En otras palabras, con la plurinacionalidad estamos creando problemas donde no los había. Eso es lo más grave. ¿Por qué tentar a gente como Evo Morales para que crea que se abre una nueva oportunidad para su política beligerante hacia Chile? Para Morales debilitar a Chile es una obsesión: es todo lo que hizo durante la demanda jurídica, cuando recorrió el mundo diciendo frases ofensivas y hasta el Papa Francisco tuvo palabras de simpatía hacia la causa marítima boliviana.

Estos son los autores:

La casa de todos: un zapato demasiado chino

Mauricio Riesco V. 

En menos de 50 días tendremos que decidir qué futuro queremos para nuestro país en sus próximos decenios; deberemos aprobar o rechazar el borrador de la nueva Constitución que se nos propondrá para votar. Y si hemos de creer en las encuestas de opinión, el resultado se ve bastante ajustado entre una y otra alternativa, e incierto, además, considerando que en lugar de votar en torno al 45 / 50% de los electores habilitados según ha sido en las últimas elecciones del país, esta vez deberá ser el 100% dado que el voto será obligatorio. La Constitución vigente y el borrador de la nueva, plantean dos visiones no solo distintas sino absolutamente contrarias entre ellas, y en conciencia nos corresponderá optar por un Chile libre o uno esclavo del comunismo internacional donde el Estado disponga por nosotros lo que debemos o podemos hacer y no hacer; la conclusión surge de la simple lectura del borrador que se nos presentará para decidir.

Algunos de la izquierda han confesado estar oliendo que de ganar el Rechazo su sector sufrirá una costosa indigencia política; y la oposición prevé la tragedia que un triunfo del Apruebo significaría para el devenir del país. Lo sorprendente es que entre los políticos se esté dando tan tarde esa desconfianza sobre el desenlace de aquella aventura absurda que derecha e izquierda iniciaron casi tres años atrás, desesperados los primeros por apagar la crisis subversiva iniciada en 2019, y gazuzos por acceder al cada vez más apetitoso y cercano poder los segundos, pero todos esperanzados en conseguir cada cual sus disímiles propósitos. Así, codo a codo y afanosamente, se dedicaron a la construcción de la nueva “casa de todos” (y todas, por cierto) como candorosamente llamaron el proyecto. Pésimos los proyectistas, nefastos los ingenieros y vergonzosos los albañiles zurdos -la gran mayoría- del equipo constructor, que arrellanados en sus sillones de la Convención Constitucional y extremadamente bien pagados por nosotros, resolvieron “panfletizar” su actividad. A los delanteros ni siquiera se les ocurrió pensar que para la obra necesitarían arquitectos, ni menos que éstos serían los cabecillas de la izquierda dura, la extremista, la violenta, la que no transa, encabezados por el Partido Comunista, el único zaguero del equipo. Hábil éste como siempre, no habiendo firmado las reglas del juego como lo hicieron por escrito los demás, se subió al tablero, se adueñó del juego y ordenó sus peones; los puso a trabajar afanosamente hasta terminar su obra, la misma que acaba de salir del horno y se nos propondrá para su aprobación o rechazo el 4 de septiembre. Ahora, conocida la surrealista obra final, la podemos llamar apropiadamente “la casa de algunos” (as).

No solo fue la rebosante incultura de los maestros zurdos lo que los hizo tirar el tejo pasado más allá de la raya confiados en su apabullante mayoría; quedó en evidencia, también, un espíritu de odiosidad y revanchismo en su labor. Y a pesar del valioso esfuerzo desplegado por los demás convencionales para hacer una construcción útil al país y resistente a las frecuentes inclemencias políticas, el producto que sacaron del horno luciferino aquel fue, si no tenebroso, al menos completamente desconcertante al proponer desbaratar toda la organización política, social y económica del país para cambiarla por otra histórica y mundialmente fracasada. De hecho, el flamante (o inflamante) borrador de Constitución ha sido repudiado por lo extravagante y absurdo de la mayoría de sus disposiciones, lo inaplicable o contradictorias de otras pero, especialmente, por su profunda y estremecedora ideologización. Y entre los que hoy lo rechazan defraudados, se encuentran muchos, muchos, connotados personajes del mundo político de centro y de izquierda, intelectuales, académicos, y empresarios que votaron confiados a favor de una nueva y mejor Constitución en el plebiscito de 25 de octubre de 2020.

Pero todos sabemos, sin embargo, que ni el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” firmado por los proyectistas en noviembre de 2019, ni la legislación actual, ni la aún vigente Constitución de Lagos, ni nada, contempla ninguna vía alternativa al plebiscito de septiembre; por mientras, y como están las cosas, el proyecto de Constitución o se aprueba o se rechaza. Si lo último, nos sigue rigiendo la Constitución actual; si lo primero, solo nos quedaría defender con valentía y decisión el devenir de Chile, pero no habría vuelta atrás… a menos que se alcanzara a sacar antes algún conejo del sombrero.

