Otra Muerte Sin Importancia

 Tenía abandonado este blog por estar dedicado a terminar un libro sobre las miserias de la chilenidad actual, que me he comprometido a entregar a la editorial el 15 de marzo. Vuelvo ahora comentando otra miseria nacional más reciente.
            Es que los chilenos nos hemos vuelto (hablando de las mayorías, por supuesto) tan miserables que ni siquiera nos hemos percatado de la muerte de otro Preso Político Militar ilegalmente condenado, el coronel de Aviación (r) Edgar Ceballos Jones, deceso del cual la prensa dominante ni siquiera dio cuenta. El único aviso de su defunción lo publicaron sus camaradas PPM de Punta Peuco. 
            El proceso en su contra fue otra vergüenza más, como todos sus similares, pues se le condenó contra toda legalidad y por un asesinato inexistente, el del general (r) Alberto Bachelet, sabidamente fallecido en la cárcel de Santiago por practicar básquetbol estando eso contraindicado para su condición cardíaca. Pero el ministro rojo Carroza dictaminó que Ceballos días antes había interrogado a Bachelet mediando torturas y el Servicio Médico Legal, dirigido por un mirista confeso, funcionario de la exclusiva confianza de Sebastián Piñera, entregó un peritaje según el cual Bachelet había muerto como consecuencia de los apremios físicos que le había infligido Ceballos al interrogarlo hace más de cuarenta años.
¡Milagroso peritaje que pudo detectar torturas y causa de muerte tras cuatro décadas! Sobre todo si por el mismo tiempo el Servicio Médico Legal se había declarado incapaz de precisar la causa de muerte de un cadáver encontrado hacía pocos días en Laguna Verde. Es que en Chile “la política todo lo puede”, como titulé un blog dedicado al “caso Frei Montalva”. “Milagro” de la medicina legal, vergüenza nacional.
El ex senador socialista Eric Schnake, que compartía celda con Bachelet en 1974, declaró a la revista “Qué Pasa” que éste había jugado básquetbol en la mañana, luego de lo cual se había sentido mal. En lo inmediato lo atendió otro preso, un médico socialista, tras lo cual fue enviado a la posta, donde falleció de un ataque cardíaco.
¿Por qué estaban presos Schnake y Bachelet? Léase el libro del periodista DC Ricardo Boizard, publicado en 1974, “Proceso a una Traición”, sobre el Consejo de Guerra que investigó los preparativos para un golpe gobiernista desarrollados en la Fuerza Aérea antes del 11 de septiembre de 1973. Eran los tiempos en que el ministro pro-DC de la Corte Suprema, Rafael Retamal, le decía al abogado DC Patricio Aylwin: “Los extremistas nos iban a matar a todos, Patricio. Dejemos que los militares hagan la parte sucia. Después vendrá la hora del derecho”.
Lo malo fue que después –1990— no llegó la hora del derecho, sino la de la prevaricación y la venganza rojas, con la coautoría de políticos perseguidores de los militares, como Aylwin y Piñera, a quienes, ciertamente, la historia seria no absolverá.
En efecto, legiones de extremistas que fueron interrogados en la Academia de Guerra Aérea, donde se desempeñaba Ceballos, concurrieron cuarenta años después ante la justicia roja, a raíz de querellas interpuestas en el gobierno anterior de Piñera, a declararse torturados; y supongo que a estas alturas estarán disfrutando de las generosas indemnizaciones que les prodigó esa “justicia” y que han resultado más onerosas para el erario que el peor engendro socialista post-90, el Transantiago. 
Días atrás la subsecretaria de Justicia y Derechos Humanos, Lorena Recabarren, acaba de declarar que el gobierno impulsa otras 682 querellas.

Condenado a ingresar a presidio a muy avanzada edad, el coronel (r) Ceballos ya no estaba en uso de sus facultades mentales y pidió el indulto a Piñera, pero éste se lo negó, como a todos los presos políticos, incluido el general (r) Odlanier Mena, que aparte de ser probadamente inocente consideró insoportable ser alejado del centro asistencial donde se atendía de una enfermedad terminal y puso fin a su vida cuando Piñera decretó su traslado al lejano Punta Peuco. Este ganó algunos puntos en las encuestas, que entonces le eran muy desfavorables, merced a  la gratitud comunista por haber visto satisfecho, con el traslado descrito, su odio congénito. 

Pero entonces el propio juez rojo Carroza se mostró más humano que Piñera y permitió que el coronel (r) Ceballos terminara sus días cumpliendo condena domiciliaria. Mostró tener el alma de que el otro careció. ¿Cómo se llaman quienes no la tienen?

En definitiva, la mayoría miserable que rige hoy al país le pagó a Ceballos sus servicios a la Patria como sólo ella sabe hacerlo: encarcelándolo, relegándolo al olvido y llenando de dinero a los totalitarios de quienes él contribuyó a librarnos.

Hermógenes Pérez de Arce

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