¿Nueva constitución…se justifica y necesita realmente???
¿Nueva constitución…se justifica y necesita realmente???
ES NECESARIO UN PLEBISCITO DE ENTRADA.
Por Mario Barrientos Ossa.
La mayoritaria votación del Rechazo tiene una característica especial: no tiene un líder que pueda reclamar para sí la victoria. Hay muchos caciques que encabezaron sus propias tribus, muchas de ellas con contrapuestas alternativas. Es un voto transversal.
Surge, entonces, una característica que la historia nos demuestra como una verdadera ley: en la ausencia de un líder que encabece la victoria, los dirigentes de los partidos políticos, que ni siquiera aparecieron durante la campaña plebiscitaria, se apropian del resultado, pretenden representar a millones de electores que nunca los consideraron y se da la conocida consecuencia que “a río revuelto, ganancia de perdedores”, y es así como, curiosamente, los derrotados en el plebiscito llevan hoy la delantera, han impuesto la idea de que el proceso constituyente debe continuar y de volver a las andadas con una nueva convención, idéntica a la anterior.
Jurídicamente, el proceso constituyente terminó, la Constitución de 1980 quedó a firme y no hay nada más que hacer, salvo que surja un nuevo gran acuerdo que conduzca, no a continuar un proceso fenecido, sino a pactar e iniciar uno nuevo, que no tiene por qué ser igual al anterior.
Afirmar que las normas vigentes autorizan para proceder sin necesidad de un nuevo plebiscito de entrada, es un error jurídico que hasta un modesto alumno podría reconocer. Se confunde una voluntad política, que fracasó por una amplia votación popular, con un hecho jurídico fenecido. Son normas de derecho público, de aplicación e interpretación restrictivas.
Desde la órbita política, las encuestas demuestran que hay variadas opiniones, y que un elevado porcentaje de los encuestados no quiere una nueva convención.
En mérito de lo expuesto, corresponde que el pueblo soberano vote y decida entre las alternativas: mantener la actual Constitución, modificar la actual Constitución vía Congreso Nacional, ir a una nueva convención, opciones todas igualmente válidas.
La precipitación con que se pretende avanzar en un tema tan relevante, con aristas y opiniones tan variadas, parece un error. El tema no da para resolverlo “en la cocina”.
Estimo que, conforme a las normas democráticas, debe ser el pueblo quien decida, en un plebiscito de entrada.
¿Por qué peleamos y para qué ganamos?
Por Gerardo Varela
Ocho millones de chilenos votamos Rechazo, 290 mil más que la suma total que votó en el plebiscito de entrada. El Rechazo tuvo más votos que los 155 convencionales; ganó en las comunas pobres y ricas, con mayorías indígenas o mestizas; ganó en 338 de las 346 comunas de Chile; ganó en hombres, mujeres, jóvenes y viejos. Es un triunfo transversal, abrumador y elocuente que nos obliga a recordarles a todos por qué peleamos y para qué ganamos.
Peleamos por la persona y su valor intrínseco con independencia de su sexo, edad o etnia. Todos somos chilenos iguales en dignidad y derechos. Peleamos por que se elijan los más votados y no los reservados.
Peleamos por tener un Estado eficiente y un sistema político eficaz, elegido y dirigido por adultos, con menos burocracia y mejores servicios públicos. Votamos por que el dinero de los contribuyentes se invierta en la gente y no se gaste en política y burocracia. Votamos por un Estado que cuide nuestras libertades, no por uno que las someta. Queremos una red de protección estatal que nos proteja al caer, no una que nos impida volar.
Peleamos por nuestra libertad y autonomía para elegir el colegio que eduque a nuestros hijos, el doctor que sane a nuestros enfermos y el Dios al que le encomendamos nuestra alma. Ganamos para que nunca más alguien se atreva a decirnos cómo debemos ser felices.
Peleamos para ser dueños de nuestras casas y ahorros y por el derecho de preservar el fruto de nuestro esfuerzo, porque no existe libertad donde no hay propiedad.
