Muy acertado comentario que ayuda a recordar y tener claro el origen de la grave crisis que hoy vive Chile:
AXEL KAISER_
FUNDACIÓN PARA EL PROGRESO (INTERNACIONAL)
*El problema es la “derecha”*
Sin duda hay gente buena e inteligente en Chile Vamos.
Sin embargo, a estas alturas, no queda más que constatar su fracaso como alternativa política viable para nuestro país.
Y es que no se puede apostar por un grupo sin principios propios, o más bien, con principios de centroizquierda y que, por lo tanto, están siempre dispuestos a transar con la izquierda más dura.
Para ellos el problema es Republicanos, en circunstancias de que este grupo jamás habría tenido un espacio si el resto de la “derecha” no se hubiera corrido tanto a la izquierda.
Ahora buscan culpar también a Kast por la debacle del último proceso constituyente.
Esto no solo refleja que la centro “derecha” es, intelectualmente, parte de la centroizquierda con la que se siente cómoda, sino además que no entienden absolutamente nada de sobre la izquierda radical antidemocrática que nos gobierna.
Si lo entendieran, nunca habrían sacrificado la constitución para supuestamente aplacar la violencia de 2019-que solo se calmó por la pandemia- y menos pensarían que Lagos u otros de ese sector aprobarían una constitución diseñada por Kast.
Como no entienden demasiado de política, luego del rechazo de la constitución marxista indigenista con 62% esa misma “centroderecha”, por darle el gusto a la izquierda extrema, abrió, de espaldas a la ciudadanía y violando la constitución, un segundo proceso constituyente dándole así, a la izquierda dura que ya estaba derrotada, una nueva oportunidad para recuperar terreno.
Ahora, los yihadistas de la moderación, acusan que la constitución era maximalista y que por eso se perdió cuando ellos mismos defendieron la carta propuesta en la campaña diciendo que era mejor que la actual.
Kast, por su parte, se compró el cuento fantasioso de que había posibilidades de sacar su constitución si se movía a la izquierda como le exigía la centro “derecha”.
Y asi pagó el precio de perder a parte de su base además de hundirse con el resultado del referéndum, uno de los más predecibles de la historia política chilena.
Lamentable, porque republicanos es la única derecha que hay en Chile y salvo que se maneje muy bien, lo que no está ocurriendo, dejará otra vez un vacío en ese sector.
Para peor, el piñerismo se lanza sobre republicanos para dividir el sector y asegurarse de que pierdan las próximas municipales y presidenciales.
Todo sea por no reconocer su propia ineptitud.
Mejor ver gobernando a Bachelet por tercera vez o a su amiga Camila, que a Kast.
Sea cual sea el devenir de todo este asunto, lo claro es que la centro derecha chilena ha sido parte fundamental del problema de un país que ha gobernado dos veces sin haber más que acelerado su deterioro.
Jamás entenderán que a la izquierda dura no se le puede ceder un centímetro y que cuando está agonizando, como ocurrió luego del 62%, hay que liquidarla.
Bastaba que no abrieran un segundo proceso que nadie quería, o que al menos hicieran un referéndum de entrada, y ahí moría toda la causa izquierdista.
Pero no…
Hubo que bajar los quórums de la constitución y además abrir otro proceso.
Con esta realidad política solo queda esperar que Chile siga profundizando su camino de decadencia, uno que la centro
“derecha” ha contribuido a pavimentar.
Balances y desafíos: reconstruir Chile
La derecha tiene una oportunidad tremendamente valiosa, en la que debe trabajar desde ya: construir una alternativa política clara y contundente a la izquierda chilena, anclada en las ideas de la libertad humana, la familia y la paz.
Conductor de Nuevas Voces de Radio Agricultura y miembro del Partido Republicano
El año 2023 estuvo marcado, políticamente, por el desarrollo de un segundo proceso constituyente en nuestro país, cuyo origen fue el “Acuerdo por Chile” adoptado en el Congreso Nacional en diciembre de 2022, y que concluyó el pasado 17 de diciembre con el triunfo de la opción “En Contra”. Por supuesto, en términos generales el primer balance es el de considerar el 2023 y, en general, los últimos años en Chile, como años perdidos o desperdiciados.
Dicho análisis no está lejos de la realidad. Desde la revolución de octubre de 2019, nuestro país se enfrascó en una discusión constitucional bajo el diagnóstico de que una nueva Carta Fundamental era el camino para mejorar la calidad de vida de los chilenos y reeditar un “pacto social” quebrado por la desigualdad y los abusos, por la ilegitimidad de la Constitución vigente y por las consecuencias de décadas de “modelo neoliberal”. En una forma de cristalizar la revolución política en una propuesta constitucional, la izquierda chilena ofreció al país una primera propuesta radical, estatista e indigenista, que fue ampliamente rechazada por los chilenos, en el acto político y electoral más relevante de la historia reciente de Chile desde 1990.
