POLÍTICA Y GOBIERNO:

POLÍTICA Y GOBIERNO:
*Así no se Llega a Ninguna Parte.*
Por Cristian Labbé Galilea
Si las elecciones son el camino para que una sociedad elija su futuro, y para construir esperanzas que le permitan pensar en la solución de los problemas que la aquejan, también lo son para saber quiénes son los personajes que aspiran a representarla durante los próximos años. Analizado lo anterior, a juicio de esta modesta pluma son “muy acotadas” las esperanzas que se pueden tener.
No piense, mi inquieto lector, que lo dicho importa una visión negativa del porvenir. Muy por el contrario, es una advertencia para tener presente a la hora de definir por quién votar en las próximas elecciones, porque, si bien las esperanzas son acotadas, también existen “grandes esperanzas”, como en la novela homónima de Charles Dickens donde se enfatiza “la necesidad de mantener la esperanza infinita, a pesar de la decepción”.
No hay dudas que existe decepción en la política, la que nace del choque entre la esperanza ciudadana y la conducta de los políticos (no todos), de la incongruencia entre la promesa y los hechos, entre el discurso y la práctica. De allí que, cuando los políticos fallan, la ciudadanía tiene la obligación de “pasarles la cuenta”.
Aclaremos, la política en sí no es mala, es el espejo de quienes la ejercen. Cuando los políticos son íntegros, la política es el camino hacia el bien común, pero cuando son mediocres o corruptos, la política se convierte en un reflejo de esos vicios. Por eso, más que culpar a la política, hay que pensar en quienes la encarnan. La política nunca será superior a la calidad moral de quienes la ejercen.
De allí que “nuestras esperanzas sean acotadas” al analizar el comportamiento político de un sector de la oposición, que ha elegido focalizarse en las elites más variopintas… amarillos, morados, rosados, verdes o del color que se quiera, lo que permite anticipar que estará siempre condicionado a contentar y dar cabida a ese arcoíris político, haciendo imposible una gobernabilidad coherente.
Esta semana se dio a conocer un “nuevo y amplio” listado de voceros de esa coalición, lo que lleva a concluir que, además del elitismo que se respira en ese comando, demasiadas voces probablemente conseguirán que el mensaje se diluya, las ideas se confundan, y se pierda la coherencia. La abundancia de vocerías, además de dar señales de falta de liderazgo, no garantiza claridad; al contrario, lo más probable es que aparezcan las contradicciones y los malentendidos.
Por último, se suma a lo anterior la poca prolijidad que se ha tenido para elegir los candidatos a parlamentarios, que después se traducirá en fuertes e irremediables dolores de cabeza. Respetando a los personajes de la farándula, a los artistas, etc., en política se requieren candidatos con sólida formación en las ideas que se busca defender, y no meros captadores de votos, ni mucho menos quienes tengan algún problema con la justicia o estén vinculados al narcotráfico. Así no se llega a ninguna parte.
El duro camino por delante
Por Juan Pablo Zúñiga Hertz
Corría el año 2004, en plena campaña Municipal, y yo figuraba la comuna de Maipú en un evento de la UDI donde Pablo Longueira lanzó una frase que nunca olvidé, que decía algo así como “a fin de año, estos señores de la izquierda van a tener que empezar a buscar trabajo”, haciendo alusión a que, con una victoria en dichas municipales, comenzaba el camino para la llegada de un gobierno de derecha.
Hace 21 años, esa izquierda concertacionista a la que se refería Longueira seguro que sí, al quedar fuera del estado, buscaría trabajo, o al menos uno de esos ricos pitutos que estos señores siempre tienen a mano. Esa izquierda ya no existe; la de hoy, está totalmente tomada por la influencia siniestra del comunismo chileno, disciplinado, paciente y sumamente peligroso. Dado este último atributo, me temo que con su salida a fin de año –al menos así lo esperamos muchos– estos fulanos no van a buscar trabajo, sino que harán del próximo gobierno una tarea titánica entre paros, movilizaciones y boicots de toda clase usando lo que mejor saben usar: la violencia.
No se crea ni por un minuto esa parada bonachona de la candidata Jara, que de cándida tiene muy poco, no obstante, mucho de carmín. Están apelando a travestirse de grandes demócratas, al final, esperan contar con la gran sabiduría popular que cayó redonda cuando el Sr. Boric les contó el mismo cuento. Para ello, qué mejor que presentar un gabinete con algunos personajes de la ex Concertación y unos cuántos DC, DC que hoy en día me la imagino sentada en la esquina de la sede del PC, cual pordiosero rogándoles por “lo que sea su cariño, patroncito”.