Peleamos por un Gobierno que cumpla y haga cumplir la ley, que respalde a la policía y que asegure que los malos sean procesados y los buenos, protegidos. Sin ley, orden y seguridad, tampoco existe libertad.
Peleamos a favor de la inmigración, pero en contra de la invasión. Queremos el número de extranjeros que nuestra economía pueda absorber, nuestra seguridad pueda controlar y nuestros servicios públicos puedan atender. Ni uno más y ni uno menos.
Peleamos por un Estado responsable y austero que no gaste lo que no tiene ni prometa lo que no puede. Un Estado que no sirva de botín para los inescrupulosos, de plataforma para los demagogos ni de púlpito para los mesiánicos.
Peleamos por tener una República con tres poderes del Estado con facultades definidas, que se controlen recíprocamente y donde el Poder Judicial sea independiente, profesional y los jueces apliquen la ley y no hagan política.
Peleamos por la independencia y libertad de la sociedad civil. Para que gremios, sindicatos y juntas de vecinos no estén subordinados al Estado ni a la política. Votamos por que exista libertad para fundarlos y asociarse. Votamos por expresarnos y opinar libremente sin miedo a cancelaciones ni funas.
Peleamos por una Constitución que entendamos todos, escrita en un castellano simple y directo. Y rechazamos una escrita en un lenguaje ambiguo que la interpretan los poderosos. Peleamos por un himno, una bandera y una nación. Peleamos por una Constitución que honre nuestras tradiciones y abrace la modernidad. Queremos una que sea un espejo que nos refleje a todos y no uno que distorsione o magnifique a nadie. Votamos para que cualquier partido o persona gane el poder, pero para que ninguno se apropie de él. No rechazamos un panfleto ideológico para moderarlo, sino que para cambiarlo por un pacto social.
Esta elección la ganó la sociedad civil y el sentido común. La perdió la ideología y la ignorancia. Este fue el triunfo del castellano sobre el lenguaje inclusivo; de la patria sobre “los territorios”; de la paz sobre la violencia; de la mayoría silenciosa sobre la élite iluminada; de La Pintana sobre “Ñuñork”; del individuo sobre la tribu; de la Sra. Juanita sobre la Malucha y de las personas sobre el género.
El 4 de septiembre de 1970, la ultraizquierda asaltó la democracia con la fuerza de los votos y tres años después la perdimos con la fuerza de las armas. El año 2019 volvió a asaltarla, pero esta vez con la fuerza del fuego y el saqueo. Por esas paradojas de la historia, este 4 de septiembre los demócratas la defendieron con la fuerza de los votos. Por eso el Presidente se equivoca: en este plebiscito no se detuvo la historia, solo evitamos que la descarrilaran de nuevo. Feliz “18” y ¡Viva Chile!
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio, el sábado 17 de septiembre de 2022.
Canalizando fuerzas
Por Juan Pablo Zúñiga H.
Estas fiestas patrias recién pasadas, tanto en Chile como en el extranjero, tuvieron un sabor diferente. Estuvieron cargadas de un resurgimiento del patriotismo, donde finalmente, instigados por el triunfo del 4 de septiembre, conseguimos sacar de las gargantas ese nudo que nos impedía gritar a los cuatro vientos ¡viva Chile! y darles rienda suelta a todos esos nobles sentimientos de amor a nuestra República.
Es indiscutible que nuestro país atraviesa por una crisis que se manifiesta en todos los sentidos posibles, crisis que por lo demás no es nada de nuevo, sino tal vez una expresión de viejos asuntos mal resueltos. Estas situaciones no se sortean de la noche a la mañana; hay un clima de división profundo. Sin embargo, estos nuevos bríos patriotas no son meras expresiones dieciocheras, sino que son parte de un proceso de cambio en el cual hemos venido trabajando. Puede llamarlo cambio de estado psicológico de la sociedad, sentimiento de éxito y victoria, o como usted quiera. Lo concreto es que no es más que la razón asomándose a la luz, o más bien, la luz abarcándolo todo y trayendo más y más chilenos a sus cabales lográndose el imperio del sentido común.
