POLÍTICA Y GOBIERNO:



POLÍTICA Y GOBIERNO:

¡¡¡Qué cara de palo!!!:

 

 

 

El rescate de los 33

 

Por   Humberto Julio Reyes

Recién ayer y por casualidad, vi la película que narra este gran logro, rescatar desde 700 metros de profundidad a la totalidad de los afectados por un derrumbe en la mina San José, cercana a Caldera, hace ya casi 15 años.

Cuando terminó quedé con la impresión que, salvo algún comprensible recurso cinematográfico, la narración de lo sucedido se atiene en gran medida a la realidad.

Pero, pensando en algún paciente lector que aún no la haya visto, quisiera compartir mis sentimientos de emoción y admiración que fui experimentando, a medida que se iban desarrollando los acontecimientos en pantalla.

Es que, aún si conocía el final feliz que tuvo la empresa de rescatar a los mineros, me resultó imposible no adentrarme en la tensión vivida en esos días, tanto de las autoridades que asumieron decididamente la responsabilidad de rescatarlos con vida, de los técnicos que debieron superar dificultades que parecían extremadamente complejas, de las familias que expresaban su dolor e impotencia frente a lo sucedido y que, a veces, tendían a desesperarse y, no menos importante, la actitud de los atrapados para sobrellevar un largo encierro bajo tierra y no abandonarse.

Un gran logro de la voluntad de muchos, expresada en imponer una tarea, llevarla a cabo sin escatimar recursos, con inteligencia y creatividad para ir superando los obstáculos que se fueron presentando a la ingeniería, todo un ejemplo para futuras generaciones.

Para mí fue una pausa refrescante en este período veraniego en que las buenas noticias no abundan, en particular cuando siniestros de difícil prevención y control causan inmenso daño a muchos de nuestros compatriotas, como ha sido el caso de maremotos y grandes incendios.

He omitido deliberadamente toda referencia a alguien en particular, no queriendo resaltar a alguien por encima de otros, toda vez que éste podría ser considerado un triunfo de Chile y quizás lo mejor que nos ha sucedido en el pasado reciente.

Creo preferible que sea quien vea esta película o rememore lo ocurrido, el que asigne méritos, sin olvidar las buenas lecciones que debieran ser aprendidas por todo aquel llamado a asumir responsabilidades de distinto nivel al producirse una emergencia.

En todo caso, el sitio “Rescate de la mina San José”, contiene un exhaustivo relato de todas las circunstancias y las personas están debidamente individualizadas para la posteridad. Qué mejor que la frase “El mayor y más exitoso rescate de la historia de la minería a nivel mundial”.

Posiblemente el rescate de los 33 debiera ser también, si ya no lo es, un caso de estudio para quienes quisieran aprovecharlo para analizar el liderazgo demostrado en los diferentes niveles ya que, pocas veces las buenas decisiones son respaldadas por los imponderables, entre ellos el azar o, para los creyentes, la voluntad divina.

Yo, al menos, he recibido una inyección de moderado optimismo que me hace renovar mi confianza en aquellos compatriotas que sí saben reaccionar en forma rápida y eficiente ante situaciones imprevistas donde se juega la vida de personas.

¡Bravo por los rescatados y por quienes lo hicieron posible!

13 de feb. de 25

 

 

NUESTROS ERRORES


Por Gonzalo Ibáñez Santamaría

Comparto este clarividente estudio del columnista Gerardo Varela. Explica qué pasó en Chile para que, después de encabezar durante décadas nuestro continente, nos encontremos ahora sumidos en la peor crisis desde 1973. Crisis que amenaza la misma subsistencia de nuestro país*. Es un aporte muy importante para elaborar un diagnóstico completo de las causas de esta crisis y así poder enfrentarla con éxito.

“Nuestro primer y gran error fue quedarnos callados, dedicarnos a trabajar y dejarle la política a otros. El socialismo se había implementado en algo más de 70 países en distintos gustos y colores. Desde los más extremos, como la Rusia comunista, hasta lo más benignos, como la Inglaterra laborista o la Suecia socialdemócrata, todos tenían una cosa en común: fracasaron en economía y en el caso de los comunistas, mataron, exiliaron y encarcelaron a millones. Como el año 1989 cayó el Muro de Berlín, creímos que la democracia y el mercado habían triunfado para siempre. Si hasta Miterrand (comunista devenido socialista) declaró que Francia tendría todo el socialismo que su capitalismo fuera capaz de financiar.

Se nos olvidó que el socialismo nunca desaparecerá, porque apela a los más nobles sentimientos del ser humano, como la solidaridad, la empatía y la cooperación. El drama es que moviliza en función de los peores, como la codicia, la envidia y el resentimiento (como basar una campaña en torno al eslogan “No más abuso y no más desigualdad”).

Permitimos que se instalara un relato tan falso como inmoral; que no importa derrotar la pobreza si no logramos una igualdad nórdica; que a los buenos estudiantes hay que bajarlos de los patines para igualarlos con el resto; que es mejor el monopolio estatal ineficiente que la competencia privada eficaz, porque lucra, y que los países progresan distribuyendo la riqueza no creándola.

Dejamos crecer el poder del Estado y de la política sobre los ciudadanos. So pretexto de crecer con equidad, de mejorar salud y educación o de promover el desarrollo tecnológico (¿se acuerda que el royalty minero era para eso?) dejamos que los políticos nos subieran 20 veces los impuestos, multiplicando por 10 el tamaño del Estado sin jamás exigirles resultados. Paradojalmente, los políticos siguen culpando de nuestros problemas al sector privado y promueven absurdos como que Chile puede progresar sin crecer o mejorar las pensiones gastándose los ahorros (si los impuestos y las imposiciones fueran populares no serían obligatorios).

Aceptamos que se creara una casta política bien remunerada y que no comparten los riesgos del resto de los chilenos (¿hace cuánto que no escucha que se suprima un cargo público?). En vez de tener una cámara de los comunes donde legislen personas normales que trabajan y experimentan los efectos de sus leyes, permitimos que —so pretexto de la transparencia— los parlamentarios se encapsularan. Elegimos personajes que con suerte tenían 4º medio; permitimos que se reeligieran indefinidamente y que sus campañas las financiara el Estado. A los chilenos, cada florcita nos cuesta $22 millones mensuales.

Toleramos que el Estado maltratara a nuestros compatriotas más vulnerables. El resultado electoral de La Pintana es elocuente. Los chilenos que sufren el monopolio estatal de los servicios públicos están descontentos y por buenas razones. Reciben del Estado mala salud, mala educación y mala seguridad; y los políticos les dicen que la culpa la tienen las isapres, los ricos y el neoliberalismo. Debimos exigirles a los políticos que promovían el estatismo que pusieran a sus hijos en colegios públicos; se atendieran en los hospitales estatales, y vivieran en comunas vulnerables. Así hubieran exigido resultados a esa gestión estatal que tanto promueven y nunca padecen.

Un mal diagnóstico, una falsa narrativa y la mala política impidieron que Chile creciera los últimos 10 años, y mientras las remuneraciones se estancaban se acumulaba la inflación y la gente no progresaba; los únicos que prosperaban eran el Estado, los funcionarios y los políticos, pero le echaban la culpa al sector privado y a los contribuyentes. Esos errores se sintetizan en la frase de Sowell: “Demonizamos a los que producen, subsidiamos a los que no y canonizamos a los que reclaman”.
*https://www.elmercurio.com/blogs/2020/11/14/83461/Errare-humanum-est.aspx