¿Sería oportuno y conveniente hacer saltar ese conejo fuera (si lo hubiera)? Y si se le dejara brincar ¿en el canasto de qué sector caería? El gobierno podría argumentar que es su responsabilidad recibirlo, pero encabezado éste por un mandatario incapaz de gobernar con una mínima idoneidad, conocimiento y destreza, incluso ni con un ínfimo decoro dado el cargo que detenta, y rodeado de otros más vivos que él aunque igual de peligrosos, sería el peor canasto para recibir a ese pobre conejo; los alacranes del PC darían inmediata cuenta de él. ¿Y cuál, entonces? ¿El de la actual oposición? ¿La que propició la fórmula para dar término al gravísimo problema político generado a Chile, ese que no vieron o no quisieron ver a tiempo y que al caer después en cuenta de que su error ya no tenía ni explicación posible, ni disculpa aceptable, ni vuelta atrás? ¿Tendrán ellos ahora el canasto apropiado para dar al país la confianza de no tener agujeros por donde se le escape de nuevo la presa?

Chile ha sido por muchos, por demasiados años un laboratorio, y aunque pareciera que nos gusta caminar por las cornisas, el país ya no resiste más experimentos. No necesitamos otra “Revolución en Libertad”, slogan que Frei Montalva largó con bombos y platillos y que, efectivamente, trajo la revolución a Chile, en los campos primero (“la tierra para el que la trabaja”, su otro slogan) y en el país entero después, al desembocar en aquel otro experimento de la “Revolución con empanadas y vino tinto”, como la llamó Allende al iniciar su gobierno al mismo tiempo que nos amenazaba con su lema “avanzar sin transar”. A ambos mandatarios les resultaron “exitosas” sus revoluciones, tan bien empalmadas entre ellas que ya entre 1970 / 73 terminamos de perder los pocos derechos fundamentales que nos iban quedando, incluidos, por cierto, la propiedad y la libertad. Y si bien con nuestro exitoso gobierno militar recuperamos nuestros derechos luego de vivir en un Chile a punto de explotar, este episodio se tuvo que sumar también al inventario de un laboratorio al que no le han faltado oportunidades para estallar. ¡Ya no más ensayos!

Nosotros tenemos la palabra hasta el día 4 de septiembre al menos, y después, quienes detenten algún poder o influencia social, política, académica, serán los más capacitados para buscar alguna salida consensuada que nos pueda evitar consecuencias desastrosas para el país entero; hay opciones que permitan destrabar el freno e incertidumbre en que hemos estado viviendo desde hace tanto tiempo. ¿Convergencia transversal para designar a personas probas, cultas, honorables y conocedoras de lo que debe ser una Constitución, para que consientan redactar un nuevo borrador que lo apruebe el Congreso? ¿Colaboración de Universidades prestigiosas, Centros de Estudio, Iglesias cristianas? ¿Habrá un verdadero interés ciudadano y la necesaria voluntad política para ello, es decir, para estar dispuestos a recibir al conejo en el canasto tejido por los brazos de todos, uno promisorio, libertario y sin celadas ni portillos que pudieran facilitar el tironeo del animalito de un lado a otro para desollarlo vivo nuevamente? Se requiere de esas personas e instituciones en que todos confiemos, esas que creen en la familia; en el derecho a la vida; en la igualdad de oportunidades; en el derecho de propiedad; en la libertad religiosa; en la libertad de educación; esas que por su cultura aprecian los valores patrios, nuestras costumbres y tradiciones por sobre cualquier prerrogativa indigenista. De esas que valoran la misma justicia para todos, sin distinción de etnias, razas o condiciones. ¿Será mucho pedir? No, en absoluto; existen muchísimas de esas entidades y personas. Y más aún, las hay que, respetando esos valores fundamentales, desechan la plurinacionalidad, los escaños reservados, la paridad de género en lugar de la capacidad de las personas, de esas que creen en el desarrollo de un país único e indiviso, sin autonomías territoriales indigenistas y con ciertos órganos estatales autónomos, etc.

La incertidumbre y las circunstancias actuales hacen necesaria una oportuna -y esta vez inteligente- solución alternativa que congregue y no divida a los chilenos, que augure progreso en libertad y no humillación en esclavitud. Estamos a tiempo aún para rechazar la propuesta del 4 de septiembre y sostener nuestras instituciones, resguardar nuestros valores, nuestra integridad territorial, nuestro único emblema, a tiempo para defender la organización política del país y para proteger la vida de los ciudadanos antes de que la reconocida capacidad estratégica del Partido Comunista dé cuenta de Chile y los chilenos.

