POLÍTICA Y GOBIERNO:



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Conversación

Cristian Valenzuela

@crvalenzuela

 

Detrás de la destitución de la Senadora Allende y la renuncia de Maya Fernández hay una operación política comercial que fue impulsada por el propio Presidente de la República. Esto escribí hace algunas semanas. Es hora de conocer la verdad de boca del propio Presidente Boric.

Allende, sacúdete en tu cripta

Por Por Cristián Valenzuela

“No se humilla al partido de Allende”, decía Elizalde, luego de que el Frente Amplio dejara al Partido Socialista fuera de la primaria presidencial. Fue una frase dolida, casi una súplica de respeto frente a una nueva y joven izquierda que ya los consideraba desechables. Ese acto -una jugada política quirúrgica- terminó por catapultar a Boric a La Moneda y relegar al PS a la irrelevancia simbólica. Pero lo que no sabían entonces es que la humillación apenas comenzaba.

Cuatro años después, el mismo Frente Amplio que se sentó sobre los hombros de la historia socialista, que se apropió del mito de Allende como un legado expropiado, los vuelve a humillar. Esta vez, sin anestesia. Mientras Isabel, la hija de Allende, era oficialmente destituida del Senado por violar las reglas más básicas de probidad constitucional, la dirigencia del Frente Amplio ungía con fuegos de artificio a su nuevo candidato presidencial. La historia se repite, y esta vez con una sincronía que solo puede calificarse como poética o macabra.

La humillación fue completa. Y, lo más importante, autoinducida. Nadie humilló al partido de Allende. Se humillaron ellos solos, convertidos en un geriátrico de la izquierda, un museo viviente de glorias oxidadas, donde el único activo sigue siendo la marca registrada: Salvador Allende. Un nombre que ha dejado de ser historia para transformarse en merchandising. Una figura que ya no inspira respeto, sino sospecha.

Porque todos saben que la herencia del presidente mártir no es moral ni democrática: es meramente comercial.

Durante décadas, su figura fue blindada por una épica cuidadosamente construida. Un mártir. Un símbolo universal de la lucha democrática. Calles, plazas, museos, canciones, estatuas. Allende en París, en Oslo, en Berlín, en La Habana. Allende convertido en mito global, en logotipo revolucionario, en santo laico para turistas de izquierda.

Pero el verdadero Salvador Allende fue otra cosa. Fue el presidente que dejó a Chile al borde del colapso. El gobernante que, cegado por su ideología, permitió la erosión sistemática de la democracia. Que toleró, promovió y justificó la violencia política. Que intervino tribunales, persiguió medios, apañó milicias y destrozó la economía. Un personaje caótico, ególatra, más enamorado del poder que del pueblo, más comprometido con el experimento marxista que con la libertad de los chilenos.

La historia oficial, sin embargo, lo convirtió en mártir. En víctima. En profeta. Y ese relato fue convenientemente explotado por el Partido Socialista y la familia Allende durante medio siglo. Diputaciones, embajadas, fundaciones, senadurías y directorios. Salvador Allende S.A.: una marca registrada que ha recibido miles de millones de pesos del Estado a través de museos y proyectos asociados a su nombre. Todo un ecosistema de culto pagado con los impuestos de los mismos chilenos que sufrieron su mandato. Un símbolo que dejó de ser simbólico para convertirse en negocio.

Y hoy ese negocio empieza a derrumbarse.

La caída de Isabel Allende no es solo una derrota personal ni un traspié parlamentario. Es el síntoma de algo más profundo: el colapso ético de una generación que vivió a costa de una memoria manipulada. Es la metáfora viva de un mito que ya no resiste el peso de la verdad.

Y el Presidente, arrinconado por las circunstancias, insiste en mitificarlo: Allende fue un demócrata ejemplar, un mártir que murió “en defensa de la democracia”. No, señor Presidente. Allende no murió en defensa de la democracia, murió después de destrozarla. Se suicidó cuando su proyecto fracasó y cuando la violencia, el caos, el hambre y la ilegalidad eran parte de la vida cotidiana de los chilenos.