Así las cosas, ¿para dónde vamos como país? No nos hagamos ilusiones que esto ya está resuelto. Por ningún motivo. Una vez derrotado el proceso constitucional anterior, tenemos la tarea de, como ciudadanía, imponer una vez más nuestro parecer y deshacernos del nuevo proceso constitucional que los señores políticos quieren echar a andar. Para ello hay grandes movimientos ciudadanos en Chile y el exterior trabajando en diversos instrumentos. Así mismo, tenemos también la tarea de oponernos a cada una de las barbaridades del gobierno en práctica que tenemos en La Moneda. Personalmente no creo en eso de las “oposiciones constructivas” en situaciones como las que está el país. Tampoco llamo a obstaculizar y paralizar el gobierno, pero cuando la nación está en juego y amenazada en los más diversos ámbitos fruto de la incompetencia del gobierno de turno, hay que tomar el toro por las astas.
Siendo así, ¿Qué hacemos con este gobierno? Cuenta la historia que en una época en que el futbol del Club Deportivo Universidad Católica estaba de capa caída, sus rivales -y tal vez más de un cruzado desilusionado- hacían mofa del emblema “CDUC” y su cruz para referirse a que significaba -disculpando los términos- “cada domingo una cagada más”. Con este gobierno sucede lo mismo, donde cada día comete gravísimas torpezas administrativas, legales, económicas, políticas, de seguridad nacional y diplomáticas. Sin embargo, cuenta con un séquito de admiradores -nacionales e internacionales- que ensalzan al reyezuelo a la categoría de líder mundial. Es decir, un individuo sin estudios, sin fortalezas mentales e intelectuales, sin experiencia laboral y profundamente ideologizado que despierta la adoración en su culto, no puede hacer otra cosa más que seguir adelante con la farsa y alimentar a sus creyentes con histrionismos, encarnaciones de Allende, verborrea diarreica, mal vestido y hasta con los zapatos rotos. La cuestión es -pese a ser un muchacho nacido y criado en clase acomodada- parecer pobre, jugar al proletario y continuar con la puesta en práctica del ejercicio intelectual propios de su generación que ha abrazado esta nueva izquierda radical de des construir y montar una nueva nomenclatura.
En etas circunstancias y con ese ímpetu ciudadano cabe preguntarse cómo canalizar esas fuerzas y encausar ese resurgir de patriotismo transversal. Para ello el primer paso ya se ha dado: la organización de la sociedad de manera paralela a la clase política. Estas organizaciones pueden tener bases ideológicas diversas entre ellas, pero todas comparten el factor común de tomar acción por Chile alejados de la política partidista. El segundo paso es el surgimiento de nuevas fuerzas políticas. Aunque no lo queramos, los partidos políticos seguirán estando presentes, es parte de la democracia. Sin embargo, ya se puede vislumbrar cambios en estos.
En el caso de la derecha, es importante que exista una derecha social, una derecha próxima al gremialismo y una derecha conservadora. En la práctica, sólo la vertiente conservadora está ganando terreno a través del Partido Republicano; las opción gremial -UDI y RN-requiere una profunda reformulación, mientras que la alternativa con una mirada más hacia el centro -EVOPOLI- debe deshacerse de viejos complejos que la izquierda “les metió en la cabeza”, evitando así caer en la constante claudicación.
En el caso de las izquierdas, con el declive de la Concertación se sumaron obsecuentemente a las vertientes radicales del PC y el FA. Sin embargo, a través de las elecciones pasadas se ha visto que las izquierdas dialogantes y democráticas -o lo que llaman de social democracia chilena- han levantado la voz comenzando a recuperar el terreno perdido. Los propios Amarillos por Chile, que recogieron cuánto huérfano ex concertacionista había y un buen número de intelectuales, asomándose como una nueva alternativa.
