POLÍTICA Y GOBIERNO:
POLÍTICA Y GOBIERNO:
Comentario de Tomás Mosciatti
Los síntomas de una enfermedad: https://youtu.be/FrimtAnwK0o?si=giZmNdFFyDTgJ922
De las fundaciones a la violación
Por Gonzalo Rojas Sánchez
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No ha habido en la historia de Chile un momento en que la institución presidencial haya sido degradada hasta depositarla en los más bajos fondos, como ha sucedido en el actual período.
Bernardino Bravo ha descrito la Presidencia en Chile como “una verdadera figura institucional, con características propias del cargo y por tanto superiores e independientes de la persona concreta que lo ejerce”. Sí, de acuerdo, así ha sido, pero también es cierto que Mario Góngora enfatizó la importancia del carácter personal de cada presidente, dentro de la institucionalidad en la que se inserta el primer mandatario.
Nuestro régimen actual, presidencialista por cierto, está siendo “habitado” por la más insólita figura de nuestra historia. Repaso y repaso, voy de Pinto a Prieto, de Montt a Pérez, de Balmaceda al otro Montt, de Alessandri a Figueroa, de González Videla a Ibáñez, de Frei a Allende, de Bachelet a Piñera —y me muevo entre tantos otros presidentes— para concluir que nada igual le había sucedido a la república. La historia de Chile habla, grita y sentencia: nada se parece a la Presidencia actual, nunca habíamos estado en tan insólita y grotesca situación.
Todo comenzó el primer día —vaya obviedad— pero se hizo nacionalmente evidente desde el caso Fundaciones al caso Violación. Primero, fueron millones y millones de pesos los defraudados en las narices de la Presidencia y, apenas un año después, han explotado, en la propia Moneda, el abuso de poder y la violación, de manera aún más dramática.
No sabemos —ni lo vamos a saber nunca, no seamos ilusos— cuál era el grado de conocimiento que la Presidencia tenía de lo que hacían sus correligionarios, moviendo esos millones que pasaban desde los bolsillos de los contribuyentes al erario fiscal y, de ahí, con notable fluidez, a los bolsillos frenteamplistas. Quizás la Presidencia no tenía el detalle, pero en un gobierno de tanto amiguismo, de unos alter ego que han querido aparecer como clones del presidente, no cabe duda que arriba, bien arriba, se sabía todo. Y antes de que estallara la verdad, no se hizo nada. No hace falta dar nombres de los “sabedores”: todos los tenemos en la punta de la lengua.
Pero ahora, en el caso violación, la situación se ha hecho aún más evidente. Todo indica que… ¡supieron!, que… ¡supo! Casi no hay margen para la especulación, casi no cabe duda alguna que el conocimiento de la situación fue administrado de modo especialmente perverso. Desde la Presidencia se administra el Estado, pero esta vez se administró el silencio, se administró la protección del más fuerte, incluso —está por probarse— quizás se administró la mentira.
En uno y otro caso —fundaciones y violación—, lo que estaba en juego era lo que propiamente caracteriza a la Presidencia: poner por encima de todo a Chile. Pero, en uno y otro caso, se va sabiendo que sucedió justamente lo contrario: se ha puesto por encima de todo la conveniencia de los compinches y la expectativa de unos resultados electorales. Nunca antes había “habitado” la Presidencia una figura tan absolutamente distante del bien común, y eso que tuvimos un Allende que declaró “yo no soy el Presidente de todos los chilenos”.
Todos recordamos aquella sentencia que las izquierdas pretendieron establecer como verdad incontrastable respecto del gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden: “Sabían todo lo que pasaba, y lo que no sabían, debían saberlo”. Y todos recordamos lo que ha significado en procesos y en condenas esa gravísima afirmación.
Pero ahora, en estos casos, la parte final de esa consideración no hará falta, porque quizás llegue un momento en que pese sobre la conciencia del actual gobernante el haberlo sabido todo.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el miércoles 27 de noviembre de 2024.