Porque la verdad -aunque la hayan querido borrar con poesía, canciones y murales- está impresa en la memoria de los chilenos que sufrieron la Unidad Popular. En los que hicieron filas interminables por un pan. En los que vivieron con miedo mientras se armaban comandos revolucionarios con apoyo del propio gobierno. En los que entendieron, demasiado tarde, que el sueño socialista era una pesadilla autoritaria con pretensiones épicas.

Porque Allende no fue víctima, fue responsable. No fue mártir, sino autor del caos. Fue un presidente fracasado, que su familia y su partido convirtieron en un cajero automático ideológico. En una vaca sagrada de la izquierda, alimentada por la culpa histórica y ordeñada sin vergüenza.

¿Cuánto más vamos a aguantar este teatro? ¿Cuánto más vamos a permitir que la política chilena se arrodille ante un relato falsificado? ¿Cuánto más vamos a seguir llamando “legado” a un desastre? ¿Cuánto más vamos a pagarle sueldo emocional y político a una familia que solo nos dejó deudas?

Sacúdete, Allende. Porque el negocio se acabó. Y la verdadera historia, finalmente, empieza a cobrar la cuenta.

 

 

 

Cara de palo:

https://m.facebook.com/watch/?v=1327168888518082&vanity=oscarvigourouxvenegas.cazador

 

 

 

 

Columna de opinión de Max Colodro:

Mentiras

OPINIÓN
Casa de Allende
Isabel Allende

La famosa sala de reuniones de Salvador Allende.

Las sociedades se articulan en base a mitos y relatos imaginarios; destellos de realidad que se mezclan con la fantasía, haciendo siempre difícil poder distinguirlas. Los individuos funcionamos igual: necesitamos una dosis permanente de mitomanía, verdades a medias y autoengaños recurrentes, sin los cuales la existencia se vuelve insoportable. El problema ocurre cuando todos sabemos que lo que estamos escuchando es falso, una mentira evidente para todos, pero que aceptamos porque, no hacerlo, pone en riesgo cosas importantes.

Es lo que ha ocurrido con la frustrada compraventa de la casa del expresidente Salvador Allende: una interminable sucesión de mentiras, que quienes las dicen y quienes las escuchan saben que lo son. En efecto, el único argumento esgrimido para intentar salvar a los involucrados en una abierta infracción constitucional, es presentarlos como unos auténticos ignorantes o discapacitados mentales, porque sólo eso puede salvarlos de una participación abiertamente dolosa.

Pero sabemos que no es verdad. ¿O alguien en serio cree que una senadora de la República, que llevaba más de tres décadas en el Congreso, nunca supo que la Constitución le prohibía firmar contratos con el Estado? ¿O una integrante del gabinete, que también fue diputada, no escuchó jamás de dicho impedimento? Y más de una docena de altos funcionarios de La Moneda, asesores jurídicos y ministros de Estado, que estuvieron al tanto de esta operación, ¿ninguno tuvo siquiera una duda que mereciera consultar a un abogado de su staff o, más fácil, abrir el texto de la Constitución que está encima de su escritorio? Y finalmente, el Presidente Boric, autor intelectual confeso de la idea de comprar este inmueble a la familia Allende, también él exparlamentario, que firmó el decreto que dio el vamos a la transacción, ¿nunca se enteró que la hija senadora y la nieta ministra no podían venderle al Fisco una casa de su propiedad sin violar la Constitución? ¿No tuvo jamás una duda que lo llevara a consultar a alguno de sus innumerables y bien pagados asesores? ¿Y ninguno de los abogados que visó el contrato tuvo reparos y sintió necesidad de dar una voz de alerta?

 

 

En resumen:

https://youtube.com/shorts/kSXE572ILHc?si=Z6eur8kcmF94e_EL