Tenemos un duro camino por delante. Al gobierno de la sensatez y la mano dura que necesitamos para evitar caer de una buena vez por el barranco de la historia al foso de las naciones fracasadas, le va a tocar durísimo. Hay una crisis moral y espiritual seria en nuestro país que me atrevo a pensar es mucho más difícil de solucionar que una crisis económica, la cual, lamentablemente, también será parte del gran legado del que habla el actual gobierno. A eso se le va a sumar desde el día 1 una campaña violentísima en las calles, que necesitará una mano dura y firme, capaz de sacrificar incluso su posibilidad de una futura reelección con tal de terminar de una buena vez con todos los que han defendido, usado y abusado de la violencia como arma política.
Por ello, le insisto estimado lector, su decisión a fin de año es crucial, pero más lo es su paciencia y su firmeza porque no vienen “tiempos mejores” como decía el fallecido Presidente Piñera, sino que viene un período –metafóricamente– de “sangre, sudor y lágrimas”, como dijera Churchill.
Los padres y la violencia estudiantil
Por Gonzalo Rojas Sánchez
La violencia estudiantil ha vuelto a manifestarse. En realidad, calificarla de “estudiantil” es una injusticia doble. Primero, porque casi con toda seguridad quienes la vienen practicando hace ya muchos años, no son efectivamente alumnos de los establecimientos en que se manifiesta y, segundo, porque aunque algunos lo fueran, la condición de estudiante es absolutamente incompatible con el ejercicio de la violencia. O se estudia o se lanzan molotovs.
Una reacción frecuente ante los gravísimos incidentes que protagonizan los overoles blancos y sus colaboradores es ¡que se haga cargo el Estado! ¡que la Municipalidad administradora tome las medidas del caso! Y cuando los incidentes –que los ha habido alguna vez– han tenido lugar en algún colegio particular subvencionado, la queja se ha expresado en un ¡que se haga cargo el sostenedor!
Sin duda, tanto las municipalidades como los sostenedores, tienen que ejercer las facultades de que están investidos, pero eso no debe descargar a los padres y apoderados de los deberes que tienen en la materia. Si se insiste tanto en que los padres son los primeros educadores y en la necesidad de resguardar ese derecho en el nivel constitucional y hacerlo operativo en el plano legal, ese énfasis no debe ocultar el deber correlativo que obliga a los padres a involucrarse activamente en la formación de sus hijos. Y, ciertamente, ese deber se hace muy evidente cuando el ambiente formativo de los jóvenes se hace imposible por el ejercicio de la violencia. No es coherente que los padres invoquen su derecho a escoger el establecimiento para sus hijos y, después, priven a los colegios y liceos en conflicto de su colaboración en los momentos de crisis.
No se nos oculta que estamos hablando de padres y madres con cargas fuertes de trabajo, con problemas familiares, económicos y conductuales en sus propias casas, pero nada de eso exime a esos adultos del deber de involucrarse abiertamente en las situaciones que ponen en peligro extremo la formación de sus hijos. Todos tienen el derecho de cambiarlos de colegio si ven que ya no es posible mantenerlos en un determinado establecimiento, pero en la medida en que sus hijos estén vinculados a un colegio, tienen el deber de colaborar en la solución de los conflictos.
Por supuesto, a los colegios y liceos les debiera interesar una alianza con los padres y apoderados, que les permita enfrentar adecuadamente las situaciones más graves. Hay dos instrumentos poco explorados para conseguir esos objetivos.
Por una parte, las Escuelas de padres, gestionadas por los mismos establecimientos, pero dirigidas por entidades ajenas a los colegios, para que no haya un doble vínculo en la relación con los padres. Una Escuela de padres solo dará frutos con el paso de los años… pero los dará. Y, por otra parte, el Encargado de padres y apoderados, un directivo del colegio que sea el nexo directo con el Centro de padres y con los padres delegados de cada curso, para que el Director del establecimiento no tenga que desgastarse en esa tarea.
Son dos modos de generar compromiso, alianza y responsabilidad paterna. Y también por supuesto, de detectar a aquellos padres que son, no lo ocultemos, los activistas que a través de sus hijos generan la violencia.