El deterioro
Por Leonidas Montes
Los antiguos solían hablar del decoro (decorum) como lo apropiado o lo adecuado. Esta palabra también dice relación con la elegancia y la dignidad. Son formas que comunican un fondo. Mejor dicho, símbolos que inspiran un ethos, una moral.
Para un ciudadano respetuoso de la institucionalidad es difícil hablar del deterioro moral. Y si bien esta decadencia arrastra al amplio espectro político, al final la responsabilidad y la dignidad republicana descansan en las espaldas del Presidente y su gobierno.
Al asumir el cargo, el Presidente Boric sorprendió al dejar la tradicional corbata de lado. Sin embargo, esa actitud fue aceptada como una señal de juventud y apertura. Partió con algunas chambonadas como responsabilizar al rey de España por el retraso del cambio de mando. Eso le valió el apodo transnacional de “merluzo”. Y a pocos meses de asumir, en su primera visita a los Estados Unidos, criticó la ausencia de ese país cuando el representante Kerry estaba sentado a su lado. Ese error le costó la dura reacción del experimentado político: lo miró y le preguntó “¿dónde está la cerveza?”. La informalidad y la excesiva seguridad en sí mismo comenzaban a pasar factura.
Dejando de lado la Convención Constitucional, el Gobierno evidenciaba otros episodios poco decorosos. Después de varios tropiezos y salidas de libreto, Izkia Siches renunció al Ministerio del Interior. El flamante embajador en España, amigo del Presidente, cuestionó los añorados 30 años mientras promovía una pierna y banquetes opíparos. Desde la Cancillería se filtraron rústicas conversaciones que gatillaron la renuncia de la ministra Antonia Urrejola. El paladín de la superioridad moral desapareció al igual que la caja fuerte del Ministerio de Desarrollo Social. La defenestrada embajadora ante el Reino Unido, que conoció al rey Carlos III, demandó una insólita indemnización. No olvidemos el caso Convenios. La diputada Catalina Pérez apareció vinculada a la fundación “Democracia viva”, que era mucho más viva que democrática. Se marginó del Frente Amplio, pero volvió al partido después de un viaje junto al Presidente. Acaba de renunciar nuevamente. Por ahí también se asomó la diputada Maite Orsini intercediendo por su expareja, el mago Valdivia. Tuvieron que llegar los experimentados al rescate.
Y en medio de todas estas peripecias estalló el sórdido caso Monsalve. La lista de calificativos para describir lo que ha sido el manejo de esta crisis es interminable (estupor, flojera, ineptitud, improvisación, ingenuidad, engaño, traición…). Pero lo que Rafael Gumucio describió como “falsa sinceridad” tiene consecuencias. Si en un régimen republicano el Presidente debe protegerse de sus ministros, aquí algunos ministros se ven forzados a protegerse del Presidente. Los catones de los nuevos tiempos, promotores de la transparencia absoluta y fieros guardianes de las víctimas, hoy se ahogan en su propio caldo. Vaya cruel paradoja.
Por si fuera poco, ahora el Presidente de la República se defiende ante una acusación de acoso. Y el Gobierno, que se suponía feminista, aparece envuelto en las sospechas de un club de Toby que cocinaba al fuego de un asado presidencial. Como broche de oro, en el Congreso Nacional el Presidente, luciendo una ajustada camisa manga corta de color verde olivo, hace guardia de honor a la difunta diputada Bulnes.
En el espacio público el decoro exige transparencia, pero no andar desnudo. El decoro también exige la presunción de inocencia y no apoyar incondicionalmente a quienes se alzan como víctimas. El decoro exige cuidar las formas, hacer la pega y ser un ejemplo. En fin, el decoro se relaciona a esa frágil dignidad republicana, al ethos y la moral que guían nuestra conducta. Tal vez exagero o ya estoy muy viejo y conservador, pero la decadencia y el deterioro moral son abrumadores.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el jueves 28 de noviembre de 2024.