El segundo proceso estuvo marcado por la desconexión y el desinterés, en lo que podríamos llamar la “hora fría de la revolución”. El anhelo por el cambio constitucional estaba en franca decadencia, y un proceso engorroso pero razonable dio fruto a una propuesta constitucional que, en lo sustantivo, conservaba los elementos centrales de la tradición constitucional de Chile y de la Constitución vigente. Con todo, la apatía y la desconfianza hacia la cuestión constitucional vencieron, y hace poco más de 10 días, los ciudadanos volvieron a rechazar reemplazar la constitución por la propuesta del Consejo Constitucional.
Por ello, algunos han sostenido que Chile volvió, en definitiva, “a fojas cero”, a un punto de inicio, al mismo lugar que el año 2019. Sin embargo, me parece que Chile ha experimentado profundos cambios desde esa fecha, en al menos dos planos, paradójicos y contradictorios, pero que vale la pena analizar para abordar los desafíos del futuro.
En primer lugar, es evidente que Chile enfrenta una complejísima realidad social y económica. Nuestro país se encuentra económicamente estancado, con la inversión en retirada y el empleo formal destruyéndose, como da cuenta el último informe del INE. El país de oportunidades que Chile fue entre 1985 y 2010 es hoy sólo parte de la historia, historia que muchos preferirían omitir o no tener que reivindicar.
Por su parte, la crisis de delincuencia, crimen organizado y narcotráfico azota a todas las regiones de Chile, y tiene a las familias chilenas viviendo, probablemente, los años de mayor temor de sus vidas. Reflejo de ello fue nuestra última Navidad: 8 homicidios en un fin de semana, aunque la ministra Vallejo -en la desconexión y frivolidad de este gobierno- crea que en estas fechas estas cosas no ocurran. Lamentablemente, el avance del crimen y la violencia empieza a ser normalizado, y las declaraciones del vicepresidente de un partido de Gobierno en torno a sus “pactos con el narco” ocupan portadas de los medios de prensa simplemente por algunas horas.
Si a eso se suma el sostenido aumento de familias viviendo en campamentos, la delicada crisis que enfrenta un sistema de salud al borde del colapso, y la lamentable realidad educativa de cientos de miles de jóvenes que estudian en establecimientos estatales, la conclusión obvia es que Chile se encuentra manifiestamente peor que en 2019, y que estos cuatro años han estado marcados por la decadencia, el estancamiento y la violencia.
Paradójicamente, hay cosas que en Chile han cambiado positivamente desde el año 2019, y que siembran una esperanza de lo que podría ser el camino para recuperar nuestro país. Si a fines de 2019 se buscaba refundar Carabineros de Chile y se hablaba de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, tan solo cuatro años después una inmensa mayoría de los chilenos respaldan el trabajo de nuestras policías y Fuerzas Armadas, y piden a gritos orden, seguridad y paz, y un gobierno fuerte dispuesto a atacar la delincuencia con sentido de urgencia y convicción.
Si hace sólo algunos años las marchas por “No + AFP” llenaban la Alameda, hoy una gran mayoría es partidaria de que los fondos de pensiones sean de su propiedad y que la cotización adicional vaya a su cuenta individual. Si en 2021 “Boric lo iba a cambiar todo”, hoy una gran mayoría de chilenos, del orden del 70% del país, rechaza la gestión del Gobierno del Frente Amplio y el Partido Comunista, marcada por la corrupción, la incompetencia y la irresponsabilidad.
El ciclo político en que estamos tiene, como casi todas las cosas, luces y sombras. Los desafíos que enfrenta Chile de cara al futuro son evidentes y complejos, y requieren de liderazgos políticos honestos, valientes y comprometidos, que tengan sentido de urgencia y creatividad, convicción y disposición a asumir costos por hacer lo correcto. Felizmente, una importante mayoría de chilenos tiene hoy más presente que nunca la importancia de trabajar en la defensa de sus libertades, en la protección de la unidad nacional, en la recuperación de la paz y el orden y en la necesidad de volver a poner a Chile en marcha.
El fin de año es una buena oportunidad para hacer un balance de lo que ha sido el último tiempo para nuestro país, y para abordar y definir prioridades y desafíos para lo que viene. La derecha tiene una oportunidad tremendamente valiosa, en la que debe trabajar desde ya: construir una alternativa política clara y contundente a la izquierda chilena, anclada en las ideas de la libertad humana, la familia y la paz. Ello requerirá trabajo duro, auténtica vocación pública, formación, mucha convicción y generosidad política. Necesitará de jóvenes, diversidad social y geográfica, intelectuales y políticos, hombres y mujeres de “primera” y “segunda línea”, pero el desafío es urgente y a la vez valioso: Reconstruir Chile y recuperar la paz, para que nuestro país vuelva a ser una tierra de oportunidades, poniendo en el centro el desarrollo integral de cada persona y la unidad de la patria.