La fuerza del cambio
Por Rodrigo Ojeda
Antofagasta. 18 de agosto del presente. La pampa y el viento nortino, un camión y el recuerdo del camionero asesinado. Kast descendió convencido de su tercera candidatura presidencial. El rival es el continuismo comunista, el brazo izquierdo de Boric. La heredera es “más de lo mismo”. “No vinimos a administrar la decadencia” ni las crisis. Chile está agobiado y atrapado “en un ciclo de decadencia”. Las urgencias son: la seguridad, los problemas sociales y el resguardo de las fronteras. “Vamos a impulsar el cambio radical que Chile necesita” para revertir el legado de “un mal gobierno”. Sabemos que la izquierda va a utilizar todos los medios y recursos “para mantenerse en el poder” e “intentar destruirnos”. Es el tercer intento presidencial. Derrotado por Boric en 2021, señaló: “somos pequeños servidores de una causa mucho mayor”. Kast ha resaltado la importancia de recorrer todos los rincones de Chile y escuchar para reconstruir y recuperar. “Los necesitamos a todos unidos”. “Súmate a la fuerza del cambio”.
Abogado y diputado, hombre de fe y gremialista. Fundador de Acción Republicana (2018) y del Partido Republicano de Chile (2020). Están inspirados en la justicia social, la economía social de mercado y en una sociedad libre y responsable con desarrollo material y espiritual. Contrarios al terrorismo ideológico y la agitación social a través de la violencia como “medio legítimo para alcanzar el poder”. “Somos la fuerza del cambio”. La fuerza es indispensable, distintiva y necesaria ante la violencia profesada por la izquierda octubrista e insurreccional. El cambio es el camino para evitar el abismo del continuismo representado por la comunista Jara. Junto a sus equipos han diagnosticado, presentado bases programáticas y planes para las urgencias. Los síntomas de la crisis son el miedo, la inseguridad, la frustración y la decadencia. “La historia se repite”, es un fantasma real que espanta el desarrollo de las personas, “se nota un malestar”. “El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen intranquilidad”. “Señalar el mal es hacer un llamamiento para estudiarlo y conocerlo y el conocimiento de él es un comienzo de la enmienda”. Kast recordó a Mac Iver con su diagnóstico de antaño. Palabras centenarias y vigentes sobre la crisis moral de la República (1900).
“Vamos a hacer un cambio radical”. Entregaremos un apoyo irrestricto y sin complejos a las policías y a las fuerzas armadas. No hay libertades sin orden ni límites. “Estamos en una emergencia”. Vamos a combatir la delincuencia, el narcotráfico, el crimen organizado y el terrorismo. “La violencia avanza sin detenerse”. Necesitamos la fuerza y levantar a Chile. Trabajar por los chilenos es una tarea de todos porque las crisis son reales. No vamos a regularizar a los ilegales. Necesitamos un cambio radical en salud, educación, seguridad, crecimiento y trabajo. “El drama de las listas de espera” es real y nadie marcha. En Educación nos quitaron los patines y establecieron una tómbola burocrática. El Estado ha fracasado de la mano de la mediocridad, indolencia y la inoperancia. “No vamos a apitutar a nadie”.
“Este es un llamado de emergencia”. Necesitamos al campo, a los trabajadores, las mujeres y a los jóvenes. Chile necesita un escudo material y espiritual para renacer. Desde el norte, con un discurso y parsimonia, el candidato ha dado el primer paso a La Moneda. Los equipos están desplegados. Kast sabe que no es fácil derrotar a la izquierda, al gobierno y las consignas del comunismo. “Es un llamado a todas las fuerzas de Chile”. La apuesta presidencial republicana requiere de respaldo parlamentario. El Partido Republicano ya inscribió a 65 candidatos a diputados y 12 al Senado. Además, estableció un pacto parlamentario con las otras derechas. La tercera es la vencida.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Pinguïno el domingo 24 de agosto de 2025.
Es bueno recordar
https://youtu.be/qqie0Vc5vgs
El “legado” que Chile debe rechazar
Por Álvaro Pezoa Bissières
El gobierno llegó con la promesa de un nuevo Chile: ético, justo y transformador. Tres años y medio después, hay un país más corrupto, pobre y desconfiado de sus instituciones. La distancia entre oferta y cumplimiento es abismante; más todavía, evidencia un fracaso político gigantesco.
En seguridad, el crimen organizado ha avanzado como nunca. Las cifras de homicidios alcanzan máximos y las fronteras del norte siguen siendo un pasadizo para bandas narco transnacionales. La estrategia al respecto ha sido una mezcla de negación e improvisación; y la reacción –tardía y débil– ha sido, principalmente, efecto de la presión ciudadana que forzó a reconocer la magnitud del problema.
La inmigración irregular alcanza varios cientos de miles de personas en situación ilegal, produciendo creciente tensión social y colapso en servicios públicos. Las expulsiones anunciadas han sido mínimas, quedan en anuncios.
En economía, el estancamiento es inocultable: crecimiento raquítico, inversión privada cayendo y empleo formal empantanado. El Banco Central advierte de la pérdida de competitividad, mientras el gobierno insiste en discursos ideológicos que espantan capitales.