Después de la tormenta viene la calma. La tormenta no ha pasado, simplemente amainó un poco y ha dado tiempo para -con los remesones propios de la tempestad- despertar a los dormidos, encorajar a los miedosos y obsecuentes, deshacerse de los obstáculos y organizar nuevas fuerzas para enfrentar los embates que nos traen estos tiempos tumultuosos. Sea cual sea la vereda en la que usted se posicione, mantenga firme el pensamiento que, antes de ello, usted es un ciudadano que -después de Dios y su familia- se debe a Chile. Cuando esa convicción está firme, se puede seguir adelante muy tranquilo.
Errores sobre errores
Por Magdalena Merbilháa
El inicio del gobierno de Gabriel Boric no ha brillado por sus logros, más bien han destacado sus errores. Primero decidió no gobernar y ser jefe de campaña para aprobar la constitución que era el real reflejo de su alma. Para muchos es difícil saber qué piensa el Presidente ya que los constantes cambios de postura le han valido que muchos lo llamen “el volteretas”.
Lo cierto es que su ideario siempre ha estado claro y él mismo se había calificado “a la izquierda del Partido Comunista”. El Frente Amplio comulga con las ideas de sus aliados comunistas y, por lo mismo, muchas cosas que son vistas como errores, no son más que lo que siempre pensaron hacer. Como diría el dicho: “Se les salen por los poros” sus verdaderas intenciones. La banalización del poder es parte de la desacralización de las instituciones con el fin de minarlas desde lo más profundo para destruir la realidad existente para que emerja el sueño utópico.
Esta semana varios errores llamaron la atención de todos, el tener en el segundo piso a una asesora, hoy posiblemente investigada por el FBI por posibles vínculos con el cartel de Sinaloa. Lucía Dammert era un personaje más que complejo.
A este error se le agrega el de humillar a Israel no recibiendo a su embajador cuando había sido citado para presentar credenciales. Este acto inédito banaliza el poder y humilla a Chile frente al mundo y de paso ataca a los judíos chilenos. El Presidente ya había decidido ser el Presidente de algunos chilenos, hoy reduce ese número. Ya en campaña había mostrado actitudes ante Israel, por lo que algunas voces lo llamaron antisemita. Ciertamente parte de sus aliados abiertamente son antisemitas de forma manifiesta, por lo que cabe preguntarse si no obedece directrices de aquellos, lo que hace dudar sobre quién gobierna en La Moneda.
Estos errores diplomáticos se suman a otros como la humillación a John Kerry o al Rey de España. Siempre los ataques han sido contra quienes tienen posturas e ideas distintas a las del actual gobierno chileno. La ideología les nubla la mente y no los hace velar por el bien de Chile, sino que su actuar se guía por lo que les sirve para su ideario ideológico. El poner a Latinoamérica como primer socio comercial es un grave error económico, cosa que no les importa ya que el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla son sus fuentes de inspiración. Su gran enemigo “el neoliberalismo”, lo que los lleva a imponer la utopía sobre la realidad.
Sus ideas fueron derrotadas en el plebiscito de salida, ya que Chile junto con rechazar la constitución que plasmaba el alma de estos frenéticos refundacionales, rechazaron también al gobierno cuyo programa es idéntico al texto rechazado. Pero el gobierno y el Presidente en vez de hacer un mea culpa y enmendar el camino, siguen como si nada hubiese pasado.
Hace un cambio de gabinete en el que no es capaz de incorporar a nadie de la centroizquierda que haya ido por el rechazo, elige ser Presidente del 38 % del país. Intenta poner a los comunistas en la Subsecretaría del Interior y tras el escándalo los pone igual a modo de compensación en otras importantes plazas del gobierno y el gabinete político. Es probable que el agravio a Israel tenga que ver con esas compensaciones.
Es fundamental comprender que todo esto deja en evidencia la falta de credenciales democráticas de quienes nos gobiernan al insistir ir en contra de la voluntad popular en la incapacidad de enmendar el rumbo ya que para ellos la ideología siempre vale más y sus ideas, aunque minoritarias, deben imponerse a toda costa.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, el martes 20 de septiembre de 2022.