ARGENTINA EMPIEZA A SACUDIRSE DE LOS PSEUDO- COMUNISTOIDES- SOCIALISTAS.
Por qué Milei está sacando del hoyo económico a la Argentina en tiempo record.
¡EL TERREMOTO ESPERADO!
#Lindbergh
“MILEI: un terremoto político mundial”.
La pregunta es: ¿Cómo se constituyó MILEI en ese implacable ciclón político que tiene temblando a las izquierdas y tiritando a esas derechas flojas que escuchan a Silvio Rodríguez y que atesoran fotos y autógrafos de Fidel Castro?
Sencillo, MILEI ha demostrado -científicamente – tres cosas que nadie en el mundo quería admitir:
1. Que el Estado es un estorbo entre los intereses del ciudadano honrado y sus aspiraciones legítimas de prosperidad material,
2. Que el socialismo – en cualquiera de sus versiones – es un cáncer abominable que aniquila en todas las naciones el deseo de ser buenos y competitivos, y
3. Que, los programas y las políticas sociales, esgrimidas con tanta insistencia por todas las castas gobiernistas del mundo, son mecanismos eficaces para robar dinero a granel, fingiendo que ayudan a los débiles.
Cerebros como el de Javier Milei surgen una vez cada dos siglos, llegan al mundo para arrasar toda la maleza mental que crece impunemente en las corporaciones, universidades, academias, ateneos, iglesias, editoriales y periódicos, instituciones todas, que en el caso de América tienen casi dos siglos de no ver el sol de la verdad, porque permitieron que creciera en sus propios huertos, la sombra de ese árbol gigantesco que no da fruto; llamado Socialismo.
Con una semántica irrefutable y dejando de lado esos “buenos modales oprobiosos” que impiden el debate, Milei salió de una buhardilla intelectual insignificante, es decir, salió de la nada, esgrimiendo una motosierra encendida para podar de raíz todas las mentiras, tonteras y falacias que los políticos latinoamericanos han sembrado en las naciones – debatiendo durante un siglo – la falsedad mesiánica del Estado, en ese ambiente infecundo y aburrido que el maestro español García Trevijano definía como “la discusión de las apariencias”.
Contra Milei hay rabia, furia y desconcierto mundial. Porque Milei aborrece las mentiras mediáticas pro estatales, odia los controles de precios y detesta a los bancos centrales. Los “voceros marxcisistas” de CNN y la BBC, están que patalean de impotencia.
Y no es para menos, por primera vez en la historia contemporánea, vemos el error mundial de las ideologías económicas en su majestuosa barbaridad. Doctrinas insulsas y vagas, esgrimidas por gurús de la miseria como Thomas Piketty, Amartya Sen, Joseph Stiglitz y Daron Acemoglu, han caído al piso, derrotadas por un airado jovencito de pelo alborotado que sacó una calculadora y mostró las cuentas exactas de la Gran Estafa Continuada del Estado.
El pensamiento de Milei – bello y agresivo – lo aman millones de jóvenes que quieren patearles los huevos a los políticos lanas y lo adoran miles de empresarios que ya están hartos de la esclavitud disimulada.
Milei ha mostrado con hechos, cifras y ciencia económica, que el socialismo es basura y que los Estados de Bienestar europeos son algo peor, porque son basura sofisticada, aristocrática y ampulosa.
El nuevo líder argentino ha enseñado con ejemplos simples, que cuando El Estado se adjudica el rol protagónico de la vida política preservando para sí un papel justiciero, administrador y distribuidor, entonces – invariablemente – los ricos se volverán flojos, los pobres serán parásitos a perpetuidad y los criminales vivirán a sus anchas, sacando provecho del pánico, de la sumisión y de la mediocridad establecida por Ley.
Nunca nadie en la vida había explicado con deliciosa sencillez qué es el capitalismo y por qué debe ser retomado – como una cura divina – en todos esos ambientes burocráticos putrefactos, dominados por la pereza, el aburrimiento, la banalidad, el artificio, el ocio y el despilfarro inspirado en el sopor de las funciones estatales ficticias.