La educación vive su peor crisis desde el retorno a la democracia: violencia en los liceos, niños sin matrícula, abandono escolar creciente y un plan de recuperación de aprendizajes que no da frutos. En salud, las listas de espera superan el millón de atenciones y la reforma propuesta no avanza. En vivienda, el compromiso de 260 mil soluciones habitacionales enfrenta sobrecostos, retrasos y ejecución bajo lo comprometido. En el ámbito de la cultura, de tanto alarde por la izquierda al poder, la imprevisión ha derivado en polémicas y proyectos sin ningún impacto positivo real. Y más.
Pero el deterioro no es solo por incompetencia: la corrupción y la mentira se han convertido en sellos del período. Casos como Democracia Viva y otras fundaciones revelaron un sistema de favores políticos y uso indebido de recursos públicos. En el “caso Monsalve”, el “feminismo” tan presumido, fue abiertamente ultrajado. La respuesta del Ejecutivo fue siempre minimizar, relativizar o encubrir hasta que la insistencia de los medios de comunicación hizo imposible seguir callando. La transparencia ofrecida quedó enterrada bajo explicaciones falsas y evasivas.
En este contexto, aparece Jeannette Jara como “heredera” de la administración Boric. Ministra, rostro visible y defensora férrea del gobierno, Jara no representa un cambio de rumbo, sino la certidumbre de que este “modelo” de negligencia, deshonestidad, relato engañoso y decadencia seguirá vigente.
Respaldar su continuidad es aceptar que el país siga sumido en la degradación. Chile necesita recuperar una gestión profesional, la verdad como principio político y la eficacia como obligación moral.
El “legado” que Boric deja —y que Jara quiere prolongar— no abre esperanzas, augura penurias. Si el país quiere un futuro mejor, aquello que le pretenden heredar es precisamente lo que debe rechazar y superar.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera el lunes 11 de agosto de 2025.
El poder mal entendido
Por Karin Ebensperger
En Chile, los liceos y escuelas públicas siempre fueron el núcleo de la transformación social y la formación ciudadana. Pero se han maltratado a tal punto el Instituto Nacional y otros símbolos de la educación pública, que hoy son pálido reflejo de lo que antes simbolizaban.
Sin embargo, en Santa Cruz, Colchagua, me volvió el alma al cuerpo. Fui invitada a dar una conferencia al Instituto Regional IRFE, y conocí lo que es un ejemplo para el país. Sus 1.800 alumnos ordenados, con sus uniformes perfectos, haciendo preguntas inteligentes. Después, conversando con su director, sus profesores y los alumnos que se nos acercaban, vi lo que es la real vocación por la docencia y las ganas de aprender de esos jóvenes de familias de esfuerzo.
La esencia de Chile —quiero creer— aún está viva. El alma original que creó instituciones en esta tan lejana tierra, que organizó pueblos y ciudades en vez de destruir, que se levantó una y otra vez de terremotos, inundaciones, volcanes y sequías, ese Chile existe aún.
En el estallido social siempre pensé: pueden devastar lo material, pero no pueden demoler nuestra esencia. La destrucción fue tremenda y hasta hoy no se repara el centro de Santiago y de otras ciudades, ni vuelven Baquedano y el Soldado Desconocido a su lugar, y aún no nos explican quién incendió tantas estaciones del metro. Pero lo cierto es que el 62% rechazó que nos impusieran un país dividido, multinacional, sin Senado, con carabineros y FF.AA. disminuidos y, sobre todo, se impidió un triunfo sicológico sobre los símbolos e instituciones de Chile.
Sin embargo, los abusos y la corrupción proliferan. El país es más pobre, el narcotráfico y las mafias logran infiltrarse, y la educación está mucho peor. Hay una mayoría de chilenos que busca paz, seguridad y progreso, pero para eso se necesita, ante todo, mejorar el servicio público. No puedo comprender por qué quienes tienen influencia y poder, quienes están en La Moneda, en el Congreso y en los muchos cargos políticos, en los 25 ministerios (un exceso, Francia tiene 17), no ven que los chilenos han sufrido mucho, que los empleos y sueldos están peor que hace pocos años, cuando Chile avanzaba. No logro entender cuál es la transformación que sufren en la cabeza quienes obtienen los cargos y luego ignoran al país real. Cómo es posible que crean merecer los estupendos sueldos que reciben del Estado —con esa desidia no los obtendrían en el mundo real— sin considerarlos un incentivo para dar lo mejor de sí con honestidad. Desaparecen enormes recursos destinados a los más necesitados.