Nuestros locos años 20

Juan Pablo Zúñiga H. 

En el volumen La Hermandad del Anillo de la magnífica obra de J. R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos, al referirse el autor a la edad de Frodo en los comienzos de su amistad con Bilbo, nos señala que aquel se encontraba en sus tweens (preadolescencia). Los hobbits acostumbraban a llamar de esta manera a la edad irresponsable entre la infancia y los 33 años.

Fuera de los ámbitos de la tierra media, y de vuelta a nuestro mundo, todo apunta a que esa edad irresponsable parece haberse extendido en más de una década y, lo que es peor, acompañada de un aumento proporcional en la arrogancia de estos nuevos preadolescentes con apariencia de adultos. Esto no sería ningún inconveniente (siempre ha habido este tipo de sujetos) si terminarse allí, con la propia vida encargándose de enseñarles a “bajar el moño” a punta de naturales costalazos. El problema se suscita cuando estas personas llegan a posiciones de influencia y de poder, arrastrando sociedades enteras a la senda de la irresponsabilidad y sentando un nuevo modelo para quienes sí están en su verdadera infancia y preadolescencia, perpetuando de esta manera en la siguiente generación, la indolente actitud del que parece saber mucho pero que no ha experimentado nada y que puede llegar alto con ese aire de “aquí te las traigo Peter”. Lamentablemente, este fenómeno es de carácter global.

La década del 20 -o entre guerras- del siglo XX fue catalogada, como muchos han de saber, como los “locos años 20”, cuando al ritmo del swing y del charleston se disfrutaba en extravagantes fiestas la pujanza económica que luego terminaría con una crisis financiera global y, más tarde, daría paso a la Segunda Guerra Mundial. Un siglo después, estamos en los nuevos años 20; esta vez, en el siglo XXI, sólo que la locura pasó de la extravagancia a la sordidez, del desenfreno a la decadencia y de la especulación en materias financieras, a la irresponsabilidad fiscal disfrazada de ayuda social, destruyendo economías enteras en un festín de bonos que sólo promueven el parasitismo, destruyen la cultura del trabajo y dan origen a nuevas clases cuya tónica son las mentes desocupadas. “La mente vacía es el taller del diablo”, reza el viejo refrán. Así las cosas, con una guerra mundial en curso en Ucrania, aun cuando desde un punto de vista cinético sólo vemos dos actores en el conflicto, vientos de recesiones económicas, tensiones civiles por doquier -incluyendo a Chile- y un grupo pequeño pero poderoso dispuesto a seguir el curso de la maquinaria de desmonte civilizatorio, todo apunta a que nuestros locos años 20 pueden terminar tal como su contrapartida del siglo anterior.

Esos locos años 20 dieron paso a totalitarismos feroces que se encontraron con un mundo incapaz de dominarlos durante una década, generando estragos que cambiarían el curso de la historia. Así mismo, nuestros años 20 han sido el cénit de una generación de eternos veinteañeros que, en sus locos años carentes de experiencia, pero ricos en irresponsabilidad y ese aire ufano del fantoche con poca madurez y mucho poder, nos puede llevar a escenarios análogos a los ya vistos en la centuria anterior. Lamentablemente, como nación somos testigos de lo que esto significa con el actual gobierno al mando de los destinos del país, donde no ha habido ni un solo día en que las “metidas de pata”, errores estratégicos y prácticas obscenas (como tener a toda la parentela en cargos públicos), no haya sido la tónica.

En tiempos de cólera, también surgen valientes dispuestos a plantarse frente a los cobardes y a los destructores. Frente a los Chamberlain, surgen los Churchill; frente a los Rommel, los Montgomery; frente a los Vichy, los De Gaulle; frente a los Hitler, los Patton y Eisenhower. Frente al terror de los nacionales socialismos se levantaron los Dietrich Von Hofer; frente al materialismo dialéctico, los Juan Pablo II; frente a los embates de las fuerzas del maligno, la Iglesia se levanta a pesar de todos los golpes que ha recibido durante más de 2.000 años.

En estos locos años 20, nos cabe a cada uno levantarnos y plantarnos en frente de cada una de esas fuerzas dispuestas a terminar con cada ámbito de nuestra vida. Sí, levantarse hoy por el rechazo es decirle ¡basta ya! a este cáncer que está carcomiendo el alma de Chile. Sí, defender su fe y reconocer públicamente que sigue a Cristo, sea Católico o Protestante, es decirle ¡basta ya! al enemigo. Sí, levantarse por su matrimonio y su familia es enrostrarle a tanta ideología tóxica, que por las puertas de nuestros hogares no ha de pasar. Parecemos pocos, pero somos más.