Milei plantea que todos debemos volver a trabajar sin descanso, dice que tenemos un siglo de estar durmiendo en la gran hueva estatal subsidiada. Propone que deben desaparecer esas profesiones cómodas y esas jerarquías artificiales basadas en el apellido, la influencia, el cargo, el conecte y la academia.
En el capitalismo si una empresa es mediocre, quiebra y no pasa nada, porque una mejor, la reemplaza. Porque si El Estado, en su fatal arrogancia, subsidia lo mediocre, arruina y destruye las ideas del empresario brillante. Aniquilando las esperanzas y los anhelos de las nuevas generaciones.
En el capitalismo, únicamente los minusválidos y las viudas tienen derecho a fondos por calamidad.
Todos los demás debemos trabajar y sudar la gota gorda, bajo el entendido de que nuestras empresas, labranzas y tiendas son nuestras, y, de que nadie tiene la obligación de volverlas exitosas a punta de falsas ganancias extraídas del Estado, en nombre de la corrupción, el soborno y el saqueo.
En el capitalismo desaparece la tonta lástima y reaparece la energía del campesino ingenioso, del jornalero diligente, del obrero audaz y del trabajador inteligente. Se esfuma el incentivo estatal mentiroso que fomenta la envidia y el oportunismo, el cual es reemplazado por el arrojo de ciudadanos capaces de levantar sus negocios, en el lodo más vil de los barrancos.
En el capitalismo – pregona Milei –todo se vuelve a alinear con las Leyes de la Vida, aquellas leyes eternas que el bobo socialismo destruyó en su vano afán de establecer – por decreto – el bienestar de los haraganes, la seguridad social de los bribones y la inclusión de los despreciables. El capitalismo es un pesticida que mata de raíz el éxito fácil, la bondad hipócrita y el ascenso culposo. En el capitalismo todos levantamos la frente y recuperamos el brillo de los ojos, porque todos somos parte de un juego emocionante y peligroso, en el cual todos podemos fracasar o triunfar, lanzando a las llamas las quejas baratas y las petulancias burlescas.
¿La tiene fácil Milei? Obviamente que no, porque su ciclónica campaña hacia la presidencia de la Argentina ha consistido en poner a la vista del mundo de qué modo los políticos canallas de todas las denominaciones – izquierdas y derechas por igual – han echado mano de los mismos trucos socialistas para exprimir el Estado; haciéndose ricos y famosos con la excusa de que lo hacen para ayudar a la gente débil, a la cual consideran desecho.
Solamente al ganar la presidencia – lo cual es inevitable e irrevocable – Milei va a mirar en toda su magnitud, hasta dónde han llegado las garras de la putrefacción socialista, cuando quite la tapadera de la gran olla hedionda del estatismo latinoamericano, va a descubrir que la pobreza es un consenso secreto para que sirios y troyanos se suban a la chalana donde todos comen y nadie rema.
¿Qué va a ser este buen muchacho para desmontar la agricultura socialista, la literatura socialista, la religión socialista, la prensa socialista, la educación socialista, la salud socialista, la banca y la ganadería socialistas? No lo sabemos.
Pero, independientemente de lo que suceda, que gane, que lo asesinen, que lo boicoteen, que lo ensucien o que lo invaliden, su obra ya está hecha.
Javier Milei vino a embestir un mundo enfermo de codicias y mentiras, ha demostrado que la inteligencia, cuando viene acompañada de cojones, se sobrepone al miedo, al interés, al dinero y a la resignación.
Qué belleza; han llegado a su fin los cuentos chinos de las izquierdas vulgares, se acabaron los cuentos de hadas de las derechas gordiflonas.
Resulta que todo lo que pensábamos del Estado, de sus leyes corruptas, de su falsa justicia, de su sentido del deber y de sus Planes de Bienestar, todo, era basura.
*Favor difundir sin límites*