En año de elecciones, habrá que oír atentamente a los candidatos a la Presidencia y al Congreso, y elegir a los que realmente argumenten con conocimiento cómo ganarles al terrorismo, a las incivilidades y, sobre todo, a la actitud de servirse del poder.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el viernes 25 de julio de 2025.
“Comportamiento estratégico”
Por Gerardo Varela
Un sabio dijo que un eufemismo es un diseño humano para esconder los horrores de la realidad. Así, en vez de decir que alguien murió, preferimos decir “pasó a mejor vida”. Los comunistas han sido siempre expertos en el arte de cambiar el lenguaje. Al muro de Berlín que encerraba a los alemanes orientales le denominaban la muralla antifascista, porque la presentaban como una mera ofendícula de protección contra la invasión capitalista y no como un muro penitenciario que evitaba la fuga de sus ciudadanos. La especialidad comunista está en minimizar sus ofensas y maximizar las que sufren, así ellos no asesinan, sino que ajustician, y cuando son ellos las víctimas no sufren de violencia, sino que padecen un genocidio.
Orwell, tras su conversión desde el comunismo que se produjo cuando los conoció en la guerra civil española, en su libro “1984” denunció la práctica totalitaria comunista de distorsionar el lenguaje, creando lo que denominó la “neolengua”, donde una entidad estatal le cambiaba nombre a todo para edulcorar la mentira y la violencia. Por eso la candidata Jara, una bien entrenada militante comunista, para referirse a la dictadura cubana habla de “una democracia diferente” y a la expropiación de la minería la denomina “nacionalización” y cuando los periodistas le enrostran que apoyó los retiros previsionales, los acusa de ser muy literales.
Este lenguaje ha invadido nuestra vida cotidiana y modificado el lenguaje para hacerlo menos claro. Así, un vagabundo se transformó en una persona en situación de calle; un cesante, en una persona en búsqueda de empleo, y a nadie lo echan de la pega, sino que lo desvinculan.
En la comisión de Educación de la Cámara de Diputados esta semana, a propósito de la discusión del caro, injusto e innecesario proyecto de reemplazo del CAE denominado FES, al ministro de Educación le representaron el problema de los cientos de chilenos que falseaban sus datos económicos para calificar para la gratuidad universitaria. Él contestó que efectivamente se había detectado un “comportamiento estratégico” de parte de ciertas personas para acceder a un beneficio que de otra manera no tendrían. En castellano, personas que mienten para robarles a los chilenos que pagan sus impuestos, nuestro ministro comunista lo denomina “comportamiento estratégico”. Por supuesto planificar un robo supone cierta estrategia, pero cuando un grupo de facinerosos roba un banco, no los perseguimos por tener un “comportamiento estratégico” inadecuado, sino que por ladrones.
Uno de los problemas de Chile es la pérdida del sentido de autoridad. Entre otras razones, porque no decimos las cosas por su nombre. Los miles de funcionarios públicos y cientos de doctores que les roban a todos los chilenos cobrando sueldo al Estado con licencias médicas falsas, mientras andan de vacaciones o en el casino, no están teniendo un “comportamiento estratégico”, están robando y por eso deben ser despedidos sin segundas oportunidades, como gentilmente le concedió a uno de ellos el director de bibliotecas, gentileza que por supuesto hace con plata del resto de los chilenos. Así no cuesta nada ser misericordioso.
Y este “comportamiento estratégico” se produce en todo orden de cosas. El ministro Elizalde incumpliendo sus deberes legales tratando que no voten los extranjeros; el ministro Marcel en Sofofa, mostrando un PIB per cápita trucho usando como base las personas económicamente activas (menores y mayores valen hongo para el ministro); el Gobierno persiguiendo a la mina Dominga, para encubrir las especulaciones inmobiliarias de la familia de Bachelet so pretexto de proteger el medio ambiente; el FES creando un impuesto inconstitucional para los egresados universitarios, y suma y sigue. Vivimos en una suerte de espejismo, donde el Gobierno demuestra una excelencia encomiable en una sola disciplina: disimular su incompetencia y su elusión constitucional detrás de una nube semántica.
Para que exista una convivencia lingüística civilizada, hay dos extremos del lenguaje que deben evitarse. Los eufemismos extremos que impiden llamar a las cosas por su nombre, como las que hemos referido más arriba, y la extrapolación hiperbólica de expresiones triviales para crear amenazas donde no existen, como asumir que el acto normal del Poder Ejecutivo de gobernar por decreto dentro del margen de la ley sea interpretado como una suerte de gobierno de facto que prescindirá del Congreso en aquellas materias que le corresponde legislar.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el domingo 17 de agosto de 2025.