En Panguipulli, un carabinero, al defenderse de un ataque con arma blanca, disparó sobre el agresor causándole la muerte. Un hecho muy lamentable que, por supuesto, debe ser analizado con total imparcialidad para formarse un juicio objetivo acerca de él. Pero, por el contrario, en los partidos de oposición y en sus militantes lo sucedido reactivó de manera instantánea los sentimientos de animadversión y aun de odio que abrigan contra carabineros. Piden incluso la refundación de esta policía para adaptarla según ellos a una estricta observancia de los derechos humanos.

Pero, no engañan a nadie. Si quieren meterle mano a Carabineros, destruirlo y reemplazarlo por una policía que de tal tenga sólo el nombre, hecha para cumplir sus deseos, es porque Carabineros se ha demostrado como la gran valla destinada a sostener la institucionalidad amenazada por el estallido de violencia que se inició el 18 de octubre de 2019. Fueron sus efectivos los que salieron a la calle para impedir que el vandalismo y el terrorismo destruyeran nuestro país y para proteger los derechos de chilenas y chilenos amenazados por la subversión. Lo hicieron con una extraordinaria valentía a pesar de cuán exiguo eran tanto su número como los medios de que disponían para restablecer el orden. El precio que pagaron fue muy alto: más de cinco mil de sus efectivos heridos, varones y mujeres, incluso quemados por las bombas molotov.

En esos episodios, los carabineros dieron muestra de un patriotismo, de un sentido del honor, de valentía y de desprendimiento aun de su propia vida que ciertamente enorgullece a cualquier chileno bien nacido. Es inconcebible que quienes estuvieron detrás de esos maleantes que destruyeron medio país a su paso, vengan a reclamar contra Carabineros como violadores de los derechos humanos cuando el único pecado de éstos fue defender esos derechos.

Es esencial para la supervivencia del país y de su institucionalidad, tanto como para la protección de los derechos de cada persona, que el gobierno respalde a Carabineros y que, dentro de ese respaldo, pueda enjuiciar con toda objetividad lo sucedido en Panguipulli. Pero, hay un temor: que el gobierno termine entregando a Carabineros como  un paso más en el regreso del país a una situación de fragilidad y de anarquía que ya considerábamos como superada. Es un hecho que la subversión, aunque aplacada por la pandemia, está aún latente y presta a resurgir a la menor oportunidad. Y que, para ello, cuenta con el apoyo de organismos y poderes internacionales con los cuales Piñera y su gobierno no quieren tener enemistad. En este escenario, no parece descabellado pensar que el gobierno pueda estar considerando en dotarse de seguridad para llegar al término normal de su período, en cuyo evento la moneda de cambio sería precisamente la entrega de Carabineros.

Dios quiera que esa hipótesis no sea más que un mal sueño porque es seguro que, de hacerse él realidad, el país no podría resistir la pérdida de su cuerpo de policía más tradicional.

Gonzalo Santamaria